OPINIÓN | La paciencia del alquimista (Revisitada)

Un articulo de: @MiedoEscenico2

Escribo estas líneas aún con la incertidumbre de si el Real Madrid conseguirá o no alzarse con el campeonato de Liga. Y lo hago conscientemente, para que nadie tenga la tentación de culparme de ventajismo: todo está por decidir, y las posibilidades de conseguir o no el segundo título de la temporada están ahí. Pero lo que ha pasado en estos meses, ha pasado, sea cual sea el resultado final. Desde que escribí, allá a principios de noviembre, en estas mismas páginas, el anterior artículo en que trataba de desentrañar la filosofía que Zinedine Zidane ha llevado a la práctica como entrenador del equipo madridista, han pasado muchas cosas… Algunas absolutamente imprevisibles entonces, éramos más jóvenes y más felices, aunque no lo sabíamos…

 

EL LARGO Y SINUOSO CAMINO

El recorrido del Real Madrid a lo largo de los meses que han transcurrido desde entonces, no deja de ser una suerte de certificado de que mucho de lo que entonces planteaba era cierto. El último partido del que hablaba entonces era aquella rotunda victoria por 0-4 en Eibar, que le mantenía empatado a puntos con el Barcelona en la cabeza de la Liga. De ahí en adelante, el equipo mantuvo mucho de lo que había mostrado en Liga, encadenando varias victorias, incluyendo una remontada frente a la Real Sociedad. En medio de ellas, un partido donde Zidane volvió a demostrar que su sistema es no tener un sistema, en que el equipo jugó 80 minutos maravillosos, y tuvo contra las cuerdas al mismo PSG que le había noqueado en el primer partido de la fase de grupos. Aquel día, Zidane decidió volver al 4-4-2, con Hazard y Benzema arriba, e Isco como verso libre, y castigó brutalmente la seguridad del campeón francés, haciendo un total de 27 remates y con Keylor Navas salvando a su equipo haciendo hasta diez paradas. Sin embargo, ocurrió algo que volvería a pasar en otros partidos: en los últimos diez minutos, dos errores defensivos le costaron al equipo madridista caros, y no pudo pasar del empate: los dos únicos remates a puerta del PSG en la segunda parte fueron gol, tras un derrumbe, sobre todo mental, del equipo blanco en ese tramo final.

Ese revés, tan inesperado como lo había sido el desarrollo del partido, no impidió que el cuadro blanco consiguiera otras tres victorias después, una jugando con 4-4-2, otra en 4-3-3, y la tercera en Brujas con un equipo formado por jugadores menos habituales, como Odriozola, Militao o Jovic. Llegó así a la última semana de competición en diciembre, donde se enfrentaba, en apenas siete días, a Valencia, Barcelona (aplazado desde octubre) y Athletic de Bilbao. En esos partidos, volvió a evidenciarse algo que ya comentábamos en el artículo anterior, y es que Zidane comenzó a variar definitivamente su mentalidad. Si bien en Valencia planteó un partido abierto que casi cuesta la derrota, salvada in extremis en el descuento con un fabuloso gol de Benzema tras subir Courtois a rematar un córner a la desesperada, en Barcelona y frente a los leones, priorizó echar el cierre atrás y tratar de decidir los partidos en detalles. Frente al Barcelona, las decisiones arbitrales tuvieron un peso determinante, tanto por los penaltis no pitados a Varane, como por el gol anulado a Bale por un fuera de juego más que dudoso de Mendy. Frente al Athletic, el cansancio acumulado hizo mella, y aunque el equipo salió dispuesto a ganar el partido, el portero bilbaíno salvó una goleada, en una tradición que no nos resulta ajena, también porque la calidad de los remates no fue la esperable.

La figura de Zidane volvía a ponerse en entredicho, ahora porque se le culpaba de que el equipo no tuviera gol. En su habitual línea de corte paciente y de transmitir una confianza de hierro en su plantilla, sus declaraciones fueron “Absolutamente no, no veo necesario fichar un delantero” ante la pregunta de si quería pedir uno a los Reyes Magos. Efectivamente, no hubo fichaje alguno en el mercado de invierno y, por el contrario, Odriozola salió con rumbo al Bayern de Munich, cedido. Sin saberlo a ciencia cierta, no es improbable que algunas actuaciones defensivas del donostiarra, especialmente sus partidos en Vigo y Mallorca, no convencieran a Zidane para lo que él pensaba que el equipo necesitaba. Esto también da idea de la mentalidad del francés de cara al cambio de perfil del futuro Madrid que estaba maquinando.

