Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el final de Liga a un Santiago Bernabéu más interesado en despedir a sus muchachos con buenas vibraciones de cara a la semana que viene, que de ver otro episodio de esos en que el desfibrilador es imprescindible, de los que el equipo de los canastos nos había regalado otro en la víspera, clasificándose con muchas pelotas para la final de la Final Four en Belgrado. Pero vaya, una cosa es una cosa y otra cosa es un peine. Decían que Ancelotti planteaba este partido terminal de la Liga como un ensayo general de cara a la final de París, y a un servidor le dio la sensación de que era más una puesta a punto que unn ensayo de verdad. El italiano puso inicialmente sobre la hierba del Bernabéu una alineación formada por Courtois; Carvajal, Militao, Nacho, Mendy; Casemiro, Kroos, Modrić; Rodrygo, Benzema y Vinicius. Un once presuntamente ofensivo, que invitaba a ver un partido abierto y eléctrico, más aún teniendo en cuenta que el rival era el Betis.
El equipo blanco le hizo pasillo al campeón de Copa, y el Betis, a su vez, le hizo pasillo al campeón de Liga. Todo muy pacífico, muy normal, lejos de gilipolleces relativas a la humillación y otros complejos de inferioridad de los equipos pequeños. Grandeza mutua y compartida, algo remoto para algunos clubes y aficionados, ya saben. El asunto es que el buen rollete se extendió también al partido, con una especie de pax romana firmada previamente, con un «mejor no te metas conmigo, y yo te dejaré tranquilo» por parte de ambos equipos. No queremos decir con esto que no hubiera ocasiones, ni que se dejara de ver buen fútbol. Probablemente influyó que al Betis le bastaba con un empate para asegurar la quinta plaza, y que el Madrid tenía los deberes hechos hace un mes. También el calor aplastante que flotaba en la capital, aun siendo las 9 de la noche, y que hacía que las lagartijas fueran con abanico. Y, por supuesto, que el conjunto madridista se juega el partido más importante de la temporada dentro de ocho días. El caso es que el ritmo de la primera parte fue entre tranquilo y cansino, por parte de ambos equipos. Solamente alguna arrancada individual cambiaba algo, pero la tónica general era de armisticio sin daños para los contendientes.
Imagen: realmadrid.com
No obstante, no queremos decir con esto que el hecho de que ambos equipos hicieran un solo remate a puerta en toda la primera parte (y, además, flojo) implicara un biscotto. Era más bien que el Betis llegaba ya para hacer lo justo antes de irse de vacaciones, y que el Madrid tampoco quería gastar más gasolina de la justa, por si acaso. Ese primer tiempo permitió ver a Casemiro y a Kroos en un punto cada vez mejor, con esa sensación que los dos dan de jugadores diesel, que poco a poco van yendo a más. Carvajal volvió a probar que, jugando una vez cada semana y bien dosificado, es uno de los mejores laterales derechos de Europa. Nacho siguió siendo, durante todo el partido, ese chico que siempre cumple -aunque tendrá que decir que cada vez cumple con más nota, y está firmando partidos sobresalientes-, y dejó claro que, si Alaba no llega al 28, habrá un recambio de garantías. Y Militao, que llevaba unos partidos en busca de su carnet de identidad, se marcó un partido fantástico, donde supo gestionar adecuadamente ese ímpetu que a veces le lleva camino del infierno por no saber dominarlo.
Modrić es Modrić, y en esa frase se explica todo. Da igual la edad que ponga en su pasaporte, o los partidos que haya disputado. Sigue dedicado a jugar, en los términos más puramente lúdicos que hay asociados al término. Arriba, Vinicius estuvo voluntarioso y, como siempre, hiperactivo, torturando a Sabaly y Pezzellla, aunque no estuvo afortunado de cara al marco defendido por Rui Silva. Al otro lado, Rodrygo estuvo también incisivo, pero sin llegar a hacer ninguna de sus diabluras de los últimos partidos, frente a un Alex Moreno agresivo y poco dado a dejarle margen. Benzema tuvo uno de esos días suyos en que lo intenta en el área, se sale fuera a mejorar la jugada, vuelve, pero no le entra nada de lo que intenta. Entre la lentitud de los ataques, que impedían que hubiera muchos espacios, y que parecía se le habían cambiado las botas de pie, no consiguió rematar más que una vez a puerta en la segunda parte (el remate más peligroso de todo el partido, eso sí) y cuatro veces a las gradas. Anhelamos que esté guardando la pólvora para dentro de ocho días, de corazón.
Imagen: realmadrid.com
Tras ese primer tiempo de tempo bajo, Ancelotti buscó más dinamismo, introduciendo en el descanso a Federico I Valverde y a Eduardo II Camavinga, futuros reyes del centro del campo. Casemiro y Kroos, los viejos dioses, les dejaron su lugar tras una primera parte seria y sólida. El tramo entre el descanso y el minuto 70 de partido fue donde, probablemente, el cuadro merengue tuvo más opciones de poner el marcador de su lado. Camavinga, inquieto como un niño travieso, y Valverde, aprovechando la presencia de Rodrygo abierto, movieron la pelota algo más rápido que sus predecesores, pero tampoco sirvió para abrir las compuertas del gol. Los brasileños empezaban a mostrar cansancio, Benzema pedía cita con el psicólogo, y el Betis estaba relativamente cómodo con la red que había tejido entre el punto de penalti y la frontal de su área, con lo que todos los intentos merengues acababan en frustración.
En el minuto 70, salieron del campo Mendy, Modrić y Rodrygo, y entraron en su lugar Ceballos, Isco y Marcelo. Se suponía que era la despedida de los dos últimos del Santiago Bernabéu, ese lugar donde hicieron gestas que les elevaron a la categoría de leyendas. Pero, me van a perdonar, todo tenía un tinte un poco extraño. Bale, que también era de los que se despedía, no entró en la convocatoria definitiva, no se sabe por qué, y Ancelotti, tras el partido, manifestó su esperanza de que pueda estar en París. Quizá fue mejor, por aquello de que, también dentro del madridismo, hay tarados rencorosos, que habrían dedicado pitos a un jugador clave, guste o no, en el mejor lustro de este siglo para el cuadro del escudo redondito y las Copas de Europa. El tema es que el público coreó el nombre de Marcelo, apenas se hizo referencia alguna a Isco, y el partido acabó de sumirse, de nuevo, en una experiencia anestesiante, con más lentitud que otra cosa, quizá porque esos cambios no invitaban a incrementar la velocidad tampoco. También el Betis hizo cambios, pero no fueron nada más que para refrescar, sin que se generaran grandes modificaciones en el devenir del partido.
Imagen: realmadrid.com
Al final del mismo, que terminó con el empate a cero inicial en el marcador, se despidió a los jugadores blancos haciéndoles llegar toda la energía posible para el duelo que les espera en la final de la Champions League contra el Liverpool. La sensación que dejó el partido fue la de que el motor del equipo está al ralentí, como el de los bólidos de Formula 1 en la parrilla de salida, y que los diferentes elementos se han ido poniendo, poco a poco, a punto, preparándose para el que es, definitivamente, el partido más importante de la temporada para el madridismo. Esperamos que el motor, ese último día, se muestre fiable, pleno de prestaciones, todas las piezas funcionen, y traigan a casa el trofeo. Nosotros, desde El Diario de Mou, se lo contaremos, por supuesto. Y ojalá lo podamos hacer radiantes de alegría, aunque nos cueste comprar otro desfibrilador más.