OPINIÓN | El calviguapo

Un articulo de: @Mrsambo92

Zinedine Zidane les dijo una frase a los jugadores al poco de llegar al Madrid que se me grabó a fuego: “Esta es una carrera corta y tenéis la suerte de estar en el Real Madrid. Aprovechadlo”.

Creo que a ellos también se les grabó viendo al hambre voraz que están demostrando en este año y medio que llevan dirigidos por él.

Se me grabó porque me recordó a otra frase que nos decía mi padre en mi equipo de fútbol cuando jugábamos los fines de semana. “Es sólo una hora a la semana y es algo que os gusta, dadlo todo y estad concentrados”.

Esa frase de Zidane es casi una apelación a la infancia, a la esencia del juego, a la diversión, a aquello que lo justificó y creó, y que de alguna manera es lo que ha terminado trasmitiendo este equipo: Diversión, dinamismo, alegría y competitividad. Ganar y disfrutar.

Da igual, nada de lo que haga o diga será valorado por el antimadridismo, el grueso de los medios de comunicación y parte del madridismo (los ezzzzzpertos). Todo se reduce a un sesudo análisis: La flor.

Faltar el respeto sale gratis en este país cainita y prepotente, donde la superficialidad y frivolidad definen a los medios y a lo comercial, donde el análisis profundo y sosegado no tiene cabida, salvo que sea sesgado para vestir lo anterior.

Da igual que sea una leyenda del fútbol, uno de los mejores jugadores de la historia y un hombre intachable. Si cometes el pecado de ser del Real Madrid se te denigrará, faltará al respeto y despreciará.

¿Por qué no se aplaudió a un entrenador elegante, señorial y que es una leyenda en esto del futbol, tras conseguir su segunda Champions consecutiva, cuando sí se había hecho con un entrenador que no fue un modelo en su carrera futbolística, precisamente, que la armó en plan macarra en esa misma final o que nos deleita con collejas a los árbitros? Apuro más, ¿por qué en aquella final se aplaudió a Simeone y no a Ancelotti, merecido ganador y todo un caballero? Pues eso.

La flor de Zidane antes fue la de Ancelotti, o la de Capello (gugleen, gugleen, y verán que novedosos son) y antes la de… Da igual quién sea. Unos serán demasiado duros (Capello, Mourinho, Benítez), otros son meros alineadores, pacificadores o títeres de la plantilla que se autogestiona (Ancelotti, Del Bosque, Heynckes, Arsenio), unos serán bordes, como Schuster, otros unos graciosillos, como Toshack; unos son flipados, como Luxemburgo, inexpertos, como López Caro, o inútiles, como García Remón; otros son vagos, como Pellegrini, y otros cobardes, como Camacho… pero estas calificaciones sólo tendrán lugar en el Real Madrid, porque antes de venir o una vez salgan serán genios de la lámpara. Heynckes fue excepcional antes de llegar al Madrid y un genio tras irse: Mourinho el mejor del mundo mundial (a este le siguen teniendo rencor porque desenmascaró a esta fauna), Capello no digamos, Pellegrini el mejor entrenador de la Liga para Marca antes de venir, Del Bosque el mejor de la historia tras ganar el Mundial, Ancelotti el puro éxito… y así hasta el infinito.

Porque de lo que se trata es de desestabilizar al Madrid, generar polémica, de que no le vaya bien, de sumar al público antimadridista con las noticias madridistas que tanto ansían, así que cuanto antes se cuestione al entrenador mejor… No sería grave si, como siempre y como he escrito en otros artículos, el madridismo no comprara esa basura de inmediato o una vez pasado el tiempo.

El escozor del éxito de Zidane es tal, que en las tertulias se pasan más tiempo buscando sombras o posibles desastres futuros que analizando una revolucionaria gestión y una trayectoria sin parangón en el fútbol moderno. Ya no es la falta de respeto, es la prepotencia de la ignorancia.

