Un articulo de: @Erzuru2000
Y el Sporting recibió seis goles, seis, en el Nou Camp. Clos, nuestro entrañable Clos, le pitó tres penaltis en contra y concedió un gol ilegal. De los penaltis, dos no lo fueron y de los dos, uno de ellos pareció un chiste malo sacado de una película de Esteso y Pájares. Sí, ese mismo Clos que, cierta tarde pamplonesa, se puso flamenco con Modric advirtiéndole de que no se tirase dentro del área después de que un muchacho navarro le voltease, queriendo o sin querer, que nunca se sabe. Fue un penalti de libro, tan de libro como aquel otro que Undiano no le quiso pitar a Mascherano en el atropello a Cristiano de hace un par de años. El mismo Undiano que sí fue capaz de ver, con mira telescópica, como el cordón de la bota izquierda de Ramos trastabilló el corretear de Neymar. Dos errores humanos, nos dicen los muy mejores amigos de la prensa, los hooligans de la Colorá. Y ahí se quedaron, en errores humanos. Son las cosas de Clos y de Undiano. Capaces de ver una carga por la espalda en un partido entre espermatozoides. Incapaces de ver el arrancamiento de tibia y peroné en un partido entre trolls de las cavernas.
En aquella tarde pamplonesa Clos se puso perdonavidas con nuestro Luka. No hay defensa mejor que un buen ataque. Si todos ustedes están pensando que reaccionó con la prepotencia del prevaricador que sabe que nunca le van a pillar, que sepan ustedes que yerran. Clos, cometió un error humano. Puede que, increíblemente, no viera penalti en aquello o puede que sí lo viera y no lo pitó porque no le salió de los cojones. En cualquiera de ambos casos, Clos cometió un error de apreciación y nunca un “error” de prevaricación. Porque en España, uno de los países más corruptos de Europa, los jueces no prevarican nunca. Además, la prensa dizque deportiva, una de las prensas menos creíbles de toda Europa, así lo atestigua y certifica. Y punto en boca.
Pero no nos desviemos del tema. Después de la media docena, El Pitu, salió a rueda de prensa con cara de satisfacción. Después de hacer una alienación para jugar un partido de esos de amigos contra la pobreza, dijo que Clos no tuvo ninguna incidencia en la derrota final. Aquella alienación del Sporting es como si a Zidane se le hubiera ocurrido reservar a siete titulares contra el City en el partido de vuelta de las semifinales. Creo yo, puede que equivocadamente, que uno reserva jugadores cuando los va a necesitar para otras acometidas más importantes. ¿Por qué el Pitu reservó titulares en liga jugándose su permanencia en liga? Se admiten sugerencias.
Después de aquel extraño espectáculo que nos brindaron el Clos y el Pitu mansurrón, dejé escrito en twitter, medio en broma y medio en serio, que el Sporting no iba a bajar. Eso fue un 23 de abril. Y tanto que no bajó.
La jornada siguiente el simpático Sporting jugó un viernes contra el Eibar. Vi tan solo la segunda parte. Lo hice con la curiosidad de contrastar cómo iba mi predicción. Vi dos agresiones a sendos jugadores del Eibar. En una de ellas el amonestado fue el jugador del Eibar por protestar. Recibió un espléndido codazo de esos que, dicen los propios árbitros, han sido instruidos para que sean castigados duramente. Varane puede dar fe de ello. Un tal Álvarez Izquierdo, catalán, le expulsó por doble amarilla haciendo una interpretación muy generosa de la instrucción recibida chez Sánchez Arminio (sí hombre, seguro que saben quién es el tal Arminio. Es un señor gordo que se ha quedado sin cuello y que cuando un árbitro se equivoca, solo en determinada dirección, es capaz culpabilizarle atribuyéndole problemas familiares). El árbitro que no vio la referida agresión al jugador del Eibar era el tal Hernández Hernández (sí, ese mismo que SÍ vio lo de Bale en el Nou Camp). HH desatendió las órdenes de Arminio, pero esta vez el hombre sin cuello no abrió la oquedad bucal.