 

EL PRIMER TÍTULO

Empezó 2020, y lo hizo con un Madrid diferente, resultado de la evolución del final del año anterior: tras la victoria en Getafe, viaje a disputar la Supercopa de España en Qatar. Al equipo madridista se le caen de la convocatoria Benzema y Bale, por gripe, sumándose a las bajas de Hazard (lesionado desde el partido del PSG) y Asensio (desde principios de temporada). Zidane plantea una semifinal frente al Valencia con un dibujo inesperado: cinco centrocampistas, con Luka Jovic  por delante. Y le sale un partido imponente, especialmente en la primera parte, con una sensación de dominio aplastante. Tras la victoria, en la final enfrentará al Atlético de Madrid con el mismo sistema, y la ganará en los penaltis, tras una gran actuación de Courtois. Es éste un asunto sobre el que luego volveré, lo de Zidane y las finales.

El equipo, tras la Supercopa, encadena cinco victorias, utilizando la Copa del Rey para dar entrada a jugadores poco habituales. La última de esas victorias, en Liga contra el Atlético de Madrid, es toda una declaración de intenciones del técnico galo: empieza con el sistema que le había dado el título en la Supercopa y, ante las dificultades planteadas por el Atlético, en el descanso releva a dos centrocampistas (uno de ellos, Toni Kroos) y mete a dos extremos, ganando el partido y consiguiendo que los rojiblancos no disparen una sola vez a puerta en la segunda parte. Tras el partido, la posición del técnico sigue siendo prudente: “Aún no hemos ganado nada, el camino es muy largo”, aunque con esa victoria se ha colocado el equipo como líder con tres puntos de ventaja sobre el Barcelona.

 

EN BARRENA

Sin embargo, tras esta victoria, el equipo entra en la que probablemente es la peor fase de la temporada, desde primeros de febrero hasta principios de marzo: en los siguientes siete partidos, cosecha hasta cuatro derrotas, siendo especialmente dolorosas las sufridas en casa frente a la Real Sociedad, que cuesta la eliminación de la Copa del Rey, y en Champions frente al Manchester City, que pone cuesta arriba la clasificación para cuartos. Dos derrotas completamente diferentes: una, debida a una cantidad ingente de errores defensivos frente a un equipo donostiarra creativo y ofensivo, con Isak en estado de gracia; y otra, la del partido europeo, muy semejante al empate cosechado frente al PSG: ochenta minutos de esfuerzo y concentración, con un marcador favorable para la vuelta (1-0), que se echaron a perder en la parte final, con dos errores atrás que costaron la derrota. Además de eso, los partidos perdidos frente a Levante y Betis en Liga, solamente compensados en parte por la victoria frente al Barcelona por 2-0 en el que sería –aunque no lo sabíamos- el último partido de la temporada en el Bernabéu. El equipo de Zidane había entrado en una espiral compleja, a dos puntos del Barcelona en Liga, eliminado de la Copa del Rey y con un pie fuera de la Champions League, merced a un mes calamitoso.

Pero, entonces, llegó el COVID, y todo se paró.

 

EL RETORNO

El regreso de la Liga se haría esperar hasta principios de junio, y dicho regreso supuso la imposición de Zidane de un modelo que ya se había atisbado en momentos anteriores de la temporada. Todo el equipo implicado en una idea: no dejar que el rival marcara gol, y tratar de ganar los partidos mediante detalles. Así, en este reprise final que supone jugar once partidos en apenas un mes, el francés ha establecido un estajanovismo radical, donde desde el primero hasta el último jugador tienen como misión hacer imposible la llegada del contrario a Courtois. Y los resultados, hasta el momento, le han ido dando la razón, aunque en muchos casos los detalles decisivos han tenido que ver con penaltis evidentes que hasta no hace mucho eran invisibles a los ojos de árbitros y entorno mediático. Al equipo le sigue costando hacer gol (no tanto generar oportunidades), pero está mostrando su versión más pétrea hasta la fecha.

 

LA PACIENCIA Y LA ALQUIMIA (II)

Hacer un análisis de la dirección técnica de Zidane a lo largo de la temporada es complicado sin hacer referencia a su etapa anterior. Entre enero de 2016 y junio de 2018, bajo su dirección, el Real Madrid no sólo ganó 9 títulos en dos años y medio, sino que consiguió un récord irrepetible: marcar gol en 73 partidos oficiales consecutivos, así como hacerlo en 54 partidos de Liga seguidos. Para hacerse a la idea de la magnitud de esta marca, basta con saber que el siguiente en esta clasificación es un técnico británico que consiguió que sus equipos marcaran en 42 partidos consecutivos… en dos equipos diferentes, entre 1931 y 1934.