Resulta que a Zidane no se le puede valorar aún, que hay que esperar al año que viene, o sea, la misma frase que se aplicó tras ganar la Undécima, esperando que se pegara el batacazo este año. Os lo resumo, a Zidane se le podrá valorar cuando pierda algún partido, porque claro, ahora resulta que tiene casi tantos títulos como derrotas (5 a 7), y en verano podría igualar la marca con un poco de suerte. A Zidane no conviene valorarle porque está reventando récords y prejuicios, como Cristiano, y eso perjudica al discurso de algunos y minimizaría el santoral culé con Guardiola al frente. ¿No es para gozarlo? Madridistas, no se solivianten, ¡Gócenlo!.

A todo esto Zidane responde con una sonrisa.

Tenía aparcado un artículo sobre Zidane desde principios de temporada, que titulé “Zidane, el italiano”, donde iba a desarrollar el carácter práctico y a la vez sui géneris de su Real Madrid, y que no terminé de hacerlo. En él quería explicar como Zidane había ido asimilando las enseñanzas que había aprendido, como había digerido las virtudes de los entrenadores y equipos en los que había estado, poniendo especial énfasis en el Lippi de la Juventus, donde la practicidad italiana y ciertos aspectos de su gestión han sido incorporados al Madrid, pero transformados a la idiosincrasia del club y, sobre todo, de sus jugadores. Un aspecto en el que veo paralelismos con Guardiola, donde su gran innovación no fue ofensiva con el fútbol de toque (visto desde los 70 y patentado en España por la Quinta del buitre), sino en defensa, esa defensa con balón en infinitas posesiones sin riesgo y en la presión intensa de 10 segundos, aspecto competitivo mamado de Italia, donde el español jugó. Pero poco a poco descubrí que había algo más. No sólo había asimilado las virtudes.

Jamás vi en el mundo del fútbol un tipo que fuera tan consciente de los errores que ha padecido, que han sufrido los equipos a los que perteneció, y aplicara soluciones concretas a todos y cada uno de ellos como he visto hacer a Zinedine Zidane.

Esa asimilación de las virtudes y corrección de los defectos o errores que padeció en sus equipos, con sus entrenadores o por sus decisiones, es lo que le ha llevado a recoger las rotaciones que vivió con Lippi, llevándolas a un nivel superior, así como la insistencia en el equilibrio, la intensidad y la regulación de esfuerzos, incluso dentro de los partidos, lo que nos ha llevado a vivir muchas veces en el alambre. A contar con el preparador físico que mejor le hizo estar, Antonio Pintus.

O que tras vivir lo que le ocurrió con Queiroz o Ancelotti, a evitar las caídas físicas, lo que logra con la idea de rotar más mencionada antes, formar una plantilla larga que permita que la rotación se pueda mantener y extender (algo que sólo puede hacerse a este nivel en grandes equipos), una idea de “equipo” en su máxima expresión, confirmada y demostrada con hechos, donde todos tienen su rol, su importancia y su peso potenciando sus individualidades, donde ha llegado a cambiar hasta nueve jugadores de un partido para otro sin que el equipo se resintiera, siempre sabiendo qué hacer con dibujos distintos; no regalar excesos físicos en partidos más ligeros o menos exigentes, incluso alterando los ritmos dentro de los mismos (frente a rivales inferiores que luego nos  han generado problemas en ocasiones, todo tiene sus riesgos)… Estoy convencido que incluso en muchos de estos aspectos se pone como ejemplo, pone sus circunstancias y sucesos de su carrera en primer plano valiéndose del respeto y prestigio ganado en el campo, como en el caso de Cristiano Ronaldo.

Tengo la teoría de que se puso, precisamente, como ejemplo ante Ronaldo. Zidane vio y sufrió cómo tuvo que acortar su carrera. Recordarán ustedes cómo durante años se pidió incluso su vuelta, se tenía la idea de que se había ido demasiado pronto, que le quedaban varios años de fútbol… No sería raro que Zidane pusiera esto como argumento ante Cristiano Ronaldo, esgrimiendo que su privilegiado físico le capacita para estar muchos años más en la élite, para extender su carrera hasta donde él no pudo, pero que para sumar años es recomendable ahorrarse partidos y meses. Un ahorro que le servirá para seguir siendo letal cuando más se le necesita, como ha ocurrido esta temporada de forma evidente. Ronaldo se veía capacitado para ser decisivo durante toda una temporada, pero su ansia de gloria y victoria le han hecho entrar en razón con el ejemplo de uno de los grandes jugadores históricos que ahora es su entrenador. Zidane siempre fue la pura honestidad profesional, confesando en ruedas de prensa cuando sabía que había jugado mal sin ningún tipo de rubor o complejo, gesto del que se sabe grande, y renunciando a un año de contrato por no sentirse capaz de dar el rendimiento que se esperaba de él durante una temporada entera. Esta enseñanza, además de la madurez adquirida por el portugués, que ya ha superado todo lo superable, es lo que ha llevado al astro a seguir las indicaciones de su entrenador, cómo él mismo ha explicado.

