CRÓNICA | Jefazos: Celtic Football Club 0 – 3 Real Madrid

Una crónica de: @MiedoEscenico2

No se esperen esta noche una crónica al uso, porque no toca. El Real Madrid ha vuelto a sus posesiones, a entrar en su vieja mansión, decorada de trofeos, hasta catorce, y las cosas no han cambiado. Merece que lo contemos diferente, aunque sea el ritual de lo habitual, que decían Jane’s Addiction. Ancelotti sabe de esto más que los ratones coloraos, sabía lo que iba a encontrarse, lo que había que hacer, y por eso puso al mismo equipo que se proclamó campeón de Europa hace unos meses en París, con el único cambio de Tchouameni en la posición de medio centro defensivo, en el lugar de Casemiro.

Es cierto que el Celtic empezó apretando, que presionaba la salida del balón con fuerza, con intensidad, con esfuerzo, pero también que el Madrid, paciente, fue buscando sin prisa las grietas de ese ímpetu presionante para sacar la pelota con tranquilidad. A los diez minutos, el balón ya era madridista (una de las cuestiones importantes en el partido), y empezaba a diseñar sus operaciones de asalto. Kroos había desempolvado su cartapacio, y cargaba con él a cuestas, con los prismáticos, con el estuche de los Rotring, con la escuadra y el cartabón, y la calculadora científica, e iba desentrañando los misterios de la defensa escocesa con paciencia, mirando al horizonte o a sus costados, según interesara más a la jugada.

En la banda izquierda, Vinicius batallaba contra un sacrificado Juranović que, ayudado por Carter-Vickers, le iba poniendo cepos aquí y allá, ante los que el chaval brasileño saltaba como una liebre, escapando más hacia atrás que hacia adelante. En la derecha, Valverde iba desplegando sus alas, con Carvajal asomándose de vez en cuando, tratando de poner algún  balón en el área que generara peligro, con el apoyo incondicional de ese jugador que parece un botones, llevando de aquí para allá los encargos de unos y otros, moviendo el balón al ritmo de su rubia melena corta, pero que, en el fondo, es el ideólogo de mucho de lo que pasa en el campo, nuestro principito croata, Luka Modrić.

Imagen: realmadrid.com

Lo que es peligro, peligro, del de verdad, lo cierto es que fue el Celtic el primero que lo llevó, con una jugada elaborada que terminó con un remate seco y duro de McGregor al palo derecho de la meta de un Courtois que no movió ni una pestaña, sabedor de que la trayectoria del esférico no podía ser la correcta. En el resto del encuentro, el cancerbero belga solventó con tranquilidad cada acercamiento escocés, sin tener que hacer ningún esfuerzo extraordinario, salvo el de estar concentrado a cada momento y poner la pelota con el pie donde iba haciendo falta.

Como decíamos, el Celtic se desplegaba por todo el terreno presionando al principio, y después, ya en su territorio, se convertía en un acordeón en el que sus elementos no dejaban de saltar a cada momento para intentar robar el balón y salir con velocidad hacia el campo contrario. Resulta importante matizar que, en general, lo del Celtic fue verdadera intensidad, entradas y tackles nobles, buscando llevarse la pelota, nada que ver con lo que nos venden aquí, disfrazando la intensidad de dureza. El Madrid, pacientemente, movía el balón para obligar a los jugadores de la camiseta verdiblanca a perseguirlo de un lado a otro, metiéndoles una dosis de cansancio acumulado para cuando llegara el momento propicio.

Se nos encendieron las alarmas cuando Benzema, a la media hora de partido, salía del terreno de juego, aquejado de molestias en su rodilla, porque todos sabemos lo que pasa cuando falta él. Ancelotti, que no se pone precisamente nervioso, eligió este debut en la Champions 22-23 para estrenar su idea desarrollada desde el verano: Hazard en la posición de falso 9. No puede decirse que sus primeros minutos sobre el campo fueran precisamente buenos, parecía un bailarín de ballet en mitad de un pantano, pero, a medida que fueron pasando los minutos, fue encontrando su sitio en el campo, en el dibujo y en el juego, y su estreno en esa posición acabó con final feliz. Del de los cuentos, no del otro.

