Un articulo de: @HerbertAshe
Alguien escribió alguna vez la semejanza entre la caverna de Platón y la labor, más o menos vehemente, que llevan (llevamos) a cabo unos muchos para despegar la mayoritaria y aceptada unión de que la realidad del Real Madrid es la dictada por los medios informativos. En la famosa metáfora platónica, aquel que veía la luz era destruido por quienes habitaban las sombras, incapaces de asumir una certeza más allá de las que ofrecía la cueva y su juego de sombras.
Como todos, entre mi círculo íntimo, ampliamente madridista, he intentado llevar no la luz, sólo la duda razonable. La dificultad es palpable desde el primer minuto, y nuestra entonación argumental determina la rapidez del resultado: a mayor virulencia menor efectividad. Al pasar el tiempo he optado por suavizar cada vez más mi mensaje y no apostar por la evidencia (variable y dicotómica) sino por un método, perdonad la repetición, platónico: no dad respuestas sino preguntas; no aseveréis, introducid la duda; no gritéis, escuchad. Disponemos de datos, citas y pruebas pero si las usamos como lanzas sólo laceran, no convencen. Algún día, espero que pronto, intentaré hacer una transcripción más o menos fiel de varias conversaciones que he mantenido así.
Hemos de tener en cuenta, y lo olvidamos con frecuencia, que cuando hablamos con un devorador de medios de comunicación, éste se siente atacado, pero no en sus ideas (capaces de variar según dicten sus tótems mediáticos) sino en su comodidad, en su espacio lúdico, en su costumbre. La diferencia es sustanciosa y explica por qué nuestro amigo, nuestro familiar, nuestro vecino al que tenemos en alta estima como persona preparada no ve lo que para nosotros es una verdad innegable. Por ello, denostar a Manolo Lama supone un agravio a sus mediodías, a su oído de domingo por la tarde; por ello, denigrar a Relaño es ofender el café de la mañana, el momento de relax del día; por ello, atacar a Segurola es vadear la única frecuencia que los libera de la torpe realidad; por ello, insisto, criticar Tiempo de Juego es insultar a un grupo de amigos añejos y queridos.
Ahora nos sorprende pero hagamos memoria: no hace tanto todos, o casi todos, estábamos allí, con ellos. Alguno podrá argumentar, y con razón, las innumerables muestras que tenemos para apreciar lo evidente, pero, a riesgo de ser pesado, he de repetirlo: el pipero no lo es por una cuestión ideológica de afinidad, sino por una ley de costumbre autoimpuesta que, necesariamente, le lleva a comulgar con el periodismo y los periodistas.
Esta teoría de las sombras la baso en mi propia experiencia, en el recuerdo de lo que sentí al separarme de ese mundo. En cierto modo, fue un duelo y no fue fácil. En esa situación he visto a grandes amigos, inteligentes y reflexivos, oxidados por la inmovilidad. Este texto no se trata de una disculpa, sólo de señalar una posibilidad para conseguir nuestro propósito: que piensen por sí mismos. No pretendo, personalmente, que sean mourinhistas o casillistas, quiero que ese estado, o su contrario, responda a percepciones propias.
El largo escrito en el que se están convirtiendo estas palabras tiende a un final muy simple: los ataques se repelen con silencios y sordera, incluso con sorna por nuestra locura. Más calmado, más sencillo, más coherente, es usar a Platón para destruir su propia caverna.