Zidane convierte en virtud lo que para otros son defectos, potenciando y adaptándose a las características particulares de sus jugadores. Un ejemplo es Marcelo. En vez de llorar porque Marcelo defiende más o menos, como hacen muchos, ha modificado al equipo para aprovechar las virtudes y el desequilibrio que proporciona el excelente lateral brasileño, sacándole todo el partido, mejorando a un jugador de clase mundial absolutamente determinante.

Ha mostrado gran cantidad de matices y variantes tácticas, que los expertos no valorarán, especialmente cuando se centran en el análisis de esos partidos menos comprometidos en los que el equipo levanta el pie en cierta medida y los resuelve compensando y administrando sus esfuerzos, aspecto que cambia radicalmente en los partidos importantes, donde el equipo muestra todo su arsenal competitivo y la abrumadora gama de recursos (ofensivos y defensivos) para anular y dominar a los rivales. Ha decidido y variado la tendencia de partidos desde los cambios, por ejemplo en Villarreal, o los ha volcado desde algún matiz, como en la misma final de Champions, pegando más a Isco a banda y abriendo el campo. Precisamente Modric explicó detalles tácticos dados por el cuerpo técnico en la final, que denotan un profundo trabajo y estudio de los rivales, donde el ensanchar el campo tenía la función de profundizar mucho en banda, pero donde los centros debían ir rasos y a ser posible hacia atrás, donde la defensa de la Juventus (ese equipo inaccesible defensiva y tácticamente, que sólo había recibido tres goles en la competición y que en la final se llevó cuatro, superado Allegri, otro más, por la pizarra de Zidane) mostraba debilidades… No escuché a ningún experto hacer ese análisis antes del partido.

Tiene claro la importancia del físico, fuera de vanas y vacuas poesías. Ha reivindicado la intensidad, así como su inteligencia sabe cómo manejar jugadores, a los que hay que manipular un poco, como ha explicado, para sacarles todo el rendimiento. Ha superado a todos los sabios del fútbol a los que se ha enfrentado… pero sin saber ni demostrar nada, no se vayan a creer. Con humildad.

El Madrid de Zidane, como ya implantó el de Mourinho, domina todos los roles del juego, sabiendo manejarse en las contras, dominando o descorchando a los rivales, haciendo que se desfoguen en los primeros minutos para darles la puntilla después (Nápoles, Bayern, Juventus…). Es la practicidad, en suma.

Podemos debatir y elucubrar, especialmente si eres tuitero o jamás has dirigido a nadie importante, sobre lo que debería hacer Zidane, sus errores y defectos. Si el 433 o el 442. Yo os puedo poner decenas de ejemplos de grandes partidos con el 433 y de malos partidos con el 442… y viceversa; de partidos excelentes con Bale y muy malos con Isco… y viceversa, de críticas que se hacían a priori a Zidane por sus decisiones y luego las rectificaciones.

Zidane es consciente de que un equipo que se compromete minimiza la importancia del dibujo, que un equipo que está bien física y mentalmente hace mucho más innecesario un encorsetamiento táctico cuando es superior. Es evidente que un trabajo táctico adecuado siempre redundará en beneficio del equipo, como también que no en todos los partidos es necesaria esa exigencia. Y Zidane ha jugado con todo ello a la perfección. Se equivocará como todos, y ahí estarán muchos para decirlo cuando una de cada 100 veces acierten o cuando pierda algún partido, pero yo seguiré en mi convencimiento de que se equivocará infinitamente menos que todos esos expertos.