Después de aquel partido, empecé a tenerlo cada vez claro: el Sporting no iba a bajar. Cuando la suerte, el destino, los astros o el azar sopla a favor, no hay quien lo pare. Forma todo parte de una especie de teoría del caos en el que el famoso aleteo de una mariposa en Japón puede acabar por joderle la vida a Ángel Torres en Getafe. Un ejército de varios millones de mariposas se pusieron a aletear en Nagasaki. El Sporting se iba a salvar. Un millón de mariposas aleteando hicieron que el Pitu no montase el pollo por el arbitraje de Clos. Un billón de mariposas aleteando convirtieron al Sporting en un club amigo y de marcado carácter antimadridista (así, así gana el Madrid). Un trillón de mariposas aleteando han hecho coincidir todos estos acontecimientos con las elecciones para la Federación del Fúrbol y los Álbitros, en las que prima la transparencia, la democracia, la ausencia de favores y el ojo vigilante y fiscalizador de una prensa siempre en busca de la verdad, con personajes tan sobresalientes como Bobby G. al frente de la manifestación. Con todo este ir, venir y aletear, cinco equipos se vieron metidos en el ajo. A saber: el Levante, el Rayo, el Granada, el Getafe y el simpático Sporting.
Se sucedieron los acontecimientos. Y las mariposas a lo suyo. Al primero que descabalgaron fue al Levante. Sufrió un arbitraje en Málaga parecido al perpetrado por Gil Manzano (apodado en twitter como Gil “Mangazo”) en el Villamarín contra el Getafe. Uno menos. Y entonces hete aquí, que el Granada jugaba en Sevilla, quien a su vez rezaba y rezaba para que el Barcelona fuese campeón de Liga por intereses crematísticos (la final de Copa ya le garantizaba Europa) y por afinidad ideológica (los motivos por los que una afición de un equipo andaluz tiene ese apego por un club con una afición mayoritariamente independentista es algo que merecería un estudio sociológico). Para completar la carambola a tres bandas el Granada jugaba su último partido de Liga contra el Barcelona. Si el Granada llegaba salvado…Si el Granada llegaba agobiado….Los puntos suspensivos se los dejo a su imaginación. Los muchachos del Granada se dieron una sesión de baño y masaje en Sevilla. Garantizaron su permanencia. El Sevilla había perdido tan solo un partido de liga en su estadio en toda la temporada. Fue contra la Real por un ajustado 1-2 y apretando hasta el final. Contra el Granada no hubo apretones. 1-4 y todos supimos. En esa misma jornada, la peste a putrefacción se olisqueó desde Finisterre al Cabo de Gata. El Rayo perdió en Anoeta en extrañas circunstancias que quedarán en lo que siempre quedan estas cosas en el mundo del fúrbol español: en nada. Las puñeteras mariposas.
El partido que jugó el Granada contra el Barcelona se resume en una sola jugada: el primer gol. El Granada cuenta en su plantilla con un dizque lateral llamado Miguel Lopes. Miguel Lopes llegó, vio y venció. Un observador no avispado en las teorías del caos, podría tener la tentación de darle a Miguel Lopes el finiquito justo al día siguiente. Por descarado, por mal defensa y por mal profesional. Y por más cosas que no diré porque son todas querellables. Pero todos sabemos que cuando las mariposas aletean en tu estomago en lugar de en Japón, los nervios hacen cometer errores infantiles e impropios. Y de la misma manera que Clos solo comete errores humanos, Miguel se equivocó, presa sin duda de los nervios que le atenazaron las piernas impidiéndole perseguir al bueno de Suárez en su marcha triunfal hacía una nueva liga que yo, humildemente, he procedido a bautizar como Trofeo Clos Gómez, en honor a ese gran álbitro.
Y mientras el Deportivo se empleaba contra el Madrid, el Granada “se empleaba” en lo suyo. Y el Barcelona, otra vez, campeón de liga. Esta vez lo cosa ha ido a más. Ha sido necesaria una interminable conjunción astral de penaltis (algunos de ellos tan rídiculos como valiosos, ¿Recuerdan el de Neymar frente al Villarreal?) y que una buena cantidad de linieres padecieran el síndrome de la vista gorda en unos cuantos partidos muy señalados (¿recuerdan la línea paralela de la TVE en el gol de Suárez al Valencia? ¿Lo de Málaga, lo de Las Palmas y algunos más?). Cuestión de suerte, fortuna y de un azar que, misteriosamente, siempre, siempre, siempre cae del mismo lado.
