Una crónica de: @MiedoEscenico2
Con la Liga ya ganada, y después de la catarata de emociones del pasado miércoles, en que consiguió la clasificación para la final de la Copa de Europa, el Real Madrid se presentaba en el derbi más descafeinado de los últimos años, con la idea de preservar de posibles lesiones a algunos jugadores, facilitar la recuperación de otros, y dar minutos a los que no han disfrutado de ellos a lo largo de la temporada. Ancelotti ya había avisado en la víspera de que Lunin sería el portero titular, y lo acompañó de una línea defensiva formada por Lucas Vázquez, Militao, Vallejo y Nacho. Por delante de ellos, en la zona de creación aparecían Casemiro, Camavinga y Kroos y, en punta de ataque, Asensio, Jovic y Rodrygo. Inicialmente, iba a ser Mariano el titular, pero algún suceso extraño en el viaje de Valdebebas al Wanda hizo que se cayera del once de inicio. Qué quieren que les diga. Marianismo, sin más.
No vamos a gastar mucha tinta en contar el partido, porque tampoco es que fuera una cosa espectacular. En la primera parte, el Atlético dominó territorialmente, el Madrid se dejó querer, y trató de salir en largo. Lo que pasa es que es difícil salir en largo cuando los de arriba no se enteran de que lo estás haciendo hasta que se hace tarde. La primera parte de Jovic y Asensio podría dar para un bonito video con el que enseñar a los chavales lo que no tiene que hacer un delantero. Dejarse robar un balón tras otro, por anticipación o por simples ganas, perder cada pelota jugada, no ir a los duelos con decisión y vivir en tierra de nadie, porque llegó un momento en que nadie quería darles un balón, después de haberlo recuperado con esfuerzo, para que echaran a perder la jugada. El verano para estos dos jugadores huele a cesión o traspaso.
Imagen: realmadrid.com
En cuanto al desarrollo, el Atlético buscó con ganas su lado izquierdo, con Carrasco encarando a un Lucas absolutamente abandonado a su suerte, porque Asensio había dimitido también en tareas defensivas, Casemiro caía ahí cuando podía, y Militao seguía buscando al que era hace un mes, en otro partido atolondrado y errático, saliendo a destiempo y llegando tarde, que es lo peor que le puede pasar a un central. Kroos, cada vez que recibía un balón (algunos eran una maldición, más que un pase), se encontraba con dos, tres o hasta cuatro atléticos apretándole, y perdía el balón más veces de lo esperable. Casemiro ganaba un segundo para mirar dónde poner el balón y sólo Rodrygo daba señales de vida, mientras el resto del equipo esperaba sentarse en la silla de Alaba y no se movía. Camavinga sí se movía, pero perdía la posición con facilidad, y el balón también en ocasiones, lanzado hacia adelante a veces sin pensar en lo que dejaba detrás.
Explicado esto, puede entenderse mejor que el Madrid apenas llegara a inquietar seriamente a Oblak en los primeros 45 minutos, y que el Atlético tuviera oportunidades, no demasiado claras, pero las tuvo. Remates de Correa, de Cunha, varios de Carrasco, todos fuera, eso sí. El Madrid atacaba lento y mal, con pocas ideas, menos velocidad y auténticas sombras arriba, ni Rodrygo destacaba. El Atlético lanzaba un enjambre de camisetas rojiblancas para frenar al equipo blanco en la salida, y cada atasco acababa en pérdida y preocupación. Diríamos tensión, pero es que el partido tampoco era para el Madrid trascendental, así que lo dejamos en preocupación y poco más. Cafeína, la justa.
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Otro tema es el del arbitraje. Aunque Nilo Campo lo contará en su Crónica Arbitral, lo cierto es que el estilo de Soto (Tercer) Grado de dejar jugar y penalizar selectivamente castigó también al Madrid. La entrada de Savic a Nacho a los 5 minutos, la patada en la cabeza de Cunha a Vallejo en la segunda parte, y alguna entrada más pudieron ser motivo para amonestaciones que habrían refrenado algo el ímpetu rojiblanco, por no decir otra cosa peor. Jovic vio la primera amarilla del partido por un pisotón absolutamente accidental, tras jugar el balón, fíjense qué cosas, quién lo iba a decir. El cuadro rojiblanco hizo 8 faltas en el primer tiempo, y el madridista, solamente 6. Sólo un atlético vio la amarilla, por tres del equipo blanco. Casualidades.
