CRÓNICA | ✍ EMPATE CON SABOR A DERROTA: RCD MALLORCA 1 – 1 REAL MADRID

Una crónica de: @OlgaUnMundo

Todos sabemos que Ancelotti es poco dado a las rotaciones. Por eso, era totalmente esperado que el once contra el Mallorca fuera exactamente el mismo que utilizó para la final de la Super Copa de Europa 4 días antes. Al fin y al cabo, es la alineación de gala y contamos con un banquillo de lujo.

Lo que sí es problemático es ver que, a medida que el partido va avanzando, el equipo va de más a menos y su técnico resulte inoperante.

Los primeros minutos fueron del Mallorca. Los madridistas ya nos hemos acostumbrado a la tradicional pájara inicial de los partidos, por lo que tampoco fue sorprendente.

Si esperábamos un Mallorca correoso, lento, cuya idea de dominar el partido iba a ser a través de pérdidas de tiempo y con un muro atrás, sin intención de jugar en ningún momento, estábamos muy equivocados. Arrasate planteó un sistema con un equipo tomando la iniciativa de control del partido y también de ataque que no varió apenas en el transcurso del encuentro.

Imagen: realmadrid.com 

Con un Madrid descolocado y con una excesiva confianza, los primeros minutos fueron para el equipo balear. Daniel Rodríguez disparó fuera, pero Courtois tuvo que intervenir en dos acciones muy claras de gol. Gracias a su excelencia (por algo es el mejor portero del mundo) no tuvimos que lidiar con el marcador en contra ya en los primeros 15 minutos del partido.

Cayeron las primeras faltas del Mallorca que Soto Grado no pitó. Nada nuevo bajo el sol. Últimamente, en las porras, además de prever el resultado, ya contamos con goles legales anulados y penaltis no pitados.

Mbappé comenzó una galopada que nos hizo levantar de nuestros asientos, convencidos de que acabaría dentro de la red. Podría haber sido así seguramente, si no hubiera sido objeto de falta. Una falta al borde del área, muy peligrosa para el Mallorca y una gran oportunidad para inaugurar el marcador a favor del Madrid que, a Soto Grado, por lo que fuera, no le apeteció pitar. Y el VAR no interviene en estas acciones. O sólo cuando le interesa. La cara de incredulidad del francés era un poema. Pronto tendrá que acostumbrarse a la creativa forma de arbitrar de esta liga.

A partir de esta acción, el actual campeón de Liga y Champions fue más incisivo en ataque. Vinicius empezó a hacer de las suyas y a imprimir velocidad, mordiendo desde la izquierda. Las combinaciones con Mbappe, intercambiando sus posiciones, volvían loca a una defensa que no sabía a quién cubrir. Con la ayuda de un Bellingham muy trabajador y voluntarioso en gran parte del encuentro, se inició una jugada en la que el francés regateó conectando con Vinicius. Éste, hizo una jugada magistral y dio un pase genial de tacón, que acabó en un gran disparo de Rodrygo. Golazo. El Real Madrid inauguró el marcador y los corazones blancos se tranquilizaron.

Imagen: realmadrid.com 

Los siguientes minutos fueron del equipo merengue, que empezó a crear más peligro. Aunque el dibujo inicial era un claro 4-3-3, que parece ser el sistema que se va a utilizar esta temporada, se pasa en varios momentos a un 4-4-2 con un Rodrygo en una posición más atrasada. Pronto llegó una ocasión del brasileño que el portero eslovaco Dominik Greif atajó con ciertas dificultades. Apareció también Rüdiger, con un trallazo desde casi medio campo que a punto estuvo de subir al marcador. El juego mejoró y daba la sensación de que el segundo tanto estaba cerca.

Cada vez que Vinicius tocaba el balón, Son Moix ardía. Porque todos sabemos que ser el mejor jugador del mundo es un crimen. En cambio, a la grada no le pareció tan mal que Maffeo le plantara la bota en el gemelo. Clara tarjeta roja, que a Soto Grado no le apeteció sacar y que el VAR no quiso ver. Sigan, sigan.

Una falta de Mendy a Asano, que no se pitó como al público le hubiera gustado, ya fue suficiente para que el ¨respetable¨ iniciara la cantinela sarcástica que se escucha en todos los campos sin ningún tipo de sentido de ¨Así gana el Madrid¨.

La delantera se gustaba y conseguía alguna acción de peligro más bajo la atenta mirada de dos espectadores de lujo: Rafa Nadal y Rudy Fernández, ambos mallorquines, pero con un corazón blanco como la arena de algunas de las maravillosas playas de la isla.

Imagen: realmadrid.com 

Las acometidas de Valverde y Bellingham con magnificas conexiones entre Mbappé, Rodrygo y Vinicius crearon dos ocasiones más que, de haberse convertido, hubieran sido dignas de fútbol champagne. Pero a veces, lo bello no significa eficacia.

Ya con los últimos minutos antes del descanso, el Mallorca tuvo varias ocasiones claras que casi igualan el marcador, con un excelso Courtois y un Maffeo haciendo gala de su habitual y desagradable forma de jugar, en la que, por fin, vio una tarjeta amarilla.

Llegó el descanso y con él la necesidad de cambios. El Real Madrid está demasiado pendiente del ataque, y está bien si queremos meter goles, pero de poco nos servirá si la defensa está demasiado arriba y el centro del campo desordenado.

Carlo no se caracteriza por realizar cambios pronto, así que la segunda parte comenzó con los mismos jugadores en el césped.

