Un articulo de: @Solodip_Dunadan
La actualidad del Real Madrid es que estamos viviendo la segunda etapa gloriosa del club que, además, tiene visos de prolongarse en el tiempo convirtiéndose en el ciclo exitoso más longevo de la historia del deporte a nivel mundial.
También se ha destapado lo que muchos intuían hace tiempo, aunque probablemente superando sus más paranoicas sospechas: El FCB corrompió el sistema arbitral al completo pagando al vicepresidente de los árbitros para que crease durante al menos 17 años -según consta en el informe de la instrucción del caso- “una novedosa forma de corrupción deportiva que no consiste en el pago a los árbitros ni el amaño directo de partidos, sino en un novedoso método de ascensos, descensos y designaciones arbitrales para favorecer los intereses del Fútbol Club Barcelona”.
Ahí siguen los mismos, no ha cambiado nadie y, de propina, Mediapro ahora controla además de las retransmisiones, la tecnología VAR.
No quiero olvidar el fango de la UEFA, que hace tiempo apretó una mano a los clubs Estado, mientras con la otra agarraba fajos de billetes del petróleo y el gas natural, entre otros; ni la guerra abierta entre esta y La Liga por la Superliga y el desplazamiento de poder que ella supone.
Ahí sigue el “pobre” Ceferín entregando copas a nuestros capitanes y poniendo sonrisa de conejo mientras cuelga medalla tras medalla a nuestros jugadores a poca distancia de Florentino, que mantiene la compostura en lo que debe ser un ímprobo esfuerzo para no romper a carcajadas.
Tebas prefiere mandar a un impresentable para que nos entregue clandestinamente la copa de La Liga en Valdebebas.
Bueno, pues en este contexto cuasi-idílico en lo deportivo, económico e institucional a la vez que indignante y nauseabundo en lo que respecta al campo de batalla en el que estamos consiguiendo todo esto, no escasean nuestros queridos, inagotables e iracundos camaradas, “los vinagres”.
Sí, esa variante de la polifacética y universal amalgama de especies que componen el madridismo.
“El dinero en el campo”; “Nos falta un 9”; “Hay que fichar un central”; “No hay sustituto para Kroos”; “Vamos a tirar la temporada por no hacer dos retoques”; “Ancelotti no vale para el Madrid”; “Las entradas son muy caras”; “El club no apoya a los aficionados que nos desplazamos”… son algunas de sus reivindicaciones de temporada.
También tienen otras más ocasionales, como: “Los jugadores no le han echado huevos, son unos señoritos creídos”, como pudimos leer y escuchar tras el empate en Mallorca en el primer partido de Liga, justo después de bajarse del avión con la Supercopa de Europa.
Debo decir que algunas de ellas merecen ser pronunciadas y atendidas; que yo, a menudo, hago críticas puntuales al sistema, los cambios, el desempeño de algún jugador, que no se saque a fulanito en vez de a menganito y también en el ámbito del club; especialmente en el aspecto de las comunicaciones, inacción en redes, ausencia de acciones legales contra el stablishment… incluso me he subido a algunos carros como el de “falta un 9” y “me gustaría que fichasen un central”.
También escucho con respeto algunas de las críticas que comprendo menos por pillarme de lejos, como son las referentes al estadio y las peñas; de las cuales no suelo opinar.
¿Soy quizá un vinagrillo nivel bajo? Bueno, voy a ampliar brevemente mi perspectiva personal del asunto sin intención de centrarme en mí mismo, sino para intentar diferenciar entre el vinagre reactivo y el vinagre crónico.
Durante una época fui negativo a principios de cada temporada. Me parecía que no nos daba, faltaban cosas y no íbamos a lograr los objetivos.
A mitad de temporada seguía igual; lográbamos algunos buenos resultados que no conseguían calmar mi desconfianza y, finalmente, al acabar el curso se confirmaban mis malos augurios.
Alguna Liga de fútbol pillábamos –ya sabemos por qué tan pocas-, pero en Europa no dábamos la talla.
