Una crónica de: @OlgaUnMundo
Feliz de volver a escribir otra crónica para el ilustre El Diario de Mou, a pesar de que es un día aciago.
Si tuviera que describir el partido de anoche, en una palabra, creo que sería “indescriptible” precisamente. También “incomprensible”. No entendí nada de lo que pasó sobre el terreno de juego.
Considero que había habido un pequeño punto de inflexión con el Osasuna. El Madrid seguía sin jugar bien, con ciertos jugadores que no levantan cabeza y más lesiones, pero había brotes verdes. Una muy ligera progresión. Algo empezaba a carburar. El partido del Liverpool, a pesar de la derrota y de hacer una segunda parte mala, no me pareció tan mal.
Pero ayer retrocedimos en el camino. Perdimos sensaciones de nuevo. Y lo peor: puntos. Puntos que nos van a hacer mucha falta en primavera.
La alineación era más o menos la esperada. Carletto tiende a sorprendernos muy poco. Courtois indiscutiblemente en la portería, en la defensa Lucas Vázquez, Raúl Asencio, Rüdiger y Fran García en la retaguardia; el centro del campo comandado por Ceballos, Tchouaméni, Valverde y Bellingham; y el ataque con Rodrygo y Mbappé.
Sabíamos que íbamos a sufrir con la pareja Lucas Vázquez-Nico Williams. Creo que esto se ve claramente, pero Ancelotti es hombre de ideas fijas. Por decirlo finamente.
La primera pregunta que te haces es si en un partido así tiene sentido poner de inicio a dos jugadores que vienen de lesión como son Rodrygo Goes y Aurélien.
Y la segunda es ¿A qué viene este sistema tan conservador? El equipo de Valverde (Ernesto) no es un equipo que se encierre. Al contrario, suele jugar en bloque alto. Pero no es el Liverpool. Te compite, te juega, es un quebradero de cabeza, pero tampoco es el coco. Está en un buen puesto en la liga, son cuartos. Pero es que el nivel de ésta es bastante bajo. Sin desmerecer su juego ni sus méritos, ni mucho menos.
El partido comenzó con un Athletic con ganas de jugar el partido y con un Madrid apático sin ideas. No controlábamos el juego y tampoco el balón, el cual no nos duraba más de tres pases seguidos.
Imagen: realmadrid.com
Como era de prever, Nico Williams le ganaba la partida a Lucas y Valverde tenía que achicar agua, por lo que se perdía consistencia en el centro del campo. Bellingham (uno de los mejores del partido de ayer junto a Asencio), todo corazón y pelotas (no las de cuero precisamente), tenía que trabajar el doble corriendo y gastando energías de más. Con este panorama, la salida del balón se complicaba y no llegaba a la delantera. El ataque se veía muy perjudicado.
Tras unos minutos, llegaron algunos brotes verdes de las piernas de Rodrygo. El Real Madrid pareció que asentó algo el juego, aunque no era ninguna maravilla.
Y entonces ocurrió una serie de jugadas que condicionaron el partido, perjudicando claramente al equipo visitante: un claro agarrón a Mbappé en el área, seguido por una zancadilla a Goes y acabando con un gol del francés en fuera de juego.
La opinión sobre el conjunto arbitral se la dejo a nuestro compañero Nilo, que ya lo ha despachado a gusto en su crónica.
Pero ver, prácticamente jornada tras jornada, la inmensa creatividad con la que arbitran según qué jugadas al Real Madrid es indigno. No son errores arbitrales, que ya sabemos que el nivel es paupérrimo. Son malos, sí. Pero no sólo porque son limitados, sino porque son de una bajeza apabullante. La prevaricación sigue siendo la bandera de los hijos de Negreira. Y nos tenemos que aguantar, mientras vemos que los agarrones se pitan diferente, según el color de la camiseta del que los reciba.
El Madrid no estaba jugando bien en absoluto, pero ese gol que debería haber subido al marcador, quizá hubiera cambiado el rumbo de las cosas.
Al contrario, ocurrió lo que se venía venir: gol de los leones. Un centro de Iñaki Williams que rechazó Courtois y que Berenguer supo aprovechar muy bien para marcar el 1-0.
El madridismo respirando fuerte. Exasperado.
Antes del minuto 60 se produjo el primer cambio. Pronto, para lo que nos tiene acostumbrados el bueno de Carlo Ancelotti. Pero incomprensible. Ceballos por Brahim. Que necesitábamos un punto de anclaje en el ataque, con un Mbappé sin nada (sin suerte, sin sangre, sin coraje por no decir otra cosa, sin espíritu competitivo y sin espíritu en general) estaba claro.
