Una crónica de: @MiedoEscenico2
En esta jornada 29 de Liga depreciada, el Real Madrid visitaba ese estadio que ahora se llama Nuevo Mirandilla para medirse a un Cádiz del que quedaban unos cuantos malos recuerdos, ya fueran gilipolleces de Iván Alejo o puñetazos de Fali. Ancelotti hizo las rotaciones esperables, poniendo en liza un once compuesto por Courtois; Lucas, Militao, Rudiger, Nacho; Tchouameni, Ceballos, Valverde; Asensio, Benzema y Rodrygo.
Tardó muy poco el equipo blanco en tomar la iniciativa del juego, y la verdad es que hizo una primera parte primorosa, plena de jugadas brillantes, compromiso defensivo y momentos dulces. Benzema recuperó su habitual vertiente asociativa, y revoloteó por la frontal del área, y por las cuatro esquinas, combinando con Asensio, Ceballos, Valverde, o cualquiera que quisiera asomar por allí.
Rodrygo, ocupando la banda izquierda, hizo jugadas para guardar en video, con bicicletas, regates, desbordes y paredes, que volvieron completamente locos a Parra y a Luis Hernández, que no sabían cómo pararlo. Asensio, algo menos profundo, en esta primera parte también tuvo sus momentos, apoyado por las subidas de Lucas y Valverde. El caso es que el equipo carburaba, generaba juego, especialmente a partir del triángulo formado por Ceballos, Rodrygo y Benzema, pero se encontró con un problema.
El problema fue, básicamente, que las pistolas que llevaban eran de bengalas, y todas las fantásticas jugadas que desplegaron en esta primera parte nacieron con el mismo destino: acabar fuera o en las manos de David Gil, un portero que demostró cualidades para parar remates por tierra, mar y aire. De los diecisiete remates que el conjunto madridista hizo en esta primera mitad, destacaremos una pared entre Asensio y Benzema al cuarto de hora, que acabó con el francés rematando flojo, desequilibrado por un cariñoso gesto con los brazos del Pacha Espino, que podría haberse decretado como penalti si Gil Manzano hubiera querido o si Jaime Latre hubiera estado haciendo su trabajo en el VAR, y no llamando a su coach.
Imagen: realmadrid.com
Había sido, precisamente, Espino, el que había mandado, poco antes, un remate al poste de Courtois, que no se vio especialmente exigido a lo largo de la noche, porque esa fue la jugada más peligrosa del Cádiz en todo el partido. Rodrygo, por su parte, decidió destapar el tarro de las esencias, y fue triturando cada jugada ofensiva eligiendo el regate más adecuado, pero al final de cada jugada se le apagaban los plomos. David Gil se hacía gigantesco en cada ocasión, cada vez más y más, y al menino le empezó a parecer que sus calcetines estaban, esta vez, rebosantes de pólvora mojada.
No sólo hubo remates de Rodrygo, también de Asensio, de Ceballos, de Benzema, pero todos y cada uno de ellos acabaron fuera, rechazados por el portero cadista o, como en el caso del delantero francés, estampándose en el larguero para luego botar en la línea de gol y salir de la zona de peligro. Se llegó al tiempo de descanso con la sensación de que el partido podía ir perfectamente 0-3 y nadie se habría extrañado. Pero el marcador se mantenía en el 0-0 inicial.
La salida en el segundo tiempo, al menos inicialmente, permitió entrever un cambio en la forma de jugar: el Madrid propuso un partido más abierto, a tumba abierta, de los que ahora se llaman de ida y vuelta, y eso permitió ver otra forma diferente de atacar a la defensa del Cádiz, mediante pases largos al espacio, especialmente de Militao. Uno de ellos llegó a Rodrygo, que se plantó delante de David Gil de nuevo, pero su remate salió repelido por la pierna del cancerbero de Getafe. Corría el minuto 50, y en el 52, un disparo duro de San Emeterio fue repelido con los puños por Courtois, y respondido por otro remate de Asensio que salió junto al poste en el 54. Ojo por ojo.. Al momento, otra ocasión para Rodrygo a pase de Valverde, que despejó Meré, y aun otra del propio charrúa que salió rozando el palo tras un córner sacado a toda velocidad por Asensio.
Imagen: realmadrid.com
El partido estaba muy vivo, y el Madrid seguía martilleando el área del Cádiz con denuedo, pero no acertaba con las bengalas, que no hacían daño, aunque deslumbraban. Tras un contraataque llevado por Rodrygo y Valverde que no pudo culminar Benzema, el propio capitán blanco mandaba un zurdazo duro y a media altura, que salía disparado con violencia por el palo y, a continuación, Rodrygo remataba otra que salía acariciando el poste.
Ancelotti decidió meter más dinamita al campo, y envió al frente a Camavinga sustituyendo a Lucas Vázquez, con lo que Nacho se reubicó como lateral derecho. Aquello no tardó ni cinco minutos en hacer efecto: el recién estrenado lateral derecho, ese chaval que siempre cumple y que vale para todo, apareció en la frontal del área tras un rechace, cogió su cartucho y mandó un remate colocado y con efecto, ajustado al palo, que sirvió para, al fin, encontrar la grieta en la muralla amarilla. Nacho puso el 0-1 pero, además, dedicó el resto del partido a salir como carrilero, extremo derecho y delantero, generando un boquete significativo en la defensa cadista. Lo de que vale para todo, mostrado en 20 minutos absolutamente salvajes del canterano blanco.
Apenas cuatro minutos después, la clásica jugada de Marco Asensio, remontando de fuera adentro, y largando un remate potente, con efecto y colocado en el mismo sitio que en que Nacho había descubierto el punto débil, sirvió para poner el 0-2 en el marcador, que ya no se movería hasta el final. A partir de ahí, Ancelotti decidió recoger el material de asalto, y retiró a Rodrygo y Valverde, para dar entrada en su lugar a Modric y Hazard, que siguieron con las escaramuzas en el área rival. El Cádiz, por su parte, se decidió a estirarse, aunque lo más destacable que hizo fue un disparo duro de Negredo que salió alto. Y Luka, el príncipe croata, también estuvo a punto de marcar, con algo que parecía su clásico centro con el exterior, y que se fue cerrando hasta salir lamiendo el palo, pero no cambió el resultado final de 0-2.
Así que el Madrid cumplió con creces en su bolo liguero gaditano, no tanto por el resultado, sino por el juego, absolutamente espectacular y repleto de oportunidades de gol. Solamente nos queda esperar que, el próximo martes, en Londres, el equipo blanco juegue igual de bien, pero multiplicando su efectividad. Menos bengalas y más balas. Más nos vale.