OPINIÓN | Bale contra Goebbels

Un articulo de: @MiedoEscenico2

A finales de octubre de 2016, el Real Madrid hacía pública la ampliación de contrato de Gareth Bale (entonces con 27 años), hasta junio de 2022, con una significativa mejora de su ficha anual. Aun cuando pueda cuestionarse este movimiento, lo cierto es que así el club madridista se aseguraba el concurso de un jugador que, en ese momento, deslumbraba en el contexto de la BBC, acompañando a Cristiano Ronaldo, auténtico depredador del gol, y a Karim Benzema, elemento de conexión entre uno y otro.

Su año 2016 estaba siendo magnífico. Con Zidane a los mandos desde enero, Gareth Bale participó en la caza desesperada que el equipo madridista llevó a cabo en la Liga española, intentando compensar la desventaja que el Barcelona le sacaba, y marcó 4 goles y dio una asistencia en los 2 primeros partidos, pero cayó lesionado en el segundo, el 17 de enero. Volvió el 5 de marzo y, desde ahí hasta el final, jugó en 8 partidos, que fueron otras tantas victorias, aportando 6 goles y 2 asistencias. Aunque no fue suficiente para ganar aquel título, también participó en los cruces de Champions, recordándose especialmente su gol al Manchester City en el Santiago Bernabéu, que supuso llegar a la final de Milán, y lo épico de la prórroga y los penaltis de aquel partido, con el galés arrastrando su pierna maltrecha hasta conseguir la victoria en el penalti final, marcado por Ronaldo.

El inicio de la temporada 2016-17 fue en una línea parecida, con Bale aportando 7 goles y 5 asistencias en Liga y Champions, para conseguir 11 victorias y 5 empates. Hasta que el 22 de noviembre de ese 2016, poco menos de un mes después de su renovación, sufrió una lesión en un mal giro de su tobillo derecho, frente al Sporting de Lisboa, que le mandó a la enfermería durante casi tres meses. A su regreso, ya en febrero de 2017, el equipo había cambiado incluso su forma de jugar, y él solamente participó desde entonces hasta final de temporada, en 7 partidos como titular, y solamente 2 de ellos completos, marcando 2 goles y dando 1 asistencia. El propio galés admitía, en una entrevista previa a la final de la Champions frente a la Juventus, que había otros compañeros que habían trabajado durante todo el año y que merecían más estar el esa final que él, por mucha ilusión que le hiciera que se disputara en Cardiff, su tierra natal.

El inicio de la siguiente temporada le vio participar en 9 partidos, marcando 3 goles y dando 4 asistencias, ganando la Supercopa de Europa y la de España. Volvió a caer lesionado a primeros de octubre, y no se reincorporó al equipo hasta diciembre, en que jugó media hora en Copa frente al Fuenlabrada, y marcó en la semifinal del Mundial de Clubes el gol definitivo que dio el pase a la final, recién incorporado al campo, en el minuto 81. Desde ahí en adelante, su concurso fue bastante extraño. En Liga, participó en 20 partidos, siendo titular en  16, aportando 14 goles y 2 asistencias, y destacó especialmente su rush final en esta competición, en que marcó 5 goles en los 4 partidos en que jugó. Por el contrario, en la competición europea, su aparición fue más bien testimonial: fue suplente en los dos encuentros contra el PSG, no jugó en Turín y fue sustituido en el descanso en el partido de vuelta frente a la Juventus. En la semifinal, frente al Bayern, no jugó ni un minuto en Munich y salió en los últimos 20 minutos del partido de vuelta en el Bernabéu.

Fue entonces cuando llegó su momento más sonado y, mal que le pese a muchos, protagonista en la historia de su club. En la final de la Copa de Europa, frente al Liverpool en Kiev, Gareth Bale pasó a la historia del Real Madrid con letras mayúsculas. Una vez más, no formó parte del once titular, y salió al campo en el minuto 61 sustituyendo a Isco, con el marcador 1-1. Dos minutos después de su incorporación al partido, en una jugada heterodoxa como pocas, remató de chilena, de forma desgarbada, un centro de Marcelo con la derecha a la frontal del área, y marcó el 1-2 de una manera formidable, mandando el balón a la escuadra de la portería de los reds. Faltando 7 minutos para el final del partido, enganchó un disparo a 40 metros de la portería y Karius hizo el resto, encajando el 1-3 definitivo y convirtiéndose en el MVP de la final.