Ya solo quedaba la jornada del domingo. Y todo se puso de cara para el simpático Sporting. Repito, es lo que tiene la suerte. Le salió un partido soberbio y a su rival (cuarto en liga) un partido muy malo aunque jugado con gran intensidad, dedicación y profesionalidad, empezando por la mujer del entrenador y acabando por el utillero de ese equipo. Por cierto, apunten futuros sucesos venturosos y formidables para cierto equipo que viste de amarillo. Seguiré la evolución de ese equipo amarillo la temporada que viene con malsana curiosidad. Hecho su trabajo (Marcelino’s wife dixit), al Sporting, para salvarse, tan solo le restaba lo del Villamarín.
El Betis se jugaba lo mismo que el rival del simpático Sporting. Nada. El Betis marcó. Tuvo suerte porque ese gol que marcó se lo hubieran anulado si hubiera arbitrado ese otro tipo pelirrojo que anula goles cuando saltan dos jugadores de diferente estatura (que se lo pregunten a Bale). Otra vez las mariposas y el azar. Era un resultado corto. Después vino el penalti de la Cosa Nostra. Tal vez hubiera dos o tres metros hasta llegar al área. Fue la ratificación del penalti por continuidad. No descarten, amigos/as, que una falta en el centro del campo termine acabando en penalti y expulsión. El álbitro, el tal Gil, completó su listado de errores humanos muy disculpables, expulsando a un jugador del Getafe por los mismos motivos que otras veces no han sido expulsados PerisPiqué, Dani Miamol Alves, Mordisquitos o Busiluz. Son las cosas de la dizque liga de fúrbol española, con sus errores más o menos humanos o con las mariposas aleteadoras a miles de kilómetros.
Y se acabó. El Madrid no ganó una liga que mereció tanto como el Atleti y más que el culeríonacionalista, o si quieren, una liga que desmereció tanto como el culeríonacionalista, pero no más. El Madrid cometió errores de planificación y los pagó por cuatro meses infames. El Barcelona cometió errores de planificación que no pagó porque las mariposas japonesas jugaron a su favor desde la jornada 1 hasta la 38.
Y a partir de aquí, la segunda parte, el epílogo al Trofeo Clos Gómez. El madridismo permanentemente cabreao estaba a la espera de la resolución de la liga. Ni siquiera han esperado a que finalice la temporada. Queda el título más importante de todos y el sentido común, la prudencia y el sentimiento madridista, aconsejan un período de paz. Tan solo dos semanas de silencio por aquello tan manido de no desestabilizar. Pero no. Ni el culé más recalcitrante lo hubiera hecho mejor. Ni el quinquicholismo más macarra hubiera reaccionado así. Allá cada cual.
Por mi parte, si el Madrid gana la Undécima, en primer lugar me alegraré mucho…o tal vez me alegre más. Y después pediré. Pediré y nadie me hará caso porque soy un simple aficionado. Pero pediré. Pediré para que no se vuelva a repetir el esperpento de los cuatro primeros meses. Podría pedir la cabeza de cinco o seis bailarinas. No lo haré porque sé que es imposible. Pero sí pediré que la cabeza de alguna de ellas sea cabeza de turco por tantos y tantos desmanes. También pediré una planificación lógica y no la atrocidad florentinesca de hace dos años, justo después de ganar la décima. Pediré un lateral izquierdo y algún que otro jugador. Pero sobre todo pediré a Florentino que haga algo más que poner cara de Vicario de la Diócesis de Madrid. Porque lo de este año, ha sido el hectolitro que ha colmado el embalse. Que haga algo con las mariposas o que se vaya, please. Pediré, sí y les animo a todos a que lo hagan también, pero todo a su momento porque ahora no toca, cojona. Me parece tan evidente que no toca que me está empezando a parecer ver agentes dobles de Fredi detrás del madridismo permanentemente cabreao. O a lo mejor todo es cuestión de las mariposeas japonesas.