Imagen: realmadrid.com 

La imprecisión se hizo dueña del equipo blanco. La ausencia de Toni Kroos es aún muy reciente y se hace muy necesario encontrar un sistema pronto en el que se consiga el dominio del centro del campo. La salida del balón cuesta una barbaridad y la posesión se hace muy difícil con constantes pérdidas.

Valverde, digno heredero del 8 que ostentaba el teutón, no puede hacer sus funciones porque no tiene esas características.

Bellingham, que quizá hizo un partido un poco más gris en comparación del que hizo contra el Atalanta, estaba en todas partes. El italiano tiene que ser consciente de que son dos jugadores clave que debe saber utilizar en la medida correcta, porque sí, tienen un físico portentoso, pero son humanos.

El equipo seguía buscando el gol, pero se atragantaba entre continuas pérdidas de balón, imprecisiones y ausencia total del control del partido. Esto permitió al Mallorca acercarse cada vez más a la portería blanca, creando ocasiones en las que Courtois, con algún pequeño error, consigue despejar a córner.

Imagen: realmadrid.com 

Es en el minuto 52, en uno de esos saques de esquina, que el Mallorca a pase de Daniel Rodríguez, consigue empatar el partido con un cabezazo de Muriqi. Existe un importante error de Rüdiger que, al cabecear, deja en bandeja el balón para que el kosovar remate a placer. Resulta insultante la facilidad con la que consiguen marcarnos. El juego aéreo también es un problema.

Los baleares se vinieron arriba con el empate y el Madrid, aunque con algún destello arriba, no conseguía frenar el ataque mallorquín. Se hacían muy necesarios cambios, tanto en el sistema como de jugadores, que permitieran hacerse con el dominio del juego, con un ya evidente bajón físico comprensible.

En el minuto 62 se produce el primer cambio. Tchouaméni por Modric. No lo hizo mal el jugador francés, aunque sí se le vio desbordado en varias ocasiones. El croata nos podía ofrecer seguridad, control y conexión. Buen cambio. Pero innecesario, si no añadimos sangre fresca con portentos físicos como Güller, Brahim o Endrick.

El Madrid empeoraba en juego y en potencia mientras que el Mallorca ganaba seguridad, aprovechando claramente las debilidades del rival. Difícil entender la inoperancia del entrenador cuando se ve tan claramente la necesidad de los cambios, en una temporada, además, tan sumamente exigente y larga. Va a ser muy difícil salir airosos de ella si no somos capaces de gestionar bien los recursos.

Imagen: realmadrid.com 

Se crearon varias ocasiones con genialidades individuales de Modric, Mbappé y Rodrygo pero el Real Madrid estaba lejos de su buena primera mitad. El Mallorca supo aprovechar las carencias físicas para sentirse cómodo y apretar cada vez más hacia la remontada. Se veía mucho más cercano el 2-1 que el 1-2. Casi milagroso fue que no ocurriera. Un gran Militao lo impidió en varias ocasiones.

Un Madrid sin ideas, totalmente previsible, con ataques continuos desde la izquierda y con un Vinicius demasiado chupón (había que decirlo y se dijo) facilitó el bloque defensivo al Mallorca, que supo contener bien la ofensiva blanca. Ausencia de llegada por la derecha o con muy poco peligro y total insistencia en llegar hasta la cocina. ¿Por qué hacer todo el rato lo mismo cuando se ve claramente que no funciona y no intentar algo nuevo para conseguir sorprender al rival? ¿Por qué no probar con algún tiro desde fuera del área con jugadores que tienen cañones en sus piernas como Valverde o Modric, por poner un ejemplo?.

Si desde hace meses hay muchas dudas con el rendimiento y actitud de Rodrygo, ayer, especialmente en la segunda parte, fue el único que intentó sorpender. Buen partido del brasileño. Ya tocaba, también.

Hasta el minuto 83 no le dio la gana a Ancelotti de querer mejorar la cosa. Güller, Brahim y Lucas Vázquez fueron los elegidos para arreglar el desaguisado saliendo por Vinicius, Carvajal y Bellingham. Cambios que llegaron muy tarde y que, evidentemente, no consiguieron gran cosa.

Imagen: realmadrid.com 

Con un Mbappé ya sin resuello y un Mallorca cada vez más seguro de lograr un empate, el partido llegó a su fin con una tarjeta roja clara para Mendy en los últimos segundos. Igual de merecida que la que no se sacó para Maffeo.

Es el primer partido de la temporada y no es para volverse locos, pero la pobre imagen ofrecida en el campo durante la segunda parte, además del liderato del equipo de la ciudad condal (polémico como viene siendo habitual en los últimos años, pero no excusable), hacen totalmente imprescindible el ponerse el mono de trabajo y corregir cuanto antes los problemas que tenemos.

Carlo Ancelotti y su equipo técnico tendrán que encontrar el sistema, y pronto, para saber a qué se juega, saber gestionar y, sobre todo, utilizar los fantásticos recursos que tenemos en la plantilla. Hemos de ser muy conscientes que sólo con el nombre no se ganan los partidos y hay que esforzarse al máximo en una liga en la que además de no ponérnoslo fácil, no contamos precisamente con mucha neutralidad.

Un empate con sabor a derrota en la que el entrenador es el máximo responsable, pero en la que los de arriba, con su excesiva confianza, también tienen que reflexionar. Aviso muy serio para el Real Madrid.