CRÓNICA | Meninos y halcones: Chelsea 0 – 2 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Iba el Madrid a Londres con ese runrún que nos provoca el equipo cuando las cosas se le ponen de cara, antecedentes de un pecheo como el sombrero de un picador. Lejos de las soflamas victimistas de corte político y de las artes audiovisuales de las últimas 24 horas, y sin preocuparse por si el partido era de noche o no, o si el césped estaba a la altura deseada, Ancelotti planteó el partido con la misma alineación que en el partido de ida, y con la idea de alcanzar el mismo resultado. Es decir, ganar para alcanzar las semifinales, como pedía @pepo2204 en su Previa.

El partido empezó con un par de sucesos que, probablemente, cambiaron relativamente lo que el técnico tenía proyectado para el encuentro. A los cinco minutos, un pisotón absolutamente fortuito de Thiago Silva dejó malparado el tobillo izquierdo de Benzema, que no estuvo durante el partido. Entiéndanme, estuvo físicamente, le veíamos, pero no parecía ese galo que el año pasado (o, sin ir más lejos, el sábado pasado) danzaba al son de música de violines entre líneas, facilitando la circulación de balón, apareciendo en las bandas, en el centro o en el área. Esta noche estuvo lento, impreciso, estático y, de hito en hito, se le veía cojear en algunos momentos.

El otro suceso ocurrió en el minuto 21, pero lo único que sabemos a estas alturas es que no permitirá que Eder Militao dispute el encuentro de ida de semifinales. Por lo demás, en lo que fue el resto del partido, se echó sobre los hombros la capa de piel de leopardo, se ciñó la corona de laurel y volvió a coronarse emperador del área hasta el último minuto del descuento. El que es, muy probablemente, el central más en forma de Europa, volvió a demostrarlo.

Imagen: realmadrid.com

Para entonces, los primeros minutos habían permitido observar a un Chelsea aguerrido, con una presión muy intensa, de la que el Madrid iba saliendo con tranquilidad y pausa, y que solamente pasó algunos apuros por pérdidas puntuales de balón algo arriesgadas. El equipo azul era como ese amigo borracho y pesado, que no te hace daño, pero no te deja en paz, te insiste en lo mismo, te echa el aliento, podrido de alcohol, y no hay manera de quitárselo de encima.

Al cuarto de hora, el Madrid había conseguido alcanzar cierto control sobre lo que pasaba, y el Chelsea prácticamente se empezó a limitar a buscar las cosquillas a la zona izquierda de la defensa blanca, donde Camavinga se vio en algunos momentos superado por Reece James, gracias a los apoyos de Kanté. En el minuto 19, una gran jugada del equipo madridista permitió a Rodrygo penetrar en el área, recortar hacia afuera y lanzar un misil que impactó en el palo y salió fuera, pero le metió el susto en el cuerpo al conjunto londinense, que se dio cuenta de que el Madrid, cuando parece dormido, te puede empujar por el balcón.

Poco después, Militao salía malparado de una falta de Havertz, pero en su versión incombustible, el brasileño siguió con el cetro y la corona imperial, a pesar de las molestias. El cuadro blanco, hoy con las medias negras, iba tomando cada vez más control, jugando la pelota sin arriesgarla innecesariamente y moviéndola con criterio hasta que se generaba algún espacio que aprovechar por parte de los extremos. El propio Militao mandó un par de balones, con pases de 50 metros, que le llegaron a Vinicius envueltos en papel de regalo y con un lacito. Los blues iban cediendo en su presión, poco a poco, aunque en ataque seguían percutiendo sin descanso. A la media hora, una buena jugada de Rodrygo, muy activo, permitió a Vinicius un remate que Kepa despejó a córner con apuros. Poco después, sería un remate de Modric el que obligó al portero bilbaíno a despejar un remate duro y peligroso.

Imagen: realmadrid.com

A medida que se acercaba el descanso, el Madrid empezó a perder algo del dominio que venía mostrando, o quizá fue que el Chelsea intensificó la presión, el caso es que llegó una sucesión de llegadas por banda derecha, con centros peligrosos al área. En una de las llegadas blancas en el contexto de este intento de asedio, Modric alcanzó la posición de extremo derecho y puso un centro al área que Vinicius remató, con la espinilla, fuera, y al que sucedió otro, tras una galopada impresionante de Valverde.

El Chelsea contestó, en el último minuto de la primera mitad, con su mejor ocasión en todo el partido: un gran centro desde la derecha, una vez más, cayó a los pies de Cucurella, que controló con la derecha para pegarle con la izquierda, duro y a puerta; en ese abrir y cerrar de ojos, Courtois se fue al suelo, se incorporó casi de rodillas y metió una mano increíble que envió el balón a córner y le hizo recibir la felicitación de sus compañeros, del utillero y hasta de los fotógrafos que había detrás de la portería. Una vez más, y van unas cuantas, el cancerbero belga se agigantó en el momento más necesario para su equipo, tras una primera parte, a decir verdad, tranquila. Queremos a Thibaut como si fuera nuestro ángel de la guarda, y él lo sabe.

