Una crónica de: @MiedoEscenico2
Quizá demasiado pronto desde el anterior partido, el Real Madrid volvía a su competición favorita, ese Santo Grial que persigue año tras año, y cuya consecución está a tiro de dos partidos. El de esta noche, en el Bernabéu, era el inicio de un nuevo enfrentamiento en semifinales contra el Manchester City de Guardiola (el brujo malvado) y Haaland (el depredador de las nieves), y Ancelotti apostó por un equipo repleto de talento, clase y control: Courtois; Carvajal, Rudiger, Alaba, Camavinga; Kroos, Valverde, Modric; Rodrygo, Benzema y Vinicius Júnior.
La primera media hora del partido fue para el equipo visitante. Los de Guardiola presionaron arriba, aprovecharon algunos errores en el pase del conjunto madridista, y tuvieron algunas ocasiones, todas ellas resueltas por Courtois con oficio, sin que fueran paradones tampoco, no se crean. El Real Madrid andaba desconectado, le costaba hilar pases y jugadas, y las imprecisiones, especialmente de Camavinga y Vinicius, no le permitían alcanzar el área rival.
Aun así, a partir del minuto 25, el cuadro madridista empezó a conectar mejor, a desperezarse, a despertar. Aunque se encontraba relativamente cómodo defendiendo atrás, a partir de ese momento, el Madrid empezó a encontrar salida en largo con más precisión. Como un viejo dragón despertando del letargo, se fue moviendo hacia el terreno del City, empezó a aparecer Valverde a la carrera, Rodrygo generando dificultades a Akanji, y equilibró el partido.
Imagen: realmadrid.com
En el minuto 36, en una de esas salidas, ya más cómodas, del Madrid, Camavinga tiró una pared con Modric, que se la devolvió con su maestría habitual, y entró como una locomotora en campo contrario. Vió a Vinicius entrando por el centro y le mandó allí el balón, y el brasileño lo controló, se perfiló, y envió un cañonazo espectacular a la portería de Ederson, que no pudo hacer nada para evitar que ese balón lleno de velocidad, fuerza y potencia, se estampara contra el fondo de su marco.
El 1-0 no supuso un gran cambio, se siguió manteniendo un cierto equilibrio sobre el césped hasta el descanso, con opciones para los dos conjuntos. A la vuelta del intermedio, un cambio táctico de Ancelotti, situando a Modric como falso lateral izquierdo y desencadenando a Camavinga para que recorriera el centro del campo sin límites. Esto permitió dos cuestiones clave: el Real Madrid suavizó su salida de balón desde atrás, con Kroos y Modric moviendo la pelota con soltura desde el nacimiento de las jugadas, y Camavinga y Valverde conduciendo transiciones hacia el territorio contrario como dos caballos desbocados.
El Real Madrid jugaba la pelota con facilidad, mediante toque y movimiento continuo, atraía hacia una zona a cuatro, cinco jugadores citizen y después rompía la presión y giraba el juego hacia el lado contrario, donde había margen de movimiento y espacios para lanzarse hacia adelante. Eso permitió una sucesión de jugadas de peligro, abortadas con oficio por la defensa visitante o con paradas de Ederson, pero sobre todo, la sensación de que el Madrid tenía el partido a su alcance, con Kroos en modo capitán general, Modric apareciendo donde más falta hacía, y los chavales volviendo loca a la defensa visitante.
Imagen: realmadrid.com
Cuando mejor estaba el conjunto local, una jugada originada en la banda derecha del Manchester City, en que hay dudas razonables de que el balón saliera fuera, acabó con una recuperación de pelota de Camavinga, que estaba jugando un fantástico partido. El jugador francés, en plena salida (y quizá sobrado de confianza), intentó un pase casi imposible hacia Rodrygo, que recuperó el equipo de los Emiratos Árabes Unidos y que permitió una circulación rápida que acabó con Kevin DeBruyne enviando al fondo de la portería local un disparo duro y seco, otro auténtico golazo.
Tras el empate a 1, en el minuto 67, se volvió a la dinámica del final del primer tiempo, con ataques alternos, Alaba y Rudiger manteniendo a Haaland bajo control, Vinicius y Rodrygo percutiendo sin éxito -Benzema anduvo algo menos presente y más difuminado-, pero sin cambios en el marcador. Ancelotti introdujo a Asensio por un cansado Rodrygo, a Tchouameni por Kroos y a Nacho por Modric, pero no hubo cambios destacables en el intercambio de estocadas que no llegaban a dejar heridas en el cuerpo rival.
Así que este empate deja las espadas en todo lo alto para el partido de vuelta, el miércoles de la semana que viene, en que el Real Madrid necesita el empate para forzar la prórroga y los penalties. o ganar el enfrentamiento para llegar a la final en tierras turcas. El choque de hoy solamente ha evidenciado que los dos equipos son de un nivel estratosférico, y que no hay nada decidido, ni fácilmente predecible. Ocho días para encontrar otras formas de ganar, y ejecutarlas en el Etihad Stadium. Ocho días para prepararse para otra noche, quizá, legendaria. Esperemos que para bien.