Un articulo de: @MiedoEscenico2
Se despertó de madrugada, empapado de sudor y con el corazón latiendo con una fuerza inusitada. El forofo fue hasta la cocina, llenó en el grifo un vaso y bebió, porque la garganta le pedía agua a gritos, mientras las pulsaciones volvían. Otra vez el mismo sueño, otra vez la misma pesadilla. Juanfran había rematado al poste su penalti, y Cristiano Ronaldo se arrebataba la camiseta celebrando el último gol en la tanda de penaltis, igual que le arrebataba al forofo su sueño. El forofo, todavía impactado por la pesadilla que le asaltaba la mayoría de las noches, miró en su dormitorio los pósters de Messi, de Guardiola, de Luis Enrique, pero tampoco le transmitieron tranquilidad. Al igual que los asociaba a grandes triunfos, no dejaban de tener relación con derrotas y eliminaciones que le habían costado más de una vez perder la calma y dormir mal.
En su cabeza retumbaban las palabras de Álvaro Arbeloa, aquel tipo que le sacaba de sus casillas, en los vestuarios de San Siro, la noche del 28 de mayo de 2016: “Esto es el Real Madrid. Cuando todos nos dan por muertos, venimos y ganamos la Champions”. Era eso lo que hacía que, aunque el Madrid hubiera caído en la Supercopa frente al Athletic de Bilbao, o hubiera quedado eliminado frente al Alcoyano en la Copa del Rey, su sonrisa no acabara de ser completa. Su historia de aficionado al fútbol estaba marcada por una sucesión de cabreos (cada vez que el Real Madrid ganaba un partido, o un título) y de sonrisas incompletas, teñidas de una eterna desconfianza.
La misma sonrisa incompleta que se puede ver en los presentadores y comentaristas televisivos, y se intuye en los periodistas radiofónicos que aprovechan cualquier oportunidad para criticar al Madrid, incluso cuando tiene éxito. Sí, sí, se ríen, pero siempre con ese trasfondo de sospecha, de miedo por si despertarán al gigante dormido. El antimadridismo es la historia de una sonrisa incompleta, desconfiada, que no acaba de vivir de manera plena su alegría, porque sabe que, más tarde o más temprano, saldrá a la calle y leerá en el kiosco de prensa, o escuchará en radio o televisión esa frase que les genera escalofríos y que anuncia lo inevitable: “El Madrid siempre vuelve”.
Hay algo que los aficionados madridistas más jóvenes o menos brillantes intelectualmente no acaban de entender. Quizá les nubla el juicio el brillo de los éxitos que coleccionaba el equipo cuando llegaron a aficionarse al fútbol, o no han vivido años y años de espera incesante, afilando el cuchillo, preparando la impedimenta para el siguiente asalto. Cuando se dice que el Madrid siempre vuelve, es porque se ha ido. Sí, amigos, la historia del Madrid está compuesta de dos elementos básicos: las idas y regresos, que suelen ser plenos de triunfos, y un lema: no rendirse, sean las que sean las circunstancias.
Cuando hablamos de que el Madrid se ha ido antes de cada retorno glorioso, es porque su historia está salpicada de errores, de trompazos impresionantes, de verdaderas hecatombes. A todos nos queda en la retina (a los más jóvenes, en los videos), lustros plenos de éxito, como el de las cinco Ligas de la Quinta del Buitre, el del cambio de siglo en que se ganaron 3 Champions entre 1998 y 2002, o el más reciente del 4 de 5. Pero todos esos tramos repletos de felicidad y triunfos estuvieron antecedidos de etapas oscuras, difíciles, complejas, o directamente de fracasos.
Algunos disfrutamos infinitamente con la remontada que el Madrid llevó a cabo el 11 de diciembre de 1985, ganando 4-0 al Borussia Moenchengladbach y dando la vuelta a una eliminatoria casi imposible. Pero para poder vivir una alegría tan inmensa como esa, antes hubo un desmán, un desastre, un partido absolutamente horrible de los nuestros, que había costado el 5-1 en Alemania: “El Madrid fue arrasado en Düsseldorf” o “El Madrid invitó al Borussia a que le goleara” fueron los titulares del día siguiente. Aquel día el Madrid, que iba líder en la Liga española, era sentenciado unánimemente por prensa y aficionados, y se daban por perdidas las opciones que pudiera tener de ganar la Copa de la UEFA.
Los únicos que tenían claro que se podía pasar aquella eliminatoria eran dos tipos con carácter y una cualidad imprescindible para formar parte del Real Madrid: no se rendían nunca. Camacho y Juanito, desde el primer momento, creyeron que, por muy difícil que fuera dar la vuelta a aquel resultado, lo harían. Y convencieron primero a los demás jugadores y, de alguna manera inexplicable, a los cien mil aficionados que fueron al Bernabéu a animarles para hacerlo.
Así, lo que diferencia al Real Madrid de otros equipos no es que gane siempre: su principal virtud es que, cuando no parece posible, gana. El Madrid llegó a la final de la Copa de Europa de 1998 frente a la Juventus como una víctima propiciatoria, cualquier cosa menos el favorito. Y la ganó. Llegó a la final de la Champions de 2000 frente al mejor centro del campo de Europa y le sometió y le metió 3 goles para ganarla.
El mismo Real Madrid, con diferentes jugadores, que remontó y remontó en la Liga 2006-07, desde la cuarta posición, y en 12 jornadas se acabó llevando el título, destacando aquél partido frente al Español en que iba perdiendo 1-3 al descanso y acabó ganando 4-3. El mismo que se encontró, empatando a uno y con solo 9 jugadores en el césped frente al Valencia, en la vuelta de la Supercopa de 2008, tras haber perdido 3-2 en la ida. Y ganó el partido 4-2 y se quedó con la copa, cuando parecía imposible.
El mismo que llegó al minuto 92 de la final de Lisboa perdiendo 0-1. El mismo que llegó a la final de Milán contra un equipo tácticamente superior (decían) y la ganó en los penaltis. El mismo que llegó a la final de Cardiff contra el equipo que solamente había concedido tres goles en doce partidos, y le metió cuatro. El mismo que llegó a la final de Kiev contra el equipo con mejor delantera del continente y le metió 3. La historia de este equipo tiene más que ver con resurgir de sus cenizas y el asalto a lo imposible.
Si hay algo que define al Real Madrid no es que gane siempre: es que nunca se da por vencido, hasta que no hay posibilidades. Y que, cuando más difícil parece, más se agiganta. Eso es lo que no deja ser completamente felices, ni dormir tranquilos a nuestros rivales. Chicos, Zidane, Floren: queremos que la pesadilla del antimadridismo se haga real de nuevo. Queremos que el Madrid vuelva. Una vez más. Os estamos esperando.