CRÓNICA | Maneras de sufrir (y II): Real Madrid 1 – 3 FC Barcelona

Una crónica de: @MiedoEscenico2

En la crónica de la semifinal del pasado miércoles, acabábamos hablando de las diferentes maneras de sufrir de unos y otros. Hoy nos ha tocado una modalidad diferente, la de vivir acongojados por si el Madrid acababa encajando una goleada. Que tampoco viene mal como cura de humildad, aunque el momento ha sido tan oportuno como una ventosidad en un ascensor, nada menos que una final.

Ancelotti presentó a la final de la Supercopa de Arabia el equipo que, más o menos, mejor podía cuadrar con la cita. Teniendo al Barcelona enfrente, que tampoco llegaba demasiado confiado, volvía a ubicar a Valverde en la banda derecha y montaba un centro del campo con Kroos, Camavinga y Modrić, teóricamente pensado para controlar el ritmo del partido. Arriba, Benzema y Vinicius, como recursos ofensivos que siguen buscando esa aura de la temporada pasada, y que no acaban de recuperar. Y, en la zona defensiva, Courtois con los guantes de portero, y Carvajal, Militao, Rudiger y Mendy en línea por delante del belga.

Empezó el partido con un ritmo bastante alto, y el Madrid saliendo con cierta facilidad de la presión azulgrana, buscando el área rival y con bastante empaque. El problema es que esto duró diez minutos. Diez minutos en los que, por cierto, De Burgos Bengoechea ignoró tres faltas claras por parte culé, dos de ellas a Vinicius, alguna de las cuales pudo ser merecedora de amonestación. El caso es que la concatenación de esas jugadas animó al Barcelona a subir la intensidad de la presión y sumió al cuadro blanco en una especie de depresión repleta de dudas, que acabó derivando en una catarata de errores.

Imagen: realmadrid.com

Rudiger, del que se han contado maravillas en cuanto a su personalidad en el campo, demostró que, en un partido como éste, no había acabado de atornillarse bien los circuitos, y arriesgó más de lo debido de manera innecesaria, aparte de estar bastante impreciso en los duelos individuales. Militao, a su lado, tampoco fue ese defensa expeditivo y hacendoso, que parecía haber desarrollado cierto instinto para intuir dónde y cuándo estar, pasar o despejar, quedándose corto en ocasiones y pasándose de frenada en otras. Unido a eso que Carvajal tuvo otro de esos días en que no da una y que Mendy es Mendy, al Barcelona le bastó con anticiparse en los balones horizontales que el Madrid juega, en ocasiones, para salir de la presión rival, para hacerle un descosido considerable al conjunto blanco. Courtois hizo una parada espectacular a un remate lejano y muy duro de Lewandowski, enviando el balón al palo, pero se mascaba la tragedia.

Así, pasada la media hora de partido, un mal pase de Rudiger permitió que Dembelé robara el balón y se lo diera a Lewandowski, y que el polaco, con un giro y un pase sencillo, habilitara a Gavi, que entraba solo a la espalda de Militao, que se quedó clavado, sin ir al rival ni a la línea de pase. Gavi cruzó el balón ante la salida desesperada de Courtois y llevó el 0-1 al marcador. La depresión madridista fue en aumento cuando, en el minuto 45, una sencilla combinación del Barcelona vio cómo Carvajal y Militao trataban de anticiparse a un pase, llegando tarde, y abriendo a su espalda una autovía más ancha que la A-2. Gavi corrió a ese espacio, entró en el área, y puso un pase preciso donde ni Rudiger ni Courtois podían llegar, y donde sí estaba Lewandowski para rematar a placer el segundo gol barcelonista.

El descanso no trajo ninguna novedad en cuanto al desarrollo del partido, aunque Ancelotti trató de cambiar algo introduciendo a Rodrygo en el puesto de Camavinga, en una decisión inexplicable. Digo inexplicable, porque Camavinga había sido, con diferencia, el único centrocampista blanco con cierta iniciativa y ambición para presionar y robar balones. Kroos había sido el único que trataba de poner algo de sentido común en el desarrollo del juego, aunque exigido en la posición de medio centro para más carga defensiva de la habitual, Valverde había corrido mucho, especialmente en ayuda de Carvajal para evitar peligro en las subidas de Balde, y Modrić… nuestro príncipe croata parecía una sombra de sí mismo, poco participativo en el juego, a pesar de estar constantemente en movimiento para ofrecerse, menos preciso en el pase que de costumbre, y transmitiendo sensación de fatiga, no sabríamos decir si más mental que física.