Imagen: realmadrid.com

Al descanso, 0-0 en el marcador, con un saldo ofensivo bastante escaso, un par de remates a puerta de cada equipo, pero con ese cosquilleo agradable en el cuerpo que se tiene cuando se ve un partido entretenido, con mucho movimiento, en que los dos conjuntos quieren ganar y jugar al fútbol. La primera parte, sin ser productiva en cuanto a goles, permitió ver un fútbol lleno de matices de los dos equipos, equilibrado y de los que gustan al espectador que sabe de esto. No sabemos qué se le pasó por la cabeza a Postecoglou, pero quiso cambiar las cosas para el segundo tiempo, y decidió dar entrada al japonés Maeda y sentar al israelí Abada, que no estaba especialmente inspirado, aunque alguna tuvo. Por su parte, Ancelotti se vio obligado a retirar a Militao, parece que también por problemas físicos, y en su lugar introdujo a un Antonio Rudiger que se marcó 45 minutos muy buenos, siempre bien ubicado, facilitando la salida de balón y disciplinado en marcajes y defensa.

A los diez minutos de la reanudación, una jugada en que el Celtic trató de presionar la salida del conjunto blanco por el lado derecho, nos permitió ver un clinic de cómo se saca el balón jugado. Courtois, Carvajal, Rudiger, y de nuevo Carvajal, sirvieron un balón a Modric que el principito puso, con el exterior, buscando a Valverde, pegado a la cal de la banda derecha. El halcón se sacó una descarga de tacón hacia Hazard, que se la devolvió con el pecho, en plena pugna con un jugador escocés.

El uruguayo levantó el vuelo por la banda, miró a lo lejos, y puso un centro medido, quizá copiado de alguna de las páginas de notas de Toni Kroos, en el punto justo donde entraba Vinicius, a la espalda de su defensor, para rematar a puerta y establecer el 0-1. Efectivamente, este párrafo podría haber estado en la crónica de la final de París, y eso da idea de que quizá este equipo que no juega a nada tiene algún que otro automatismo incorporado. El caso es que el ponerse en ventaja le dio al Madrid la tranquilidad que le podía faltar, y el resultado en contra espoleó al Celtic.

Imagen: realmadrid.com

De poco le sirvió porque, cuatro minutos después cumpliéndose la hora de partido, Modrić apareció en el área rival, con su cetro y su corona, para recibir un fantástico pase filtrado de Hazard. Si bien es cierto que se trastabilló un poco al hacer el recorte ante un defensa, salió del atolladero con un remate con el exterior de su pie derecho, ese recurso que el croata ha convertido en arte, y puso el 0-2 en el marcador y al público de pie. Visto que el Celtic, tras este segundo gol, se reactivó buscando aún más la portería de Courtois, aunque dando ya muestras de cansancio, Ancelotti decidió que era el momento de introducir a Camavinga en el campo, y retiró a un Tchouameni no tan rutilante como hace tres días, pero muy funcional y aplicado en términos tácticos. La idea era, una vez cansado el rival, darle matarile al asunto.

Kroos se ubicó de medio centro, con el joven francés y el principito croata en los interiores, y el Madrid ganó en empuje por los lados, y control en el medio. El entrenador rival decidió introducir un triple cambio, buscando revolucionar al equipo, y el Celtic recuperó algo de resuello y determinación, pero se encontraba delante con un enjambre de jugadores vestidos de negro, con un escudo redondito y muchas Copas de Europa, que no dejaban que prosperara ninguna de sus iniciativas.

Corría el minuto 77 cuando Toni Kroos consultó la documentación de su carpeta, hizo unos cuantos cálculos, y puso una parábola (y=ax2+bx+c) perfecta, en forma de centro, al lugar exacto donde Dani Carvajal entraba, cerca de la portería rival. El de Leganés, al primer toque, dio un pase de la muerte perfecto a la posición en la que apareció el falso 9 haciendo de 9, y Eden Hazard se apuntó el tercer gol de la noche, que le dejó a él una sonrisa en la boca y al partido el candado ya echado. Y a Toni Kroos, tras un partido sencillamente descomunal, en el que impartió un curso completo de control del juego, el título de MVP del encuentro, aunque en su caso podría haber sido el título de Jefazo de Operaciones. Al igual que a Fede Valverde le correspondería el de Jefazo de Incursiones Ofensivas, o a Luka Modric el de Jefazo de Inteligencia de Campo. Porque vaya partido se han marcado los tres, amigos lectores.

Imagen: realmadrid.com

El tramo final solamente sirvió para el último esfuerzo del Celtic, tan infructuoso como los anteriores, para ver entrar a Marco Asensio y a Rodrygo, y para contemplar que el mejor embajador que tiene el Real Madrid, en este momento de su historia, es Modrić. Por tercera vez en lo que va de temporada, salió con una atronadora ovación del público rival, esta vez del Celtic Park, demostrando dos cosas: la primera, que es un futbolista irrepetible; y la segunda, que en Glasgow, como contaba @pepo2204 en su previa, saben de fútbol.