En el minuto 40, una pérdida de balón de Asensio, fruto de la falta de tensión, como las anteriores, permitió a Cunha internarse entre los dos centrales madridistas y llegar al área. En el forcejeo con Vallejo, el zaragozano le pisó accidentalmente, mientras el brasileño ya estaba cayéndose, y el árbitro, que inicialmente había dicho que sigan, sigan, fue avisado por el VAR para que fuese a mirar el monitor a pie de campo. Lo miró y decidió señalar penalti, que lanzó Carrasco engañando a Lunin y marcando el 1-0. De ahí al final del primer tiempo, solamente una ocasión que Rodrygo, a duras penas, consiguió facilitar a Jovic, pero que el serbio estrelló contra Oblak.
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La vuelta del descanso trajo consigo una cierta reanimación del Madrid, y la primera ocasión volvió a ser para Jovic, y esta vez remató contra el cuerpo de Savic, quien sabe lo que pasaba por la cabeza del ariete serbio para desperdiciar el pase profundo de Asensio. El partido se fue abriendo, y el Madrid pasaba más tiempo en campo contrario, había recuperado la posesión del balón, pero el Atlético se aprovechaba del descontrol que eran el centro del campo y la defensa madridista para hacer una ocasión tras otra, cada vez más claras. Militao seguía desorientado, Lucas Vázquez estaba en su versión Mister Hyde, Casemiro andaba renqueando, y solamente Vallejo mantenía una cierta cordura en medio de ese caos.
Casemiro tuvo un par de oportunidades, una en un contraataque desde la frontal del área, acabada con un remate tierno como el día de la madre, y otro lejano que salió alto, mientras Carrasco iba rematando fallando frente a la portería de Lunin todo lo que podía. Aunque la sensación de peligro era continua, dado el estado enajenado de la zona derecha de la defensa blanca, lo cierto es que Lunin solamente tuvo que parar un balón en todo el partido, un remate de Cunha tras un balón perdido por Camavinga. Arriba, el Madrid llegaba con más entusiasmo pero sin cordura, y tampoco convertía los ataques en peligro. A la hora de partido, Casemiro y Jovic dejaban su sitio a Valverde y Vinicius.
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Fue el uruguayo el que puso algo de cafeína al partido madridista, a base de trallazos lejanos que obligaron un par de veces a emplearse a fondo a Oblak. Vinicius volvió a ser ese chico que lo intenta y lo intenta, pero no le sale. Especialmente, cuando evita entrar por la línea de fondo y se empeña en ir por el medio hacia tres rivales. Aun así, el brasileño hizo una gran jugada, con posible penalti incluido, dejando un pase horizontal para Asensio, que el mallorquín, poco diligente, estrelló en Reinildo. En el minuto 68, Ancelotti retiró del campo a Kroos y Militao, y dio entrada en su lugar a Modrić y Mendy, buscando algo diferente. Griezmann y Cunha seguían malogrando oportunidades con disparos que salían fuera, y después Carrasco remataba al palo, mientras el Madrid iba cerrando el cerco en torno a la portería de Oblak con más voluntad que sentido.
Los últimos diez minutos de partido fueron ya un asedio del Madrid, colgando balones al área, rematando desde fuera, mientras por delante de Oblak el Atlético montaba el 6-4 que puso en práctica en Manchester. Pero ni así. Un remate alto de Nacho, otro flojo de Vinicius, y unos cuantos balones colgados al punto de penalti, sin que nadie rematara. Acabó el partido con el Atlético habiendo hecho más del doble de faltas que el Madrid, y el equipo de la Castellana con el doble de tarjetas, incluida una para Ancelotti por protestar. Cosas del CTA, ya saben. El 1-0 supone la cuarta derrota en esta Liga del Madrid, y pasar el primero de los trámites que tiene que afrontar antes de la final de la Liga de Campeones, sin lesionados ni otros problemas. Un partido con poca cafeína, con ratos de sopor, y del que podríamos haber prescindido perfectamente. Habrá que retomar el ritmo competitivo en el próximo, el jueves contra el Levante en el Santiago Bernabéu. A ver si podemos recuperar también el café con cafeína, la cerveza con alcohol y un poquito de picante.