CRÓNICA | Pistolas de juguete: Real Madrid 2 – 1 Shakhtar

Una crónica de: @MiedoEscenico2

No parece improbable que el Real Madrid saliera al césped del Santiago Bernabéu a disputar el tercer partido de esta fase de grupos de la Champions League con el ánimo de cambiar la sensación que dejó el empate del domingo frente a Osasuna. Ancelotti optó por cambiar muy poquitas cosas, Militao en el puesto de Rudiger, y Valverde en el del lesionado Ceballos. Y hay que decir que el Madrid salió con las ideas claras: apretar muy arriba, tratar de robar muchos balones en la salida del rival, y generar todo el peligro posible.

Alaba y Valverde fueron los encargados de romper el hielo con sendos remates, aunque uno salió alto y el otro a las manos de Trubin, pero lo cierto es que los jugadores blancos iban cerrando el cerco y preparando la artillería para asaltar la portería del cuadro ucraniano, aunque con más entusiasmo que precisión. A los 13 minutos, Rodrygo, desde el semicírculo del área, intentó filtrar un pase, pero un defensa del Shakhtar, en su intento de cortarlo, se lo devolvió. Medio cayéndose, con esos calcetines suyos rebosantes de pólvora, el menino nos recordó que, en esta competición, él es especial, y mandó un remate con efecto y colocado al marco rival, y Trubin no pudo hacer más que tocar el balón, sin poder impedir que llegara al fondo de su portería.

El 1-0 otorgó al Madrid la seguridad de que estaba haciendo lo correcto, y al Shakhtar le incomodó lo justito: ni se amontonó atrás, ni decidió cambiar la forma de iniciar el juego, sino que siguió haciendo exactamente lo mismo, eso sí, intentando rentabilizar alguna escapada de Mudryk por la banda izquierda. Vinicius desequilibraba pero remataba flojo, Valverde disparaba alto, Benzema chutaba y paraba el portero, pero empezaba a verse que cerca del área aparecían un arenero, columpios y toboganes. Y fue la decisión de soltar a Rodrygo para que se moviera con libertad la que desencadenó quince o veinte minutos deliciosos, en los que el joven brasileño, acompañado de la velocidad de Vinicius, la potencia de Valverde y la inteligencia de Benzema, convirtieron el campo del Shakhtar en el patio de un colegio.

Imagen: realmadrid.com

Jugaron lo que les dio la gana y un poco más, tocando rápido, moviéndose aún más rápido, y generando una ocasión tras otra. Fue en este ratito de recreo, ingenuo, inocente, divertido e infantil, allá por el minuto 28, cuando Militao jugó un balón para Benzema, éste combinó con Valverde, el charrúa con Rodrygo, todo ello en carrera, y éste, con un toque suave, dejó el balón en el sitio justo para que Vinicius, que entraba como un relámpago en el área, cruzara la pelota al palo contrario, culminando con un gol precioso una jugada para poner en las escuelas de fútbol.

El 2-0 permitió seguir en la hora del recreo, con combinaciones entre estos cuatro hombres que lo pasaban como niños, y que acababan con remates de Valverde, Benzema y, especialmente, Vinicius, que finalizaban fuera o con paradas de Trubin, algunas meritorias y otras sencillas, y el público del Bernabéu disfrutando como se disfruta cuando se ve a los niños jugar. El Shakhtar, sin embargo, decidió convertirse en la maestra que toca el timbre para avisar de que se acabó lo bueno y, en una jugada por banda izquierda en el minuto 39, un centro de Mykhaylichenko era rematado de forma acrobática por el ariete Zubkov, y el balón terminaba en las redes de Lunin y ponía el 2-1 en el marcador.

De pronto, se nos acabó ese ratito de volver a la infancia y aterrizamos en una realidad –tristemente, ya conocida- en que el Real Madrid, que había tenido la posibilidad de golear, estaba en el Bernabéu, con los cimientos temblando porque el rival había acortado la distancia y estaban en riesgo los tres puntos. De ahí al descanso, el Shakhtar llegó un par de veces más, forzando algún córner, pero ya se nos había metido el miedo en el cuerpo. Es una cosa fascinante cómo cambia la visión de lo que ocurre en el seno del madridismo, a poco que el resultado parece correr peligro. El Madrid ganaba, había tenido un rato de jugar no bien, sino muy bien, pero daba igual. Se avecinaba el apocalipsis, como siempre.

Imagen: realmadrid.com

La segunda parte se resume en pocas palabras. El Real Madrid remató 18 veces, 5 de ellas a puerta, y no marcó ningún gol. Dominó el balón, siguió presionando arriba, recuperó dos docenas de balones en campo contrario, y remató flojo, fuera, lejos, a cualquier sitio menos dentro de la red del Shakhtar Donetsk, como si llevara pistolas de juguete en vez de cañones. Por su parte, el equipo ucraniano, digno, colocó de otra manera algunas de sus piezas, salió al contraataque dos o tres veces con mucho peligro, especialmente una de Mudryk, pero tampoco movió el marcador.

El recital de jugadas y remates, menos brillantes que en el primer tiempo, permitió contemplar un cabezazo de Vinicius, un disparo de Valverde, un cabezazo de Rodrygo, un disparo de Tchouameni, un remate de Rodrygo, otro de Vinicius, otro de Tchouameni, todos ellos desviados o bloqueados o desviados por el portero, sólo en la primera media hora del segundo tiempo. Ancelotti dio entrada a Camavinga por el medio centro francés, y después a Asensio por Rodrygo, que salió con molestias del campo. Y siguió habiendo remates de Vinicius, de Valverde, de Asensio, de Benzema, hasta un rechace de un defensa que acabó yendo al poste, pero nada. No llegó el tercer gol.

El partido llegó al final con 2-1, y esa noticia que no escucharemos en ningún programa deportivo ni leeremos en los medios: el Real Madrid es líder de su grupo, le saca 5 puntos al segundo, y es el único equipo español que ha ganado su partido en esta jornada, y todos en lo que va de Champions. No sabemos si el Madrid merecerá ganar esta Copa de Europa, pero lo que parece incuestionable es que está haciendo bastantes más méritos que cualquiera de los otros. Por mucho que les moleste a los del relato, a Messi, a Xavi, a los periodistas de cámara, a los panenkitas y a los descerebrados que les siguen. Nosotros, a lo nuestro. A ganar en Varsovia la semana que viene y echar el candado a la clasificación para octavos de final. Esperemos que con balas de verdad, y no con pistolas de juguete.