Una crónica de: @MiedoEscenico2
Llegaba el Castilla a territorio comanche en la octava jornada del Grupo V, A de la nueva Segunda B que nos tiene que explicar un día de estos @luismanper en un artículo. La vuelta de algunos jugadores de sus excursiones con el primer equipo o de sus visitas a la enfermería permitió a Raúl poner en el campo del Cerro del Espino a Fuidias en portería, con Sergio Santos, Gila, Chust y Retuerta en defensa; Antonio Blanco como medio centro, y una línea de cuatro por delante formada por Marvin a la derecha, César Gelabert a la izquierda, y Carlos Dotor y Sergio Arribas como interiores, ocupando la punta de ataque Hugo Duro, el goleador incansable de este equipo.
Empezó el partido con aparente control del Castilla, aunque tenía más que ver con una circulación del balón paciente de lado a lado y en la zona de los defensas, que con auténtico dominio. El filial blanco buscaba compulsivamente en largo a Marvin Park, que se encontraba con dos o tres cada vez que asomaba por su banda, y se le ponía difícil hacer grandes cosas. A partir del minuto 12, se sumaron en el apoyo del extremo los Sergios, Arribas y Santos, y aquello empezó a parecer otra cosa. De hecho, en el minuto 17, una penetración de Sergio Santos acabó en un pase para Arribas que no sabemos muy bien si controló mal o lo tenía todo pensado. El caso es que hizo una delicatesen para dejar un balón franco a Antonio Blanco, que trató de empalmar desde fuera del área, pero el balón salió alto.
Un par de minutos después, el filial rojiblanco se estiró y Toni Fuidias tuvo que estirarse para detener un cabezazo algo escorado, con lo que quedó claro que los pequeños atléticos no iban a dejar de ser fieles a sus mayores, y lanzarían zarpazos de vez en cuando. Una falta de Sanabria en una de esas subidas de Santos acabó en tarjeta, y el lanzamiento lo puso el otro Sergio, Arribas, en el segundo palo como si tuviera un mando a distancia. El balón iba describiendo curvas sobre sí mismo, y al extremo del arco apareció Mario Gila para elevarse, poderoso, junto al poste y cabecear a puerta el 0-1. Era el minuto 22, y a partir de ahí al filial rojiblanco no le iba a valer lo de guardar la ropa, y le tocaba salir a nadar en mar abierto. Y allá que fue, presionando arriba y buscando en cada cruce un balón o un arañazo al rival.
Imagen: realmadrid.com
En el minuto 24, un error de Antonio Blanco en mitad de la zona de los cartuchos de dinamita permitió un uno contra uno al Atlético B, que Fuidias resolvió con oficio y sin despeinarse, enviando fuera el balón con el pie. Un par de minutos después, tras una buena presión del Castilla, Hugo Duro cayó en el área rival y no quedó muy claro si el central atlético que iba a su lado contribuyó activamente al trastazo, pero el árbitro dijo lo de “Sigan, sigan”, y allí no pasó nada. Bueno, pasó que el partido empezó a ponerse un poco tenso, y las entradas, los placajes, los empujones y los golpes no parecían entre filiales, salvo que fueran de equipos de boxeo. A fuerza de ser sinceros, el que pegaba a base de bien era el filial colchonero, que parecía tener algo de espíritu simeónico, si se me permite la expresión.
Ese tramo de presión rojiblanca dejó paso a otro de nuevo control del Castilla, que fue desfogando a los jóvenes indios a base de toque y movimiento, pero no tardaron mucho los rojiblancos en pegar de nuevo, especialmente con una entrada sencillamente criminal a Blanco en el minuto 33, que no acabó en tarjeta, ni siquiera en falta. En esos minutos, la actitud del árbitro fue entre prevaricadora y vergonzosa, más cercana a esto último. Otra falta evidente a Hugo Duro tampoco fue sancionada poco después, y nos hizo pensar mal. Un centro mordido desde la derecha vio a Fuidias mandar el balón a córner porque no quedaba claro si iba al larguero, a la portería o dónde. Y, al hacer una falta para cortar una salida al contraataque atlética, Blanco vio la tarjeta amarilla, y nos confirmó que el árbitro llevaba peluquín o, en su defecto, estaba condenado a una alopecia irremediable. Ya saben, por aquello del calbo hijueputa, que se reencarna en cada árbitro que le pita a los chicos del Castilla.
