Un articulo de: @resurreccion_93
Decía Otto von Bismark, el gran canciller y estadista considerado fundador del Estado alemán moderno: “España es el país más fuerte del mundo, pues lleva siglos queriendo autodestruirse y todavía no lo ha conseguido, el día que deje de intentarlo, volverá a ser la vanguardia del mundo”. Hay estudiosos de la Historia Moderna que no confirman la autoría de esta acertadísima frase al “Canciller de Hierro”, pero en cualquier caso es real como la vida misma y a mí me lleva indefectiblemente a aplicársela al Real Madrid que por más que moleste a muchos es la entidad social que más aglutina el sentimiento patrio. Es absolutamente imposible entender como este bendito club es el más grande y laureado del mundo a pesar de los ímprobos esfuerzos que desde dentro hacemos (unos más que otros) para su destrucción. Como diría Bismark, si todos esos esfuerzos se emplearan en hacer frente común volveríamos a ser irremisiblemente el mascarón de proa del futbol, la vanguardia, como ocurría en tiempos de D. Santiago.
He empezado a escribir este artículo a la vez que escuchaba el último pod de “El Diario de Mou” y la entradilla coincide en gran manera con este preámbulo que he descrito (gran iniciativa Dan). Unión, unión sobre todo de este madridismo surgido de los sectores más alejados del núcleo de poder del club.
En 1965 San Juan XXIII en vista de que la Iglesia Católica se había quedado vieja y trasnochada, propuso la realización del Concilio Vaticano II que revitalizara y abriera las ventanas para que la Iglesia se adaptara a los nuevos tiempos. Fue duramente criticado por los sectores más clericales y conservadores de la iglesia así como por la curia romana más cómodamente asentada. No pudo acabar el Concilio, no vio sus resultados finales, murió antes, pero fue su impulsor. 50 años después la Iglesia lo reconoció canonizándolo.
Aunque pueda parecer una irreverencia yo veo en José Mourinho esa figura que vino a romper con la actitud de club viejuno y obsoleto que caracterizaba al Madrid. Este hombre vino a abrir armarios carcomidos en sus estructuras y lo que de allí salía era un desagradable olor a alcanfor pasado que era incapaz siquiera de impedir que la polilla antimadridista destruyera la esencia de la casa. Fue una bocanada de aire fresco, para sacar de ese armario esas prendas pasadas de moda, las cuales impregnadas de polilla contagiaban todo el vestuario.
Cuando el “stablishment” vio peligrar su dominio decidió cercenar la cabeza del que osó abrir las puertas y denunciar que el club se había instalado en la burguesía mediocre, en el conformismo derrotista, manteniendo un club anticuado y “loser”. Pero ya no había marcha atrás, muchísimos nos vimos representados por aquel “nazi portugués” que daba altavoz a lo que ya muchos pensábamos desde hacía tiempo. El Madrid es mucho más que los “lobbys” de poder que se reúnen con sus puros y sus negocios en el palco del Bernabéu, mucho más que ese contubernio pseudoperiodistico que desde As, Marca, COPE y SER dirigen la idiocia de un aficionado ramplón y sin personalidad que por tener un abono que muchas veces desprecian cuando no desprestigian creen aun ser el sanedrín del madridismo; cuatro ignorantes que por levantar la mano a la búlgara en las asambleas de compromisarios se piensan que ellos son el Real Madrid. Demasiado tarde para ese nido de madridistas anacrónicos. Mourinho sembró una semilla que está brotando con fuerza en las redes sociales y en los lugares alejados del centro de poder del club. El madridismo de fuera de Madrid es grande, inmenso y también dentro de Madrid es cada vez mayor el movimiento de personas que amando al Real Madrid, no se identifican con ese madridismo rancio; es lo que yo llamo “Madridismo de Ultramar”.
Ayer tomaba café con uno de esos madridistas que como yo, vive, sufre y disfruta al Real Madrid desde lejos, de los que se tiene que pelear cada día en tierra hostil con el aficionado medio antimadridista que nos odia, en el que han calado primero años de dominio de nuestro equipo y después patrañas y mentiras difundidas por esos medios a los que se sigue dando carta blanca para moverse por el club. Tomábamos café a más de 300 km del Bernabéu, motivos profesionales me llevaron a Valencia, territorio comanche donde los haya y mi querido Toni (jefe y amigo) y yo compartimos unos minutos hablando de nuestra pasión, el Real Madrid, nos ha unido desde distintos puntos de la geografía española ese amor al blanco. Nos contábamos con emoción como había surgido nuestro deseo de exponer a los cuatro vientos, nuestro inconformismo ante un madridismo que poco a poco se moría en la autocomplacencia y la nostalgia y de cómo las redes sociales nos habían ido uniendo a cientos, miles de tuiteros, bloggers y demás fauna cibernética, hartos de tragar con mentiras que destruían la imagen del mejor club del mundo, muchas veces esas patrañas salían desde nuestro propio club. Nos lamentábamos de no poder ver a nuestro equipo en nuestro estadio, mientras que los que tenían esa inmensa fortuna lo despreciaban marchandose en el minuto 80 para no coger atascos ¡Cuánto daríamos por poder vibrar “in situ” cada domingo con nuestro equipo!.
Lo que queda claro es que a todo ese madridismo silente lo despertó un personaje odiado por los poderes fácticos. Sin él seguramente seguiríamos sin voz, desesperados preguntándonos que hacer para revertir ese camino tan señorial con destino al desastre. Nos hemos quitado los miedos y hemos logrado alguna victoria meritoria que no es más que el comienzo de una guerra por devolver al Real Madrid a la vanguardia que proclamaba Bismark. Estoy convencido de que un día también José será reconocido y elevado a los altares madridistas como el héroe que salvó al club del anquilosamiento y la demencia senil que lo atenazaba, ayudado en su labor por la infatigable constancia del “MADRIDISMO DE ULTRAMAR”… ¡HALA MADRID Y NADA MAS!