Una crónica de: @MiedoEscenico2
Me van a perdonar si no hago una crónica al uso, pero es que el partido no ha sido exactamente una cosa muy lógica, ni ordenada. No por el Cádiz, que hizo todo lo posible, de una manera organizada, o no, para ganar el partido y, con ello, la tranquilidad de seguir en Primera División. Más bien por el Real Madrid, que pareció haber decidido ponerle emoción al tema, y fue dando un tumbo tras otro a lo largo del partido, tomándoselo como si fuera de coña. En vez de contarles lo que pasó, en orden, como se cuentan por lo general los partidos, se lo contaré a partir de los nombres y los hombres, si me lo permiten.
El primero que tenía ganas de cachondeo parecía ser Ancelotti. Sólo desde las ganas de guasa se puede entender que decidiera ubicar a Vallejo de lateral derecho, a Lucas de lateral izquierdo, con Militao y Nacho en el centro de la defensa. O que no hiciera cambios en el descanso, visto el despelote de la primera parte. O que mantuviera en el campo a algunos jugadores, y retirase a otros, a lo largo de la segunda parte. No sé qué explicará en la rueda de prensa, pero los primeros que no parecían haberlo entendido fueron los jugadores, porque la primera parte del equipo, especialmente en la zona defensiva, fue dantesca.
Imagen: realmadrid.com
La línea de ataque incluía a Asensio, Mariano y Rodrygo. Éste último saltó al campo generoso, chispeante, y, apenas pasados cuatro minutos de partido, fue el que arrancó desde la banda cargado con un rollo de papel de regalo, cinta adhesiva y un lacito. Fue superando rivales que le salían, uno, dos, tres, cuatro, con el balón en los pies, y cortando, doblando, envolviendo y pegando, hasta plantarse frente al portero Ledesma y, con un último toque, sutil, ponerle un lacito al balón que le regaló a Mariano para que lo empujara al fondo de la portería. Y así llegó el 0-1, en una jugada portentosa del brasileño, que está haciendo un final de temporada fantástico.
Mariano metió el gol, pero sospechamos que fue porque no tenía que hacer nada más que aparecer a tres metros de la portería y empujarla. Todo lo que sea fútbol y no suponga rematar cerca de la portería le está vetado al ariete de origen dominicano. Probablemente le castiga, de por sí, la comparación con Benzema, evidentemente. Pero es que es complicado entender que un jugador así esté, aun hoy, en la plantilla del Real Madrid. El resto de ocasiones que tuvo, de lejos, de cerca, o en cualquier situación, las malogró, sumando su parte a la chirigota de partido de unos cuantos de su equipo. Lo de Asensio es otro tema. A su dimisión defensiva durante la mayor parte del partido, le sumó una de esas actuaciones en que es invisible, intangible e insípido. Todo lo que no sea esa jugada en que recibe en la frontal del área, se perfila y remata con esa izquierda magnífica que tiene, es pura gaseosa que ha perdido la fuerza.
Imagen: realmadrid.com
Su abandono defensivo acabó penalizando a Vallejo que, de por sí, no es precisamente un lateral, y sufrió ahí durante toda la primera parte y momentos de la segunda. Aparte de la desaparición de Asensio, Valverde ayudaba pero no era suficiente, y ese lado era un agujero imponente frente a los ataques del Cádiz, con Sobrino y el Pacha Espino haciendo sangre continuamente, además de presionar sin descanso. Tampoco contribuía a la tranquilidad del aragonés lo que tenía detrás: un dramático defensa que últimamente ha perdido su identidad. No sabemos qué le pasa a Militao, pero algo le pasa. Ese central imperial, desde agosto hasta marzo, ha dejado paso a un jugador errático, que se descoloca, que no mide y genera unos boquetes espantosos. Será mental o será otra cosa, pero el caso es que tiene dos semanas para volver a ser el que ha sido durante la mayor parte de la temporada. Fue un despeje suyo, flojo, de cabeza y al centro, el que habilitó a Sobrino para controlar, plantarse en la frontal, amagar y rematar a gol ante la pasividad de los blancos, él entre ellos.