Sin embargo, para otros aficionados madridistas, fue más sonado que hiciera una declaración al final del partido diciendo, textualmente, esto: “Al principio [me sentí] desilusionado. Pensé que debería estar desde el principio porque he estado jugando muy bien, pero como soy profesional sé que el equipo no son sólo 11 jugadores. Y cuando uno sale tiene que intentar dar lo mejor. Y eso es lo que hice. Ha sido un sueño hecho realidad. Lo importante ha sido defender el título y que el Madrid se lleve el título a casa. […] Creo que tengo que jugar todas las semanas, es algo que siempre he querido hacer. Tengo que jugar todas las semanas y, si no puedo conseguirlo en el Madrid, tengo que pensarlo y lo haré en verano. Ahora tengo tiempo y a ver qué puede suceder en el futuro”.

Esto fue recibido de una manera bastante crítica por parte de sus detractores, y de alguno más que no lo era, y empeoró el cartel del jugador delante de parte de la afición, que ya había recibido con asombro otras declaraciones de Cristiano Ronaldo en que dejaba entrever su intención de abandonar el club ese mismo verano. No deja de ser curioso que lo de este último se haya quedado finalmente en un simple “aguar la fiesta”, mientras que a Bale le siga persiguiendo esa declaración aún en estos días. Con las expectativas por parte de algunos puestas en que Bale heredara el rol del portugués –evidentemente desajustadas-, y con otros pidiendo a gritos su salida del club de la mano de Benzema, pasó el verano de 2018, también alterado por la decisión de Zinedine Zidane de abandonar el cargo de entrenador.

Empezó la temporada 2018-19 con Lopetegui a los mandos, y Bale como titular indiscutible en la banda derecha. En los primeros 6 partidos de la temporada, marca 4 goles y da 4 asistencias, mostrándose como un factor ofensivo de primer orden. Pero llegan los parones de selecciones, el ritmo de competición miércoles-domingo, y el equipo blanco baja su rendimiento ofensivo de tal manera que está cuatro partidos sin marcar (Bale jugó dos y medio), y encadena 5 derrotas en 7 partidos, que le cuestan el puesto al entrenador. La llegada de Solari reubica a Bale en banda izquierda, y el equipo va ganando partidos, salvo la derrota en Eibar, más por empuje que por juego, aunque el galés apenas marca goles, solamente el de la victoria en Huesca. En Champions, Bale marca goles en Roma y Pilzen, donde también asiste a Benzema para marcar gol.

Llega el Mundial de Clubes, en que Bale vuelve a tener un papel protagonista, marcando un hat-trick en semifinales al Kashima Antlers, merced a su conexión con Marcelo en banda izquierda. En la final, juega los 90 minutos frente al Al-Ain y juega un buen partido, aunque no marca ni asiste. De vuelta de Navidad, en el primer partido del año, recibe cerca del descanso un golpe por detrás de un jugador del Villarreal que le lleva a la enfermería de nuevo, hasta finales de mes. En ese tramo, Vinicius Junior asume la titularidad y, para cuando regresa el galés, vuelve a tener un rol secundario, siendo suplente en la mayoría de partidos de Liga y Copa por detrás del brasileño. Aun así, marca goles en Cornellá, en el Wanda y en el campo del Levante. En Champions, juega como titular en la victoria en Amsterdam y sale como suplente en Madrid, con el partido ya 0-2, ante la lesión del joven extremo. Lo que pasó después ya se sabe. Solari fue cesado y volvió Zinedine Zidane al banquillo, para los últimos once partidos de la temporada. Con el francés de nuevo a los mandos, Bale juega como titular 3 de los primeros 4 partidos, y los 3 son victorias, con un gol marcado por él. A partir de ahí, dos suplencias, y otras dos titularidades frente a Getafe y Rayo Vallecano, en las que se serán sus últimas apariciones de esa temporada, que cierra con 14 goles y 7 asistencias.

