Un articulo de: @danipuerto6
Eran los gladiadores los mayores atletas del imperio romano, altamente cualificados para el combate y aclamados por multitud de admiradores. Guerreros cuyo estilo de vida iba orientado a aprovechar en la arena del Coliseo todas sus aptitudes físicas y técnicas.
Leyendo esta descripción de aquellos rudos hombres, entendemos por qué a Felipe Reyes (Córdoba, España. 37 años) se le apoda así. Gladiador porque no teme a nadie, gladiador porque no se rinde, gladiador porque cuando salta a la “arena”, mata o muere, porque para Felipe, cada actuación se reduce a sudor, pelea y triunfo, porque nadie es tan fiero en la zona como Felipe, porque nadie dominó tanto el arte del rechace como Reyes.
204 centímetros y 108 kilos adornan a Gladiador Reyes, escaso físico para competir contra los titanes a los que Felipe se ha tenido que medir a lo largo de toda su carrera, se podría pensar, error. Brazos larguísimos, hombros fuertes, espalda ancha, Felipe comienza a igualar la pelea con su físico, como el mejor gladiador, la armadura cuenta y no por llevar menos “protección” se está más desprotegido, con ese cuerpo compacto, duro, eficiente, empieza el cordobés a medrar en la zona, a dejarle claro a sus rivales que él está ahí y que nada ni nadie lo va a sacar, esa determinación, esa falta de miedo es lo que le da a Felipe la primera ventaja, pues el rival, creyéndose superior, le menosprecia.
La segunda parte de esa pelea es en la que Felipe se mueve con astucia. Coloca un pie allí, golpea y mueve a su rival con la cadera allá, le empuja, le desequilibra, le carga, mete un codo, luego el hombro y poco a poco le gana el espacio y le saca de quicio, Felipe estresa al pivot contrario, le obliga a estar más pendiente de esa guerra en la pintura que de ver donde caerá el balón, porque mientras todos miran como ese balón sale de las manos del tirador, cuando todos están mirando como el balón describe el arco que irremediablemente le llevará al aro, Felipe ya se está moviendo, Felipe ya está ganando la posición, Felipe ya se ha llevado el rebote.
De Felipe podríamos hablar de records, de hecho, no recuerdo un jugador español que acaparase más que él. Jugador más valorado y máximo reboteador histórico de la ACB, apunto de ser el jugador que más veces saltó a una cancha a jugar un partido en la liga española y máximo anotador en la historia del Madrid en España. Tampoco Europa se salva del puño de hierro de Felipe, de su dictadura numérica, de su dominio estadístico, pues gladiador está entre la élite histórica en puntos, rebotes y valoración sin estar en esas mismas estadísticas entre los jugadores que más minutos juegan.
Felipe “nació” para estar en las sombras de esa generación de oro, esa generación del ’80, la de los juniors de oro. Felipe no se conformó con ser el gregario de los Gasol, Navarro, Calderón, quiso ser figura y desde ese trabajo sucio, de ese trabajo oscuro, creció hasta codearse con esos mitos vivos del basket nacional, incluso podríamos decir que dentro de muchos años la figura de Felipe será más grande que la de muchos otros de su generación que eran llamados a ser “la estrella”. Porque Felipe si algo tiene es que como el buen vino, mejora con el tiempo. Quien vió a ese primigenio Reyes de su etapa en estudiantes o los primeros años en Madrid, no le reconocería ahora. Tirador, capaz de asistir, de ver el juego como un exterior, capaz de botar y jugar de espaldas o de ser un seguro desde el tiro libre, cada año presentando una mejora, cada año demostrando que los años y la capacidad de crecer no están reñidos, fuerza de voluntad, talento para aprender y pese a sus 37 años, seguir siendo útil, seguir siendo importante.
Felipe, el gladiador indomable, el invencible luchador de la arena será eterno en el Madrid, cuando se retire, dentro de dos o tres años, o dentro de 100, será historia del baloncesto europeo, será recordado como aquel pivot que partiendo de la nada, lo tuvo todo.