El 1-1 tampoco es que ayudara mucho a colocar las cosas. Lucas Vázquez no tenía mucho trabajo en defensa, pero se embolicaba en la salida de balón, metiéndose hacia adentro – su tendencia natural- y dificultando que la pelota fluyera con más velocidad. Con esos bueyes tenía que arar Nacho, quizá el futbolista sobre el campo, junto al portero Lunin, que peor lo pasó. Nacho tenía la responsabilidad de ser el capitán del equipo, con esta defensa descolocada y atolondrada, con su hermano enfrente jugándose el descenso, y la amenaza constante de Negredo buscándole las cosquillas. Cumplió, como casi siempre cumple, saliendo, aguantando, cortando, despejando, ayudando, pero no nos extrañaría que haya pedido cita en el psicólogo para que le ayuden a entender por qué tenía que luchar esta tarde, no sólo contra los rivales, sino también contra el fuego amigo.
Imagen: realmadrid.com
Fue a Nacho al que Negredo le pilló la espalda, pasada la hora de partido, tras el enésimo error de Militao, apareciendo en el área en condiciones de cruzar el balón. Lunin salió a la desesperada, el vallecano tocó sutilmente la pelota, y el chaval ucraniano lo atropelló como el transiberiano hubiera hecho con un lobo estepario. Mateu Lahoz señaló penalti, lo lanzó Negredo ajustado al palo, y Andriy Lunin, imponente, se estiró hasta el límite para desviarlo y evitar que el Cádiz se pusiera por delante en el minuto 61. Desde ahí en adelante, el ucraniano demostró que es un portero de muy buen nivel, y se impuso por arriba y por abajo, mostrando oficio, reflejos y poderío.
Lo único que funcionó razonablemente en el Madrid, a lo largo de la práctica totalidad del partido, y cada vez mejor, fue el centro del campo. Valverde con sus arrancadas imparables y su sacrificio en las ayudas, Casemiro yendo de menos a más, y cerrando puertas siempre que podía, y Kroos, cuya segunda parte invitaba a pensar en el regreso del káiser que dirige las operaciones con seriedad y rigor. Ceballos entró, una vez más, con esa actitud bulliciosa y trabajadora que ha brillado en los últimos tiempos, activo y jugón, llevando aquí y allá el balón.
Imagen: realmadrid.com
Deberíamos destacar que también entró Hazard en ese momento, faltando media hora, y que se pareció más al que llegó del Chelsea, antes de ser lesionado por Meunier, que al de los últimos tiempos. Rápido, ágil, con movilidad y regate, solamente le faltó soltar antes la pelota en los últimos metros. También le sobró un plantillazo escalofriante a Akapo, que perfectamente le pudo suponer la expulsión, por lo peligroso de la acción, aunque Mateu lo dejó en amarilla, de manera injusta, posiblemente. En el segundo tiempo, en que los cambios y un cierto cambio de actitud mejoraron al equipo, el Cádiz atacó y atacó, el Madrid contragolpeó, pero echó a perder las ocasiones que fue teniendo. Latasa debutó y tuvo sus minutos, pero la chirigota de partido no le dejó más que un remate en un córner que salió alto, distraído por Militao, de nuevo.
Siendo estos partidos ya intrascendentes, lo menos que se puede esperar es que les sirvan a jugadores para ir cogiendo confianza, que mantengan o recuperen el ritmo competitivo, y les permitan llegar a la cita del sábado 28 en las mejores condiciones posibles. Pero preferiríamos que no se convirtieran en partidos de chirigota como éste, en que la defensa era irreconocible, el ataque una escopeta de feria, y el centro del campo un náufrago rodeado de torpes. El partido contra el Betis del próximo fin de semana será, se supone, el ensayo general antes de la final de la Copa de Europa y más vale que se lo tomen, desde el entrenador hasta el último jugador, con el interés necesario para que no salga un chiste y demuestren estar preparados para el duelo contra el equipo de Jurgen Klopp.