Al inicio de la 2019-20, con Zidane de nuevo como entrenador, Bale empieza la temporada como titular en Balaídos (1 asistencia), y juega los 90 minutos frente al Valladolid y en Villarreal, donde marca dos goles y acaba expulsado el partido. También es titular en París, donde el equipo cae por 3-0, siendo sustituido por Vinicius a falta de 11 minutos. Vuelve a la titularidad en el Sánchez Pizjuán, ganándose 0-1 al Sevilla, y en el empate a cero en el Wanda Metropolitano, pero en una versión muy defensiva del galés, más jugando como centrocampista por la derecha que como extremo. De hecho, eso será lo que marque su aparición en la mayoría de partidos a partir de entonces, trabajo defensivo en campos difíciles, siendo titular en Vitoria (1-2), Mestalla (1-1), Nou Camp (0-0), Getafe (0-3) y El Sadar (1-4), sin que haya aportado en esos encuentros asistencias ni goles (aparte del anulado en el Nou Camp por supuesto fuera de juego de Mendy), y desempeñando un rol más defensivo y centrado en apoyar a Carvajal en esa faceta.

En todo caso, es evidente que su temporada, en términos ofensivos, ha sido enormemente pobre, especialmente en función de lo que se espera de un jugador como el galés. La cuestión es que, ya desde hace meses, se generaliza en las redes sociales el mantra de que lleva dos o tres temporadas sin hacer nada. Más allá de que los fieles de Manolo Lama y otros periodistas crean este tipo de afirmaciones a pies juntillas, lo cierto es que ha habido un descenso progresivo en la producción ofensiva de Bale, que este año ha alcanzado su nivel más bajo. Esto me parece incuestionable. De ahí a atribuirle actitudes de desinterés, falta de profesionalidad, o ausencia de compromiso, va un buen trecho. Pero aquí hay cuestiones de diversa índole, donde se entrecruzan intereses personales, filias y fobias, y el contexto de una afición como la madridista es muy sensible a las técnicas promovidas por tipos como Goebbels, con su famosa afirmación de que “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”

En el tema de la bandera con el lema “Wales. Golf. Madrid” no voy a extenderme, ya lo expliqué suficientemente en un podcast de esta casa, y quien no quiera entenderlo será porque prefiere no hacerlo. Pero recuerda a estas situaciones en que alguien, contando otra cosa, dice que un taxista nacido en Somolinos le ha cobrado 2 euros de más, y saltan ofendidos muchos taxistas y muchos de Somolinos para declarar su malestar. Lo de la bandera, como quedó explicado en su día, es una pelea entre la prensa española y la afición galesa. Y Bale, como cualquiera hubiera hecho en su lugar, se puso del lado de la afición que le defendía a muerte. El resto son ganas de ofenderse gratuitamente.

Pero hay toda una serie de “informaciones” vertidas desde que llegó al Real Madrid, y un estado de opinión generado por determinados líderes periodísticos, que evidencian a las claras una persecución mediática hacia el jugador. Desafortunadamente, la plaza que dejó libre Jose Mourinho en el verano de 2013 como blanco favorito de las iras periodísticas fue reasignada a Gareth Bale a la temporada siguiente, y no ha dejado de ser el objetivo favorito de ciertas tertulias radiofónicas. Y no deja de ser sorprendente que muchos de los que denunciaban esa persecución hacia el técnico portugués entonces, ahora se sumen a las hordas que piden el linchamiento del galés. Como discutía en una red social hace unos días, haga lo que haga, e incluso si no hace nada, Bale es un blanco fácil. No sale a contestar, no pierde los nervios, y no entra en el juego sucio que le proponen. No sale a desmentir que tenga una hernia, ni que tenga una enfermedad congénita, ni que estaba jugando al golf durante un partido de su equipo, ni que se va antes de que acaben algunos partidos en el Bernabéu, ni que sea el jugador que más cobra en la plantilla. El tiempo y la información veraz van desmintiendo o matizando todas esas falsedades, pero siempre queda un poso en la mente de algunos, que acaban cediendo a las ideas de Goebbels. Lo han oído tantas veces que ya creen que es verdad.