En básket era todavía peor. Las escasas ligas eran milagrosas, ante un Barsa netamente superior y ni hablemos de Europa, donde dejamos de ser alguien durante prácticamente dos décadas.
Poco a poco mi ánimo empezó a cambiar coincidiendo con los fichajes de algunos de los mejores jugadores disponibles: Cristiano, Bale, Benzemá, Rudy, Chacho, Carroll…
¡Oye, de pronto me volví optimista¡ Empecé a pensar: “pues este año creo que vamos a dar guerra; me huelo que vamos a pillar algún trofeo gordo”.
¿Qué loco, eh? ¿A quién se le ocurre?
Bueno, pues ahora que les he contado mi vida y milagros vuelvo al análisis.
Hay vinagres crónicos, perpetuos, no reactivos a una realidad, sino instalados en un estado de espíritu permanente de crítica, negatividad extrema y, en muchas ocasiones, de repetición mántrica de quejas anacrónicas de un tiempo y un lugar que ya no existen.
No sé si quedaron atrapados en los tiempos oscuros, en el trauma de comparar al Madrid de los 50 con el de los 90 o simplemente es la naturaleza de su carácter negativo y hostil hacia su club. Esta última opción me resulta perturbadora y no puedo dejar de asociarla a la infatigable labor de décadas de la otra parte del Tinglao que antes no he nombrado: la prensa.
El bombardeo goebblesiano ejercido en este período es una explicación plausible de la proliferación de vinagres en este tiempo, aunque no podemos olvidar que D. Santiago Bernabéu ya echó pestes en su momento de la afición madridista.
Quizá sea un combo tóxico, inevitable e inherente al Real Madrid con el que no nos queda más remedio que convivir. Cada día estoy más cerca de aceptarlo.
El caso es que aquí estamos los de otra facción para dar respuesta y réplica a tan – a menudo – absurda y contraproducente actitud.
En un ejercicio de simplificación nos meten a todos en el saco de “los oficialistas”, que existen. Esos a los que todo les parece bien y viven cada segundo, cada partido, cada fichaje – o su ausencia – con la sonrisa de un niño viendo “Bambi”, unos enamorados contemplando un arcoíris o un fan de Bob Marley apurando la chusta de su tercer verde cigarrillo.
No es tampoco esta facción demasiado útil, especialmente cuando las cosas no se están haciendo bien.
Si hubiese escrito este texto hace 30 años iría dedicado a ellos y les atacaría sin piedad, pues
-os recuerdo- yo era un vinagre.
Pero es que lo que hace daño al club no es ser vinagre u oficialista, sino serlo radicalmente, a destiempo y de manera desacertada. Y de eso va esto, de desacierto.
Como no soy de los que va repartiendo carnets de madridista ni tengo un aparato para medir el sentimiento de cada cual, escucho y tengo amigos de todas esas especies.
En sus quejas aparecen argumentos como “es que somos lo que somos porque siempre hemos sido exigentes”; lo cual es una verdad como un templo, pero un argumento falaz para defender que toda queja es buena.
No, no toda queja es buena ni útil. Las quejas desacertadas son, en el mejor de los casos, inútiles, y en el peor, contraproducentes, dañinas; como echarle vinagre a un flan o a una tarta; como echarle sal al café: “te lo cargas”.
Como dije al principio vivimos una época de vino y rosas como muchos no habíamos vivido y quizá como no vayan a vivir muchas generaciones de madridistas. ¡Ojalá no se cumpla esto!, pero sería lo normal.
Tras largos lustros mascando cristales nos hemos cocinado a fuego lento un menú de 5 tenedores:
* Nos comimos los aperitivos con la décima –deliciosos-.
* Nos metimos un bistec Angus al punto de primera ganando tres champions seguidas
-irrepetible-.
* Y ahora estamos delante de una enorme mesa de pasteles y postres gourmet de todo tipo
-champions, ligas, remontadas épicas… –
* Todo ello aderezado con los mejores vinos de la bodega del básket -ligas, copas, euroligas, palizas, espectáculo…-.
No se ve el final de la mesa, e incluso los camareros parecen dispuestos a servirnos de nuevo el menú cuando hagamos hambre otra vez.