De ahí al final de la primera parte parecía que no fuera a pasar gran cosa. El Atlético había recuperado control y terreno, pero los jóvenes madridistas desmontaban con oficio y sacrificio cada intento de ataque. El único peligro rojiblanco consistía en mandar balones en largo al centro de su ataque, buscando a su propio Tony Cascarino, pero allí no había nadie. Eso sí, a los chicos se les veía algo cansados, y no venía mal el descanso. Especialmente al pobre Blanco, que se llevó otro viaje en el minuto 44, y ya no estaba claro si iba a llegar vivo al final. Sin embargo, en el descuento, un balón largo de Chust, peleado por Marvin, fue botando y retrató al portero San Román, que sospechamos que va en otoño a Logroño a lo que se hace allí (aunque no rima, gente malpensada). El caso es que se tragó el bote del balón, y el pícaro Arribas consiguió tocar con la derecha hacia la portería, pero en la línea de gol un defensor sacó la pelota con la cabeza.
Imagen: realmadrid.com
A la vuelta del descanso, la tónica no fue muy diferente. El Atlético B trataba de presionar, y el Castilla buscaba la salida por aquí y por allá. Dotor, como siempre, aparentaba no estar, pero llegaba a cualquier sitio en cualquier momento en que hiciera falta, apoyando, cortando o distribuyendo, en un ejercicio incansable de movimiento, mientras esperaba su oportunidad de rondar el área. Y le llegó en el 50, tras una buena combinación entre Blanco, Arribas y Marvin, pero no pudo cabecear el centro del extremo entre los tres palos, saliendo alto. A esta ocasión le siguió un periodo en que los atléticos, con más fe que calidad, intentaron asaltar el área castillista, pero entre su propia torpeza y que los defensas blancos no se andaban con tonterías, no les sirvió de gran cosa. Cabe destacar, en este aspecto, a un tipo que suele pasar tan desapercibido como Dotor, excepto por el peinado. Y es que Sergio Santos es un auténtico pedrusco atrás, una especie de Mendy blanquito, que impone su ley allá donde le toque jugar, y parece el tipo que está al lado de la barrera decidiendo quién pasa y quién no. Y, si alguno se le intenta colar, se lleva propina.
Decíamos que el Atlético no hacía gran cosa arriba, pero lo cierto es que el Castilla tampoco generaba ocasiones claras, a pesar de que hizo unas cuantas salidas muy buenas aprovechando momentos en que los atléticos se iban arriba. Otro de los que merece mención es Mario Gila. Aparte de haber metido el primer gol, su presencia en los primeros veinte minutos de la segunda parte fue crucial para que el filial rojiblanco no encontrara ni un milímetro en la zona a la espalda de Santos. Gila es un tipo que, a día de hoy, va a cada cruce con un finísimo escalpelo, disecciona la jugada rival tomando la decisión apropiada y que parece haber compensado la ternura que mostró en algunas desafortunadas actuaciones de la temporada pasada. En la única que encontraron un hueco los atléticos, el otro central, Chust, salvó bajo palos el que hubiera sido el gol del empate, tras un remate raso, pero flojo, de Valera. Corría el minuto 69 cuando Raúl decidió dar descanso a César Gelabert, que se había pegado una paliza imponente, para dar entrada a Hugo Vallejo y meter algo de oxígeno a la banda izquierda.
