Un articulo de: @susanaurue
No han pasado ni 24 horas desde el desastre del partido del Sánchez Pizjuán y como me pasa últimamente, desahogo mi ira y frustración en unas lineas.
Ayer ví síntomas preocupantes en el equipo, una falta de compromiso total, desidia, pereza y sobre todo una incapacidad tremenda para salir de una situación provocada por ellos mismos.
No sé de quién es la culpa, no voy a ser ni juez ni parte, no quiero señalar a nadie en particular, sólo sé que este escudo no se merece semejante deshonor.
Alguien debería recordarles las palabras de D. Santiago Bernabéu: «La camiseta del Real Madrid es blanca, se puede manchar de barro, de sudor y hasta de sangre, pero jamás de vergüenza», y eso es lo que yo sentí ayer.
No entiendo cómo se puede dominar el primer tiempo y de repente desconectarse como si el partido no fuese con ellos, no entiendo esa incapacidad que tenemos de no matar los partidos, no entiendo las guerras de determinados jugadores por su cuenta, basta ya de alimentar sus egos personales, no salvo a ninguno. Lo tienen todo, juegan en el mejor club del mundo, son jóvenes, ricos y famosos. No merecemos tanta afrenta por su parte, no merecemos que jueguen así con nuestros sentimientos.
O mucho me equivoco o vamos camino de otra temporada de travesía en el desierto.
Mi único rayito de luz y esperanza entre tanta oscuridad es James. A él me aferro. Desde su salida al campo ¿Porqué tan tarde Rafa? fue el único que mostró capacidad de reacción, inconformismo y sobre todo dio muestras de querer echarse el equipo a la espalda. En torno a él ha de crearse el proyecto de futuro. Él debe ser nuestro Moisés.
Sólo espero equivocarme y que al final de temporada me tapen la boca, nada me haría más feliz. Ojalá no tenga que volver a escribir desde la tristeza, amo este club, amo estos colores, son mi pasión, por favor, no me provoquéis más lágrimas.
Sangre, sudor y… lágrimas.