Una cronica de: @Javirodespi – planetacb.com
Dice el amplio refranero español que la expresión “Dónde menos te lo esperas, salta la liebre” se refiere a acontecimientos menos esperados que pueden ocurrir en algún momento, y esa situación es la que define perfectamente el partido que hoy ha jugado (y ganado) el campeón de Europa en la pista del Khimki, con gran cantidad de bajas, ante un rival que ya le había ganado otras veces y con una primera parte muy lejanas a sensaciones positivas, el Real Madrid dio un golpe bestial en la mesa de su grupo para decir “aquí estoy yo” y se llevó una victoria que le supone el doble efecto de moral para la Copa del Rey de la semana que viene. Fue el salto de la liebre, como el título de nuestro OjO Al Blanco.
Un pabellón nada lleno
El Khimki se desplazó a otro pabellón para lograr un ambiente más hostil contra el Real Madrid al ser de más capacidad pero el tiro le salió por la culata, misma gente pero más esparcida y mucha menos sensación de presión que, por ejemplo, en el partido jugado en la ida y es que hay veces que las previsiones no se desbordan por lo positivo, sino por lo negativo.
Vamos a tirotearnos
Con el quinteto que ofrecía el Real Madrid en que volvía Maciulis tras la lesión y con Thompkins en un estado anímico con muchas dudas, poco podía presagiar que iban a ser dos de los principales estiletes ofensivos de los blancos a los que se unió la buena lectura del pick & roll entre Llull y Ayón. Esa fue la clave para contrarrestar la endeblez de la zona blanca que permitía el juego interior de Augustine o las penetraciones de Rice para llegar a un marcador de vértigo en 10 minutos: 26-26 con dos equipos en situaciones muy contrapuestas de juego, los locales por dentro y los visitantes por fuera.
De lo bueno, lo peor
La escasa rotación del Real Madrid en el puesto de cuatro con las bajas de Nocioni y Reyes, más las faltas de Thompkins, hizo que Laso tuviera que tirar de Ndour para intentar parar la sangría interior, pero la realidad fue que el senegalés, lejos de mostrar una versión buena de sí mismo, era un coladero continuo en la defensa del bloqueo y continuación o en llegar tarde a las ayudas y tuvo su contestación desde el banquillo mandando Laso a Maciulis para jugar de 4 en la única opción que veía el coach blanco, eran los momentos peores y que creaban incertidumbre en el horizonte.
Matar al campeón
Que el Real Madrid no había jugado su mejor baloncesto en el segundo cuarto, era verdad, los triples no habían entrado, los rebotes caían en las manos equivocadas y las sensaciones no eran las mejores, pero de ahí a pensar que ya estaba todo terminado, reza un trecho muy largo para los que saben algo de esto, sobre todo cuando la ventaja era tan efímera como es de siete puntos que se llevó el Khimki al descanso, así que quizás más de uno debería meterse en un confesionario a reflexionar sobre este deporte y lo variable que es en sus cuarenta minutos a la hora de emitir una opinión que luego puede volverse en tu contra (ahí lo dejo).
El pívot ideal del Real Madrid
Quizás podríamos hablar del juego del equipo blanco en la segunda mitad del partido que, lejos de ser espectacular, fue sobrio, sereno y serio, aunque, pensándolo bien, estos tres adjetivos me definen a un jugador del Real Madrid con nombre Gustavo y apellido Ayón, él fue “el hombre” del partido, pero no le vamos a alabar por el encuentro tan excepcional que hizo y que le va a suponer, con casi total seguridad, el MVP de la jornada, sino por definir perfectamente lo que es un jugador de equipo, ¿Qué es eso? Muy sencillo, por ejemplo ser capaz de pelearte con los pívots del Khimki para coger dos rebotes en ataque que cedes gustosamente a Llull una vez y luego a Sergio Rodríguez para que (por fin) consigan un triple, el que coge a Thompkins para animarle cuando veía que el americano había fallado dos triples seguidos, el que sabe cogerse en la línea de pase allí donde está el balón y, en fin, tantas cosas que no le vamos a aburrir. En resumen, el pívot ideal que necesita el Real Madrid por encima de cuestiones técnico-tácticas.
El base que no es base
Les voy a dar un dato, ¿saben cuántas asistencias dio el Madrid? Pues 22, ¿y cuántas llevaron la firma de Llull? Pues 11, el mallorquín fue capaz de “usar” a Gustavo Ayón para sus intereses y partiendo de la jugada más vista en la historia del baloncesto con el bloqueo y continuación, fue capaz de repartir, repartir y volver a repartir juego, bien en el 2×2 o en las triangulaciones que se generaban para tener también su reparto de gloria con un triple que finiquitaba el partido y que le hizo soltar, tanto a él como a todos los que estábamos viendo el partido, toda la tensión que se acumulaba cada vez que veíamos a Rice coger el balón y nos recordaba tiempos peores.
Golpe de efecto, de confianza y de refuerzo
No seríamos justo destacando solo a Llull y Ayón, hubo más cosas buenas como es la perfecta defensa de los blancos en el último cuarto, la labor de Thompkins que dio atisbos de mejora, el papel de Carroll de desastacador en momentos claves, un Sergio Rodríguez que supo dar un paso atrás en el juego viendo cómo Llull estaba mucho más entonado o un KC. Rivers que sigue dando tranquilidad, en fin, esas cositas que hacen “equipo” y que han supuesto un gran golpe de moral para un equipo blanco que se despide de la Euroliga durante quince días para preparar el asalto a su tercera Copa del Rey consecutiva.
Así lo dejamos por hoy, volvemos el domingo con cita matinal ante Gipuzkoa Basket, hasta entonces, sean buenos y disfruten con las mejores jugadas del partido.