A medida que transcurrían los minutos, los jóvenes atléticos se iban simeonizando más y más, y uno agarraba a Arribas sin dejarle sacar un contraataque, otro chocaba con Blanco y le dejaba seco un par de minutos, y el árbitro mostraba tarjeta solamente cuando se acordaba. Es decir, a veces sí y a veces, no. Los ataques del filial rojiblanco eran puros ejercicios de empuje, todo voluntad y el fútbol justito. El Castilla llegaba, en oportunidades aisladas, pero unas veces no acababa de ser resolutivo y se perdía en arabescos, y otras se precipitaba con disparos desviados. El entrenador del filial atlético quitó del campo a Calavera y a Camello (juro que se llaman así) para el último cuarto de hora, y Raúl decidió echar el cierre con Xavi Sintes entrando por Marvin, reventado tras su enésimo partido de ida y vuelta. El pobre Xavi se llevó una hostia en la cara, prácticamente en la primera jugada en que pudo entrar en contacto con el balón, como si el rival le dijera “Ojo, que no sabes dónde te metes”.
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Otra llave de judo a Arribas de Toni Moya (se admiten rimas, ahora sí) acabó en tarjeta para el rojiblanco, y la verdad es que ya nos estábamos temiendo que en cualquier momento un indio le mordiera la cabeza a uno de los nuestros. No tenemos las estadísticas, pero el filial del equipo del pueblo puede que batiera el récord de faltas de la categoría, y mira que hay equipos leñeros aquí. Una espectacular penetración de Hugo Vallejo desde el frente izquierdo acabó en córner tras intentar un pase de la muerte verdaderamente malévolo, en el minuto 84. El Atlético ya solamente llevaba peligro en centros a la olla desde Pozuelo, si hacía falta, y Raúl decidió introducir a Latasa por Hugo Duro un minuto después, por si había que defender el fuerte.
Y el caso es que, en el minuto 89, pasó lo que no tenía que pasar: un rechace tras otro balón al área llegó a la frontal y, antes de que disparase el atacante rojiblanco, Retuerta fue al suelo para intentar bloquear el remate, girándose. El tiro del jugador atlético dio en su brazo, algo despegado del cuerpo, y el árbitro, que parecía estarlo deseando, señaló el penalti y le sacó amarilla al defensa blanco. En el minuto 91, Garcés marcó el gol por el centro de la portería, mientras Fuidias se estiraba hacia la izquierda, y otra vez el 1-1, en los minutos terminales del partido, dejaba a los chicos con la miel en los labios. Sin embargo, pasaron un par de cosas de ahí a que acabaran los 4 minutos de descuento. En primer lugar, Dotor hizo un placaje a un jugador atlético que no tenía nada que envidiar a los que había sufrido Arribas en un par de ocasiones previas, y degeneró en tangana. Allí apareció Mario Gila para auxiliar a sus hermanos pequeños, como un tornado, y acabó llevándose una tarjeta por justiciero, pero esa jugada reactivó el orgullo de los castillistas. Ole sus huevos.
Y llegó la jugada. Un saque de banda a favor desde el flanco izquierdo, una prolongación de cabeza, y el balón que llega botando al área. Un pequeño ratón, un pícaro, se lanzó hacia él y se lo llevó con un elegante sombrero. Y un defensor atlético cometió el error de intentar tocar la pelota, y tocó a Sergio Arribas. Y el árbitro pitó penalti. Y era el minuto 93:41. Y el mismo Arribas colocó el balón en el punto de penalti, y con esa zurda que lleva al final de una pierna cubierta con una espinillera de niños, clavó el balón en la portería del máximo rival, y se llevó la gloria, la victoria y toda la alegría del mundo. Fue el justo premio para un equipo que no se rindió a su mala fortuna y trató de ganar hasta el último segundo del último minuto. Para parecerse a los mayores.
RESULTADO FINAL
AT. MADRID B, 1 – REAL MADRID CASTILLA, 2
GOLES
0-1 22’ Gila (asistencia: Arribas)
1-1 91’ Garcés (penalti)
1-2 96’ Arribas (penalti)
REAL MADRID CASTILLA
13 Toni Fuidias
20 Sergio Santos
4 Gila
5 Chust
24 Retuerta
6 Blanco
7 Marvin (14 Xavi Sintes, min. 77)
8 Dotor
22 Arribas
10 Gelabert (17 Hugo Vallejo, min. 69)
19 Hugo Duro (21 Latasa, min. 85)
Tarjetas amarillas a Blanco (minuto 33), Sergio Santos (minuto 60), Retuerta (minuto 90) y a Gila (minuto 93).