Imagen: realmadrid.com
Brahim aporta siempre esa chispa que enciende partidos apagados. Pero no por Ceballos, que era uno de los mejores del partido hasta el momento. Debería haber sido por Tchouaméni, que estaba teniendo un partido muy malo, lento y poco acertado.
Como Dios es madridista (que no os quepa ninguna duda), nos envió una ayuda celestial a través de un claro penalti del portero Agirrezabala a Rüdiger que Sánchez Martínez sí decidió pitar esta vez.
Mbappé, que no fue capaz de chutar contra el Getafe brindando la oportunidad a Bellingham, decidió que iba a transformarlo. Pero al igual que pasó en Liverpool, dudó, se asustó, fue indeciso y lo falló.
La desesperación del madridismo fue inenarrable. Y lo continúa siendo.
En el minuto 71 se produjeron dos cambios más: Mendy por un impreciso Fran García y Modric por Tchouaméni, que debería haber salido mucho antes. De nuevo, difícil de entender el cambio de Ferlán por el castellano, que, aunque estaba impreciso, era la mejor opción para infundir mordiente al ataque por el lateral.
En el minuto 78 Mbappé hizo un tiro a puerta que vino rechazado, pero Bellingham (qué pedazo de jugador y cómo sabe leer dónde estar en cada momento), chutó para empatar el encuentro. El Madrid respiraba con la esperanza de venirse arriba y ver si se conseguía el segundo tanto para alcanzar la victoria. Casi lo consiguió el parisino, cuando sirvió un pase a Rodrygo que no pudo convertir, ya que el portero estaba bien atento para cerrarlo.
Pero la suerte no estaba de nuestro lado. Aún no estaban terminando de celebrar el gol, cuando un error imperdonable e incomprensible de Valverde, que todo lo hace bien, puso en bandeja el balón a Guruceta para que rematara a placer. Thibout, completamente vendido, poco pudo hacer para pararlo.
La derrota parecía inevitable. El Madrid mejoró algunos minutos, en los que hubo alguna ocasión más de Mbappé que no se materializó.
Ancelotti decidió, esta vez sí y no como el domingo, agotar la ventana de cambios sacando a Güller y Endrick en el minuto 87 por Rodrygo y Lucas. La verdad, si el italiano pretendía que en menos de 10 minutos los chicos lograran un milagro, es de ser bastante estúpido. Y casi que parece un falta de respeto a estos dos jóvenes, que ven como partido tras partido se les ningunea sin razón.
Imagen: realmadrid.com
Como era de esperar, el pitido final llegó y el Real Madrid volvió a consumar otra derrota. Algo que, lamentablemente, se está produciendo con demasiada asiduidad.
Hay muchas cosas que analizar aquí, pero el capitán del barco (el entrenador) no sabe cómo dar un giro de timón y evitar que se hunda. No hay ideas, no hay sistema, no hay nada. Sólo inmovilismo.
Lo peor de todo es que, al contrario de lo que pasó contra el Liverpool, en el que el equipo inglés sí fue mejor que el Madrid, ayer los de Bilbao no fueron claramente superiores. No jugaron un partidazo lleno de ocasiones y con un juego vistoso. Pero quisieron ganar. Y lo hicieron.
Algunos datos para soportar esta idea: el actual campeón de liga sólo tiró 5 veces a puerta. 81 pérdidas de balón frente a las 69 del Athletic. Y 51 balones recuperados del rival contra 43 recuperaciones nuestras.
Ésta es la consecuencia de un planteamiento cagón, que no se rectifica aun viendo claramente que el partido está pidiendo otra cosa. Cuando no hay motivos para serlo. Hay plantilla con calidad de sobra y tenemos piezas muy útiles. Hay demasiadas lesiones, 2 de ellas de larga duración. No sabemos si volverán de ellas ni en qué condiciones. No puedes contar con ellos para esta temporada. No podemos esperar demasiado de Alaba. Afortunadamente, el resto volverán en unas semanas. Pero cómo se les echa de menos. Camavinga y Vinicius son imprescindibles para este equipo y se resiente profundamente cuando ellos no están.
No se gestionan bien los minutos de los jugadores ni a los jugadores mismos. Tenemos herramientas buenísimas que no estamos utilizando o que estamos utilizando mal y la afición no sabemos por qué.
Jode. Jode porque ese Barça tan temible, tan invencible, ese Barcelona que había ganado ya la liga en octubre, empezó a dejarse puntos también. Pudimos recortarle y ayer era el día para arrebatarle el liderato. Y lo dejamos ir.
Parece que esta liga truchera no la quiere ni el Palancas.
¿Qué sensaciones nos deja esto de cara al Girona? ¿Y al Atalanta?.
Buenas no, desde luego. La paciencia se está agotando y, aunque seguimos mirando al técnico, cada vez más las miradas se van a ir desplazando más arriba, al palco. Hay que poner solución ya.