Una crónica de: @elcarrildel2
Anadolu Efes se ha impuesto (58-57) al Real Madrid, en el partido correspondiente a la Final a Cuatro de la Euroliga, disputado en el Stark Arena de Belgrado.
Debo comenzar diciendo que toda una final de la Euroliga de baloncesto que termina con un marcador de 58-57 debiera hacer pensar a los rectores de la competición muy detenidamente acerca de ese dato. Cierto que vimos mucha lucha, mucha táctica, mucha pelea, pero el espectáculo para el aficionado ajeno a los contendientes resultó premioso. Costaba un mundo anotar, los errores se sucedían en ambos ataques. El partido se hace lento, pesado, poco atractivo.
Dicho lo anterior, el partido se decidió en un cara y cruz. No acertaron los nuestros en la manera de encarar los últimos cuarenta y cinco segundos, todo lo contrario que los otomanos, que dispusieron del último tiro, que falló Larkin desde la esquina.
Y mira que, a pesar de los pesares, fuimos con ventaja durante muchos minutos del encuentro. Nada menos que treinta minutos. Llegamos a mandar por nueve (40-31, minuto 25 de partido), pero a partir de ese momento, por cansancio de algunos, por temblor de muñeca de otros, crecieron los rivales hasta la victoria final.
El tiro de los nuestros fue un lastre. Apenas un 44% en tiros de campo. Seis de treinta y tres en triples (18%), a más de seis tiros libres fallados. Quizás hubiera resultado más acertado, incluso conveniente, haber buscado a nuestros cincos en la pintura. Tavares y Poirier volvieron a ser los mejores del equipo, y eso que un partido más los rebotes cayeron del lado contrario, 39 frente a 35, eso sí, en los ofensivos ganamos por trece a nueve.
Lo que nadie podía prever era el día tan nefasto de algunos en ataque. Es comprensible lo de Rudy, por sus circunstancias personales, pero no lo de Abalde, 1 de 9 en tiros de campo, con cero de cinco en triples. El jugador posee enormes fundamentos, pero sigue sin subir el escalón de muy bueno a estrella, no da el paso que le lleve a ser el referente del equipo, el jugador determinante que gana partidos.
Sospechas levanta igualmente Yabusele, un jugador que tiente tendencia a arrugarse en los días grandes. Venía de una gran semifinal, pero ayer dio la de cal, incapaz de encontrar soluciones a sus problemas. Un balance de una canasta de trece intentos deja todo muy claro.
Más sorprendente resultó lo de Causeur. Una canasta de once intentos de un jugador ya bregado en mil batallas y que, hasta ayer, era capaz de dar lo mejor de si mismo en las grandes citas, en los momentos cumbre.
Llull acusó el cansancio. No tuvimos suerte desde luego con la lesión de Nigel WG, si bien este asunto del base es algo que llevamos arrastrando demasiado tiempo sin que se haya puesto remedio.
Parecido ocurre con un tirador de garantías. Hasta hace pocos días, Carroll seguía apareciendo en la plantilla del equipo, algo que se antoja incomprensible. Quizás un cambio de foto y la contratación de alguien con pulso acreditado para anotar en los momentos calientes hubiera resultado definitivo tanto ayer como en otras tardes.
Tampoco puedo dar por válidas las explicaciones del consuelo que veo circular: estábamos tan mal hace dos meses, que parece que haber llegado a la final, aunque se haya perdido, es suficiente para justificar una derrota en una final. Ningún consuelo es nadar para terminar muriendo en la orilla.
Randolph, que anotó dos triples de tres intentos, apenas estuvo siete minutos en cancha. Taylor, ocho. Volvió Pablo Laso a la rotación corta, apenas nueve jugadores, y quizás el cansancio pasó factura a algunos de ellos.
Tavares, amo y señor de los tableros de inicio, desapareció de la rotación quizás demasiados minutos. Pleiss nos machacó desde los cinco metros, al punto de anotar diecinueve tantos y ser el más valorado de su equipo. Por Anadolu únicamente anotaron cinco jugadores.
En fin damas y caballeros, que quedan por disputar los play offs de la Liga ACB. Veremos de qué somos capaces, con Nigel WG fuera de las mismos.
Buenos días a todos. HALA MADRID.