Bueno, pues ahí están nuestros amigos con el dispensador de vinagre, lanzando canapés a las paredes, enfurecidos, preocupados e indignados; pero lo peor aún no lo he expuesto.
Por si no fuera poco con los “vinagre estándar” hay una sub-especie de estos que voy a denominar -por distinguirlos de los anteriores- “vinagre plus”.
El vinagre plus añade a todo lo anterior algo terrible: “es que tenemos que olvidarnos de los árbitros y centrarnos en hacer las cosas bien”.
¿Olvidarnos de los árbitros?
¿¿¿ OLVIDARNOS DE LOS ÁRBITROS ???
Aquí es donde tengo que hacer un tremendo esfuerzo de contención; entre otras cosas porque conozco personalmente a algunos y sé que son grandes madridistas de corazón y excelentes personas, pero ¡POR DIOS Y POR LA VIRGEN, ¿OLVIDARNOS DE LOS ÁRBITROS?!
Se pierde o se empata un partido:
Se critican cosas que evidentemente se han hecho mal: ¡Bien hecho!
Se critican cosas cuestionables pero que no está de más analizar: ¡Vale, es positivo analizar!
Se critican cosas absurdas: ¡Mal; crítica contraproducente!
“Haciendo este partido tan malo no podemos quejarnos del árbitro”: ¿Qué no? ¿Qué noooooo?
Me matan, os lo juro; de hecho, habréis notado que llegado a este punto del texto se me ha acelerado el pulso. El ventilador que he puesto apuntándome no es suficiente para apagar los fuegos del infierno que me recorren de pies a cabeza mientras completo este párrafo.
No sé cómo dirigirme directamente a ellos sin arrepentirme después de lo que he escrito, así que intentaré retomar la calma redirigiendo al lector al título que he utilizado para encabezar estas líneas: “flan con vinagre y gafas de sol”.
O sea, que no contentos con estropear el postre nos animan a que nos pongamos unas oscuras gafas, a que ignoremos un penalti escamoteado y ocultado por las televisiones, una más que clara expulsión y un par de acciones determinantes más para que nos hayamos dejado dos puntos en Mallorca.
Quieren que ignoremos que un día antes le perdonan la segunda amarilla a Cubarsí, poniendo en bandeja el triunfo a un Barça que pudo irse al descanso con un 4-0.
Ese Barça que necesita hacer el doble de faltas que el Madrid para que expulsen a uno de sus jugadores y más del triple de las que las provocan en sus rivales; ese Barsa que ya todos sabemos lo que hizo y lo que está haciendo.
No, amigos y madridistas “vinagre plus”, no; ¡ni de coña me voy a olvidar de los árbitros!, ni ahora ni en 50 años. Ni siquiera si se limpia esto alguna vez olvidaremos lo sucedido -no debemos- ; es más, os he de decir que con ello estáis traicionando a lo vuestro gravemente.
Puedo aceptar que vuestras continuas críticas -las acertadas y las que no- las hagáis con la intención de ayudar al club a mejorar; que vuestra actitud negativa sea una manera de anticipar problemas -a menudo inexistentes e improbables- para que todo vaya bien; pero lo que no entra en cabeza humana es que tras décadas sospechando que te están robando en tu restaurante descubras que lo llevan efectivamente haciendo y de forma mucho más prolongada, descarada y abundante de lo que te habías imaginado y digas que no te vas a quejar de eso ni hacer nada al respecto porque deberías poner un par de mesas más para aumentar ingresos o que el encargado no es del todo eficiente.
No, a la hora de hacer caja te pones unas gafas de sol para no ver que te faltan 2 puntos – o 4, entre los que te quitan a ti y le dan al que pagó a Negreira- o 600€ cada jornada.
Quéjate de las mesas que faltan y del encargado, sigue echando vinagre a tu flan si quieres, pero ¡quítate las puñeteras gafas y sé útil a tu club!
Es tiempo de abrir los ojos y abrírselos a todo el que se pueda, no de tapárselos.
¡HALA MADRID!