Un articulo de: @soyvikinga
Cuando me preguntan si me gusta Benítez me siento como cuando de más jovencita me preguntaban por el niño aquel que empezaba a ocupar mis pensamientos y que me negaba a mi misma y a los demás. Con el agravante de que una está con el corazón cicatrizando y en este proceso no tienes más remedio que sentirte inexorablemente escéptica, insegura yrecolocando de nuevo la coraza en tu alma para evitar un nuevo desengaño…
Las dos últimas relaciones futbolamorosas han sido digamos que bastante tortuosas. La primera de ellas por intensa, la segunda por caer en picado en la más erosionante desilusión y esto, quieras que no, desgasta.
El amor con Mou surgió casi como un flechazo. Su conquista fue por invasión, sin pedir permiso, pasó y ya está. Fue un amor apasionado, profundo, de entrega total. Un amor de los que una sabe que no va a salir bien parada pero que no se plantea la previsible caída aún sabiendo que tarde o temprano llegará. Una se lanza al vacío y sin paracaídas segura de lo que hace, de lo que siente. Un amor en el que vivir el presente con todas las consecuencias. Él es el amado a quien se admira, se idolatra. Al que cuando miras lo haces con una luz especial en los ojos. Ante el que se babea y que te pone los pelos de punta dándote un vuelco al corazón con cada contraataque, con cada zas a la prensa, con cada gesto de honestidad. Nuestro madridismo jamás se sintió más seguro. Él fue el caballero que llegó sobre su corcel espada en mano a rescatar al madridismo de varios dragones acechantes: el Barcelona, la prensa, la depresión europea… Un amor sin fisuras, perfecto, pero un amor que duró lo que tuvo que durar porque aún sabiendo que el Madrid y él estaban hechos el uno para el otro, también sabíamos que era un amor que empezaba a doler. Había demasiados obstáculos que salvar y esa lucha desgastó la relación. Tuvimos que separarnos quedando mi corazón de madridista roto por impotencia. Roto por lo que pudo haber sido y ya creo que nunca será.
Convaleciente todavía y lamiéndonos las heridas dejadas por tan intensa relación nos obligan a empezar a salir con Ancelotti. En un principio la relación empieza con frialdad, con desconfianza, pensando todavía en el amor de tu vida que recién se ha marchado de tu vera. Dicen que un clavo saca a otro clavo y haces todo lo posible por ilusionarte. La relación empieza bien y empiezas a construir castillos en el aire cuando te regala la mayor alhaja que cualquier madridista ansía: la Champion. Pero no cualquier Champion, sino la Décima, la deseada joya de la corona que deslumbra con sus destellos en las vitrinas de casa. Cantamos con él nuestra canción de amor y nos aferramos a una relación que unas veces te da y otras te quita (cada vez más lo segundo que lo primero), todavía con el corazón mirando de soslayo a aquel amor frustrado pero que sientes como el verdadero. Y llega un día en el que empiezas a ver que él quiere más agradar a la suegra que ser fiel a sus principios, que ya no es el valiente que te impresionó en los inicios yendo contracorriente, pero sí el que se deja llevar por la comodidad, por la dejadez, por una calma que aburre, que no te encanta, que te desencanta con cada decisión… La ilusión se va apagando y cuando quieres darte cuenta es la desilusión la que te ha invadido cuando ni siquiera el amor había empezado. En realidad nunca fue amor. Hoy en día lo sabes. Y es que el corazón sabe de razones que la razón no entiende…
Y ahora llevamos unos meses saliendo con Rafa Benítez. Una relación que al igual que la anterior comenzó con muchos titubeos por mi parte. De nuevo un amor impuesto, obligado y al que no miraba con buenos ojos. Nunca me agradó pero en esto del madridismo no hay lugar al pataleo. Nos ablandaba el corazón a estas alturas ya de piedra el día que entre lágrimas pidió nuestra mano en sociedad, pero aún no era suficiente para caer rendidos a sus pies. Había que darle tiempo al tiempo. Ahora todavía es una relación tranquila, sin muchos altibajos. Aún no me atrevo a decir que me ha conquistado, quizás por lo que decía al principio: mi corazón aún está convaleciente y ha sufrido ya muchos golpes. Está en proceso de cicatrización y no me quiero ilusionar tan pronto, que después pasa lo que pasa. Veo cosas que me gustan y aunque el juego que propone no me enamora con todas las letras, a veces pienso que hay que darle una oportunidad a quien lo intenta, a quien al menos te defiende, se afana por seducirte. Así que ahora mismo voy a darle chance al amor. Veo un atisbo de ilusión y me quiero agarrar a ella esperando a que definitivamente me conquiste. Sin exponer demasiado (no vaya a ser que vuelvan a destrozar este corazón con coraza y todo) hoy me apetece dejarme llevar. Con reservas, sí, pero dejarme llevar al fin y al cabo. Así que con la boca pequeña, pero me apetece decir: Rafa, ¿Lo intentamos? Quizá lo nuestro funcione…