Evidentemente, mucha de la culpa de este récord la tuvo la presencia de un depredador del gol como Cristiano Ronaldo, acompañado de un plantel de jugadores con enorme talento ofensivo y dentro de un modelo de juego que favorecía el intercambio de golpes más que otra cosa. Sin embargo, al volver al banquillo del Real Madrid el técnico francés se encontró algo bien diferente: no sólo la ausencia del portugués, sino además una sombra de duda en los propios jugadores, tras una temporada demoledora para su crédito futbolístico para volver a ganar partidos y títulos. Así que, tras un inicio de temporada titubeante, salpicado de derrotas en pretemporada y llegado el punto de inflexión que fue el 3-0 en París, Zidane comenzó a definir dos estilos, de los que ya hablamos en el anterior texto. En los periodos iniciales de este año 2020, así como en la racha de victorias tras el confinamiento (nueve de nueve al escribir estas líneas), la palabra clave ha sido defensa. Un equipo sólido, rocoso, que pone muy difícil llegar a la portería de Courtois, con una delantera proactiva, un centro del campo sacrificado y una defensa absolutamente rebosante de intensidad. Y, en última instancia, el cancerbero belga, que con sus paradas ha transmitido al resto la seguridad de que, si el rival consigue sortear todos los demás obstáculos, se encontrará con uno de los mejores porteros del mundo.

 

EL COMPROMISO DEFENSIVO COLECTIVO

Esto no es casual: si en el tramo al que nos referíamos anteriormente lo que caracterizaba al equipo era el que marcaría algún gol, el Madrid actual se destaca por echar el cierre a su portería. Hablamos de dejar la portería a cero a lo largo de esta Liga en la mitad de los partidos disputados, pase lo que pase en los que quedan. Una marca difícil de batir, que especialmente se ha consolidado en los partidos finales de esta temporada. Así, donde antes Zidane implantaba una filosofía de marcar goles, cuantos más mejor, ahora ha generado otra donde lo importante es mantener la portería a cero. Para ello, es imprescindible contar con algo que el técnico francés tiene incorporado de serie: el carisma. Porque no podemos olvidar que ha convencido a un grupo de jugadores, acostumbrados a un juego exuberante y vertical, a desfondarse en defensa para cerrar todos los caminos posibles al contrario. Gente que ronda la treintena o la ha sobrepasado ya, vaciándose colectivamente para alcanzar una meta común. Luego volveremos sobre esto, pero es un indicador evidente de que la nueva filosofía de Zidane ha impregnado a la plantilla, tanto a los jugadores jóvenes como a la vieja guardia.

 

LAS FINALES

Otra característica de Zidane que ha tenido mucho que ver con el tramo final de Liga, tiene que ver con la mentalidad que transmite al equipo ante los partidos decisivos e importantes. A poco que miremos las estadísticas del francés, con él al mando el Real Madrid ha jugado tres finales de Champions League, dos de Supercopa de Europa, dos de Supercopa de España y dos en Mundiales de Clubes. De esas nueve finales, el equipo ha ganado todas. Todas, sin excepción. Zidane genera un estado mental en la plantilla (no sabemos cómo) que supone, en ese tipo de partidos, un nivel máximo de concentración y una ejecución impoluta del plan del francés. Desde el inicio de este reprise final de Liga, absolutamente todas las declaraciones de entrenador y jugadores han dejado a las claras que el equipo afrontaba “once finales”, y que su objetivo era ganar esta competición. Y en esa misión están.

 

LOS ERRORES

Los críticos del francés, llegados a este punto, dirán: “Parece que Zidane sea perfecto, que no comete errores”. Para nada. Creo que Zidane ha cometido errores, como cualquier otro entrenador. Especialmente se le pueden atribuir ciertas carencias, que sería bueno que corrigiera con el tiempo: el primer lugar, su tardanza, en ocasiones, en hacer los cambios, o la tendencia a no agotarlos, siendo necesario. En mi opinión, eso ha costado algunas derrotas, como la de Mallorca o frente al City o a la Real Sociedad, o empates como el del PSG. Se veía a jugadores que ya no estaban en un punto físico adecuado, o no estaban en el partido, y hubiera sido beneficioso cambiarlos diez, quince minutos antes, alguno incluso en el descanso (en Son Moix, por ejemplo). En segundo lugar, probablemente la gestión de la plantilla en esta temporada no ha sido tan brillante como la de la 2016-17; no ha conseguido que algunos jugadores estuvieran dentro de la dinámica de juego, y ha tenido dificultades para integrar a algunos como Jovic, al menos en términos de juego. También es cierto que, desde el inicio de la temporada, la amplitud de la plantilla (una ventaja en este tramo final) supuso que algunos jugadores estuvieran gran parte de ella en el ostracismo. La superpoblación en algunas posiciones como la de ataque en banda derecha, solamente se vio regulada por lesiones y algunas situaciones extrañas, y eso supuso necesariamente que algunos jugadores hayan contado poco para él.

