Una crónica de: Manuel Perez Abascal
Y en estas llegó el Madrid a Donosti, con todo el mundillo futbolístico pendiente de un batacazo que diera que hablar, con sus numerosas e importantes bajas. Ausencias en posiciones claves de jugadores cuyo peso e influencia en el juego de cualquier equipo supone un verdadero quebradero de cabeza.
Pero este Madrid está hecho para este tipo de situaciones y tragos. Una institución que se mueve mejor que nadie en estas lides, que saca la mejor de sus versiones porque tiene fundamentos más que suficientes para llegar a un campo como Anoeta, ante un rival como la Real, tirar de personalidad y fútbol para mantenerse más vivo que nunca en una competición que es tremendamente exigente y en donde todo el mundo te espera con el cuchillo entre los dientes. «Nosotros contra todos», un lema que tenemos grabado a fuego y se ha convertido en una máxima en la que todos, jugadores y aficionados deberíamos tener siempre presente tanto a la hora de saltar al césped unos, como a la de asistir al Bernabéu los otros.
Pero hoy el Madrid salió reforzado de su visita a San Sebastián. Ganó, y ganó bien, con justicia. Fue mejor con balón y sin el. Salió decidido, mandando con el balón en los pies y superando desde el centro del campo la resistencia realista y replegándose sin balón no sufriendo en gran medida. El equipo de Eusebio Sacristán no conseguía detener las acometidas y se mostro apabullado y frustrado, sin espacios para salir jugando debido a la presión alta en zona realista. Todo por obra y gracia de Zidane que una vez más, sorprendió a todos con la inclusión de Mayoral en punta. Una decisión ofensiva que lanzaba un claro mensaje: el Madrid necesitaba ganar e iba a por ello.
Pero el Madrid ganó el partido por decisión y fútbol, por movilidad continua de sus mediocampistas (Isco ejercía movimientos de medio centro y Casemiro se descolgaba buscando el balcón del área realista), con Modric como termómetro habitual del juego y siendo la brújula que guiaba al equipo. Los laterales tan ofensivos como siempre, con mención especial a Theo Hernández que tuvo un papel protagonista en ataque durante la primera mitad y lidiando defensivamente ante Odriozola (jugador al que convendría seguir la pista) y cumplió de sobra en ambas zonas del campo.
La dupla Isco-Asensio percutiendo y eliminando líneas desarmando a Illarra y Zurutuza, buscando al protagonista silencioso del encuentro, Borja Mayoral. El delantero estuvo en todas, las que remató y en las que no, pero que también acabaron en gol. Mayoral estuvo y Bale nunca ha dejado de estar. Con la actuación del primero, queda aparcado de momento el debate del «9» y con el golazo del galés, ojalá se cierre otro; el de si «Bale o no Bale».
Bale no está en su mejor momento, es una obviedad, pero ni era tan malo hace unos días, ni tan bueno hoy tras el magnífico gol que sentenció el partido. Un gol que le define a la perfección: Pase al espacio, una carrera de 73 metros y una definición al alcance de muy pocos. Más allá del gol, Bale sufre con el nuevo aire del Madrid. Un Madrid diseñado para el toque y la asociación y un jugador de pura potencia, hecho para la carrera, el desmarque y los espacios. No está cómodo e interviene menos en la construcción del juego de ataque. Pero a cambio, ayer estuvo solidario y trabajador. Interesante aportación cuando no estás fino.
Zidane no engaña a nadie. Apostó por Mayoral y sigue creyendo en Gareth Bale. Ambos le han devuelto la confianza salvándole de un buen marrón y con una aportación decisiva para que el Madrid haya igualado los 73 partidos consecutivos marcando del mítico Santos de Pelé. Ya sólo nos queda la duda que récord caerá antes, si este, o el de penaltis no señalados al Barcelona.
El miércoles nueva prueba ante el Betis, pero esta vez con el jugador franquicia de vuelta. Se espera con los brazos abiertos la aportación de Cristiano, pero por si acaso, siempre nos quedará Borja Mayoral.