Si Mourinho fue, en su día, el blanco de las críticas del periodismo nacional, fue, entre otras cosas, porque era el elemento incontrolable que elevó el nivel competitivo del Madrid hasta ponerlo enfrente del Barcelona todopoderoso de Guardiola y Messi, elevado a los cielos por esos mismos medios. Era un problema alguien que no tenía problema en denunciar el juego sucio relativo a arbitrajes, horarios y demás que hacían que el Madrid, para ganar una Liga, tuviera que batir el record de puntos y de goles. Finalmente consiguieron que una fractura interna acabara con el portugués. Pero con lo que no contaban era con que, al año siguiente, apareciera el tipo que añadió un peso diferencial al potencial futbolístico del equipo: la formación de la BBC fue la peor noticia para el periodismo deportivo, y por ello sacaron de nuevo la artillería para ir a por el eslabón más débil: el recién llegado. Y muchos aficionados madridistas, algunos por mero piperismo, y otros por otros intereses, se sumaron a la fiesta.

A estas alturas, cuestionar la influencia de la llegada de Bale a un equipo ya consolidado en 2013, que requería un simple plus para alcanzar la gloria, es de ser estúpidos. En los 7 años que lleva Bale en plantilla, el Madrid ha ganado 4 Copas de Europa, 2 Ligas, 1 Copa del Rey, 3 Supercopas de Europa, 4 Mundiales de Clubes, y 2 Supercopas de España. En los 7 años anteriores, había ganado 3 Ligas, 1 Copa del Rey y 2 Supercopas de España. Seis títulos frente a dieciséis, once de ellos internacionales.

Su curriculum es indiscutible, aunque no deja de ser cierto que su influencia en los títulos de esta temporada haya sido más reducida y menos evidente que en momentos anteriores. Respecto a su profesionalidad, es el tipo que volvió más en forma del confinamiento, no se le conocen actividades de ocio que supongan incompatibilidad con su profesión, y no ha tenido jamás un mal gesto hacia el público de su equipo. Lo que está claro es que no va a ser tan histriónico como a algunos les gustaría: no necesita declaraciones incendiarias, gestos provocadores o celebraciones estrafalarias para llamar la atención. Lo suyo no es el teatro, y no regala más sonrisas de las imprescindibles.

No deja de ser verdad que algunos de los que promueven que el galés no vuelva a vestir la camiseta del Madrid sean los mismos que pedían exactamente lo mismo para Karim Benzema hace un par de veranos. Curiosamente, también tras un decremento significativo en sus números relativos a goles y asistencias. En aquel momento, lo adecuado hubiera sido preguntarse ¿estaba haciendo Benzema lo que le pedía el entrenador? ¿era eso lo que más necesitaba el equipo en términos colectivos? ¿estaba sacrificando Benzema su brillo individual en beneficio de los demás? Ahora, estamos ante ese mismo cruce de caminos, pero relativo a Bale ¿ha estado haciendo Bale este año lo que le pedía Zidane en los partidos en que jugaba? ¿ha servido eso para mejorar los resultados del equipo? Quien mejor sabe eso es Zidane, evidentemente. Nosotros lo sabremos más adelante.

Está claro que muchos añoramos de Gareth Bale ese galope estrambótico, esa punta de velocidad que parece haber perdido, y ese cañón de largo alcance que poseía en su pierna izquierda. Que nos gustaría que apareciera cualquiera de esos rasgos en algún momento, en Manchester, en su latitud, en el segundo proverbial, como acostumbraba a hacer, para dar al Real Madrid el pase a la siguiente eliminatoria de la Copa de Europa. Porque la naturaleza del partido, las circunstancias de un marcador desfavorable y lo increíble de la gesta, necesariamente identifican a ese encuentro como una final. Y, amigos míos, en los partidos decisivos es donde siempre ha aparecido este galés oportuno. Ojalá vuelva a hacerlo, mande los papeles de Goebbels a la basura y recupere esa aura especial que siempre tuvo para la mayor parte del madridismo.


Imagenes: realmadrid.com