Se cuestiona la sapiencia de un hombre que jugaba en el medio campo, con un conocimiento excepcional del juego, que tenía un recorrido ofensivo que iba de área a área, recibiendo de Casillas y llevándola a la otra portería, conviviendo en vestuarios complejos con gente talentosa como él, con egos exacerbados, aprendiendo de los mejores y más experimentados entrenadores (Lippi, Mourinho, Ancelotti, Del Bosque…)… porque el caso es dar que hablar y generar una polémica. Por supuesto, los que hablan ni siquiera se han acercado a un vestuario de alta competición.

Y todas las virtudes, que serían vanagloriadas y exaltadas si vinieran de cualquier otro que no perteneciera al Real Madrid, han sido puestas en solfa constantemente con Zidane, incluso desde el madridismo, siempre dispuesto a un prejuicio con su equipo y sus miembros.

En Zidane todo es suerte o no tiene importancia, con Zidane siempre hay que esperar al año siguiente para comprobar su valía y trabajo… Un hombre que ha mantenido una regularidad asombrosa levantando a un equipo depresivo (o que estaba directamente ninguneando al anterior entrenador) bajo la dirección de Benítez y con ridículos como los de Cádiz en la Copa, ganado una Liga oficiosa, la que va de la segunda vuelta de la temporada 2015-2016 donde coge al equipo, reduciendo a un punto la enorme diferencia que le sacaba el Barcelona, a la primera de la 2016-2017, que terminó como destacado campeón de invierno, o sea, 38 jornadas, rubricada con la oficial de esta temporada que nos ha devuelto un título que es tan nuestro como la Copa de Europa, pero que no saboreábamos desde la estancia del gran Mourinho en el banquillo.

Es por esta razón, que el universo mediático, inundado de antimadridismo, se ha apresurado a frenar posibles alabanzas y comparaciones, despreciando a Zidane para subir a los altares a Guardiola, cosa que no necesitaban hacer porque ya lo elevaron hace años.

Así, lo que en Guardiola era talento descomunal en la gestión y la pizarra, en Zidane es flor, lo que en Guardiola era talento del entrenador en Zidane es que los jugadores son muy buenos, lo que en Guardiola era la revolución e invención del fútbol en Zidane es ser un alineador que perdió con La Roda y no ha demostrado nada… ¿No notan ustedes ligeras diferencias? Debe ser que Xavi, Messi e Iniesta sólo eran buenos al lado de Guardiola, mientras que Cristiano, Modric y Kroos deben serlo a pesar de Zidane. Debe ser que la herencia italiana que trajo Guardiola al fútbol español adaptándola a su equipo (el catenaccio de toque), su fútbol de toque que viene de los 70 y aquí patentó la Quinta del Buitre, es revolucionario, pero la innovación de las rotaciones y la flexibilidad de un equipo que domina todos los resortes futbolísticos es autogestión…

Se ve que gusta más la falsa humildad, la condescendencia desde la victoria, la queja al árbitro hasta cuando acierta, el mensajito político infumable, las indirectas cuando pierde cuestionando hasta la propia competición o pechear al entrenador rival, que la sincera humildad del que ha sido uno de los jugadores más grandes y elegantes que se han visto en un campo de fútbol, que se apartó mucho antes de que cualquiera se lo pidiera, que jamás ha dicho una palabra más alta que otra, ni se ha acordado de sus rivales, que maneja provocaciones con sonrisas… pero claro, este segundo tiene un problema. Se retiró en el Real Madrid y ahora lo entrena.

Las diferencias son tan abismales que sonroja. La que hay entre la falsa y la verdadera humildad. Mensajes radicalmente opuestos.

Zidane es una suave mosca cojonera, una elegante e inamovible piedra en el zapato del antimadridismo y los medios de comunicación, que está haciendo historia ganando dos Champions seguidas, hito nunca logrado, con cinco títulos en año y medio. ¡Y encima es guapo, bueno y millonario!.

Su calva nos guía el camino, en ella se vislumbra, cual bola de cristal, el esplendoroso futuro del club más grande del mundo. Que lloren y hablen, nosotros seguiremos a nuestro calviguapo de mirada profunda y cálida sonrisa.