Imagen: realmadrid.com

El caso es que Rodrygo bulló y lo intentó, pero no tenía compañía apenas en las pocas apariciones que tuvo, especialmente en banda derecha, con lo que el cambio, aun siendo temprano, no surtió gran efecto. El Madrid se iba viendo cada vez menos exigido físicamente por la presión azulgrana, pero tampoco generaba jugadas claras de peligro, porque apenas llegaba arriba, y mucho menos remataba. Y seguía cometiendo errores estúpidos atrás, que obligaron a Courtois, el mejor del equipo, a salvar dos jugadas, una de Gavi y otra de Dembelé, que pudieron llevar el resultado bastante más lejos.

En el minuto 65, el técnico italiano introdujo en el campo a Ceballos en el lugar de Modric, pero la sensación es la de que el utrerano tampoco aportó gran cosa para que el conjunto madridista sacara la cabeza y gritara que estaba vivo. Y, de hecho, a los cuatro minutos de entrar, fue el propio Ceballos el que hizo un pase largo en horizontal, en pleno centro del campo, con el equipo descolocado, y fue Gavi el que se adelantó a Militao y ganó la pelota para Lewandowski. El polaco la condujo con velocidad y paciencia, y se la devolvió al chaval, en posición de media punta izquierda, que solamente tuvo que poner otro pase al lado contrario para que entrara Pedri allí a marcar el 0-3.

En ese momento, los madridistas ya no sabíamos si el Barcelona se ensañaría aprovechando en más ocasiones los boquetes de una defensa caótica, ni si podríamos salir mañana a la calle sin ir enmascarados para que no nos reconocieran. En el 72, Ancelotti dio entrada a Nacho y Asensio en el lugar de Carvajal y Kroos, y el equipo quedó organizado en una especie de 4-2-4 algo desordenado, pero que, curiosamente, y también por los cambios y la caída física del Barcelona, fue el que más peligro llevó a la meta contraria. Comenzaron a sucederse llegadas, ya a la desesperada, que fueron arrinconando al cuadro azulgrana, más dedicado a intentar salir a la contra, y así fue discurriendo el tramo final de partido.

Imagen: realmadrid.com

En toda la crónica no hemos dicho nada de Benzema ni de Vinicius, pero les informamos de que seguían en el campo. El francés, saliendo de la zona de remate para tratar de ayudar en la construcción, tratando de hacer fluir el juego y con algún remate que salió fuera. El brasileño mantuvo la línea ya comentada anteriormente, de no dejar de intentarlo, pero con ningún éxito: no remató en todo el partido, perdió más duelos de los que ganó, se empeñó en ir solo contra dos o tres rivales y perdió 22 balones. La persistencia es una virtud, pero, cuando se persiste en el error, se convierte en contumacia. Y eso es un defecto, que a él le castiga, y que supone una hemorragia tremenda para el ataque blanco. Necesita un descanso y volver de otra manera.

Esos últimos minutos acabaron con el Madrid volcado en campo contrario y encontrando su fruto, ya fuera de tiempo, en forma de entrada de Ceballos por la zona del extremo izquierdo, un recorte hacia adentro y un pase al lugar donde estaba esperando Benzema; el francés remató de primeras, Ter Stegen rechazó, y de nuevo insistió Karim con otro remate para acabar poniendo el 1-3 final en el marcador, ya en el minuto 93. Un triste premio para un triste partido.

Aparte de ser la segunda final que pierde el Real Madrid en una década (tras haber ganado diecisiete), la derrota de esta noche transmite una sensación muy agria. Jugadores cargados de partidos, pocas alternativas ante las dificultades en forma de lesiones o cansancio, y un cierto aroma a fatiga mental que nos resulta conocida y, además, preocupante. No hay mucho margen para preparar un renacimiento para el próximo jueves, en el partido de Copa del Rey que hará al cuadro de Ancelotti visitar otra vez el estadio de la Cerámica, en Villarreal, pero hace falta cambiar algo a corto plazo. Porque hay tan poco tiempo como necesidad de otro espíritu en el equipo.