A la vuelta del intermedio, el Madrid empezó con el mismo ritmo sólido y tranquilo, pero empezaron a desencadenarse oportunidades del equipo local, ya fuera un remate de Kanté en el minuto 52, que rechazó el ubicuo Militao, o un disparo de Enzo desde la frontal en el 55, que salió desviado cerca del palo. Cuanto más se iba acercando el Chelsea a la portería visitante, más iban los blancos afilando sus cuchillos… y, poco antes de la hora de partido, se lanzaron a por el botín.

Imagen: realmadrid.com

Carvajal, que volvió a tener una de esas noches suyas de máximo nivel, cerraba con disciplina su banda, y Cucurella iba teniendo el pelo cada vez más liso. Camavinga, al otro lado, aparte de ir mejorando en su duelo contra James, se vio ayudado por Valverde en algunos momentos, y eso le dio hasta posibilidades de salir alguna vez arriba. Vinicius aparecía menos que otras veces, pero con mucha intención y castigando a James y Fofana. Kroos y Modric iban teniendo las llaves del fortín, y Rudiger, que había tenido que entrar por Alaba, no desentonaba en absoluto y cerraba los caminos a los azules.

La cuchillada fue un fantástico pase de Militao al espacio donde estaba Rodrygo, en banda derecha, y fue el joven brasileño el que burló la entrada de Chalobah y se dirigió, como un poseso hacia el área. Puso un pase de la muerte fantástico, al que no llegó por poco Benzema (jo, que noche) pero que acabó en los pies de Vinicius. Y fue un placer ver al joven pararse, pensar, esperar y poner la pelota en el área pequeña, donde el propio Rodrygo se había hecho con un sitio preferente. El menino de los calcetines rebosantes de pólvora, con pausa, paró la pelota y remató por el único hueco que quedaba entre Kepa y los tres defensores que trataban de cubrir la portería.

El 0-1 de Rodrygo tuvo la virtud de amansar algo al Chelsea, que vio que aquello se ponía muy feo para poder pasar la eliminatoria. Poco después, Courtois rechazaba un trallazo de Enzo, y Kepa detenía un remate, flojo, de Benzema, con lo que el toma y daca se retomaba. En torno al minuto 70, Lampard hacía tres cambios, quemando sus naves, mientras Ancelotti decidía relevar al renqueante Benzema y daba entrada en su lugar a Tchouameni, que salió con el candado, la cadena y las tenazas a echar el cierre al partido.

Imagen: realmadrid.com

Una buena ocasión de Mudryk, que era uno de los que había entrado, fue antesala de otra de Vinicius, que se dejó atrás el balón cuando se plantaba solo delante de Kepa. Poco después, Kroos, tras otro partido colosal y lleno de clase y autoridad en el centro del campo, dejó su puesto a Ceballos, mientras Lampard incluía a Mason Mount en el lugar de Havertz, algo desquiciado. Y ahí se activó Modric, que dedicó los últimos quince minutos a impartir un cursillo sobre cómo jugar el balón al primer toque y moverse con inteligencia.

A falta de diez minutos, una interminable jugada del Madrid, que tenía al Chelsea persiguiendo fantasmas, cada vez más cansado, acabó con un pase en profundidad de Rudiger al espacio al que corría el menino Vinicius. Y el brasileño, de nuevo con pausa y un fantástico criterio, puso un pase de fábula al punto exacto en que entraba, galopando con su elegante porte, el Halcón Federico Valverde, que rebasó a dos defensas y se plantó ante Kepa. En un acto final de generosidad, pudiendo rematar, optó por dejar la pelota al menino Rodrygo, que había acompañado la jugada, y estaba en el área pequeña para empujarla y marcar su particular doblete de la noche.

El 0-2 fue el resultado que quedó en el marcador, pero todavía tuvo el conjunto blanco la posibilidad de ampliar la ventaja, con llegadas de Valverde, de Ceballos, de Vinicius, que no se transformaron en gol. La victoria del Real Madrid, la cuarta consecutiva en las eliminatorias de Copa de Europa, le dio la entrada para las semifinales de la mejor competición de fútbol del mundo, y volvió a hacer sonar los tambores que anuncian que ha vuelto, un año más. Lo que antaño era con lusos, galeses y demás, ahora es con charrúas con alas, y meninos con patinetes y calcetines atómicos. La herencia está asegurada. Nos vemos en semifinales (aún no sabemos con quién).