De forma intermedia entre sus errores y sus aciertos, está una forma de pensar que no suele gustar a algunos aficionados: la filosofía de Zidane suele dirigir su atención al medio plazo, sin descuidar el corto. Dicho de otra manera, a veces plantea un partido en función de lo que le hará falta para el siguiente, si es más importante. Eso supone sacrificar a veces tramos de partidos, o incluso –lo que más duele- resultados, a cambio de un beneficio mayor en un momento posterior. Hemos visto partidos en que la primera hora aparentemente presentaba un juego pobre, poco efectivo, pero que en la última media hora se transformaba en un ejercicio ofensivo y de fútbol bastante más interesante. En estas cosas, siempre nos queda la duda de si hubiera sido posible la segunda parte de la final de Cardiff sin haber jugado así la primera. Este balance de oportunidad/riesgo que corre el francés suele ser muy mal recibido por los aficionados cortoplacistas, pero no deja de ser una muestra de la racionalidad del técnico, que suele ser rentable a medio y largo plazo.

 

LOS ACIERTOS

Hablar de los aciertos de Zidane en esta nueva etapa no deja de ser una trampa. Palidecen, aparentemente, al compararlos con la etapa anterior. Pero no deja de ser cierto que cogió, allá por marzo del año pasado, un grupo reventado física, anímica y deportivamente. Y que lo ha ayudado a levantarse, contra viento y marea, a lo largo de una temporada enormemente complicada. Lo que no puede cuestionarse de Zidane es que tiene un plan siempre. Y que parece claro que su plan pasaba por dar la oportunidad de rehabilitarse a jugadores que le hicieron grande en un momento anterior, con los que había contraído una cierta deuda de honor. Y la mayoría de ellos han aportado mucho de su fútbol para que el equipo madridista volviera a pelear por la Liga, o ganara la Supercopa. Además, como decíamos en el artículo de noviembre, fue dando entrada a los jóvenes en el once, creando las condiciones más adecuadas posibles para que lo hicieran sin la presión de que todo depende de ellos. Mendy y Valverde están entre los once jugadores más utilizados por Zidane en esta temporada. Vinicius ha jugado más minutos que sus competidores por el puesto en el extremo izquierdo, tanto Hazard como Isco. En torno a la columna vertebral formada por Courtois, Varane-Sergio Ramos, Casemiro y Benzema (los cinco jugadores más utilizados), el francés ha reconstruido un equipo, como decíamos antes, sólido y fiable, que no ha concedido un solo gol a equipos como el Barcelona o el Atlético de Madrid.

A estas alturas de la temporada, Mendy ha jugado más minutos y más partidos que Marcelo, Valverde más que Modric, Isco o James, Rodrygo más que Bale o Lucas Vázquez y Vinicius más que Hazard (por las lesiones, pero es un hecho). Solamente Militao y Jovic han tenido baja participación de entre los jóvenes de la plantilla, excepción hecha de Brahim, un caso peculiar. El proceso de renovación del equipo, que decíamos en noviembre que Zidane había regresado para encabezar, se ha iniciado con cuatro jugadores que han ido asumiendo roles progresivamente y que han acumulado, a lo largo de la temporada, un promedio de 28 titularidades.

 

LA FILOSOFÍA TÁCTICA

Ya avisamos en el artículo anterior de la sensación de que a Zidane los dibujos tácticos se la bufan, algo que él mismo ha admitido en alguna rueda de prensa: son un mero punto de partida para el movimiento, y poco más. En esta temporada, hemos visto al equipo jugar con diferentes sistemas, al menos en teoría: el 4-3-3 ha sido el más utilizado, pero también ha utilizado el 4-4-2, 4-1-4-1, 4-2-3-1, 4-2-4 y, en momentos puntuales, el 4-5-1. Lo cual no deja de tener un punto arrogante, porque jugar con todos los centrocampistas disponibles en la plantilla es de un atrevimiento fascinante, más aún cuando se criticaba al inicio de la temporada la delgadez del centro del campo madridista. Probablemente, Zidane entiende el fútbol más como jugador que como entrenador, y precisamente por eso prescinde de ciertas teorías, y se aproxima lo más posible a la realidad, al movimiento en el campo, y los mecanismos que permiten alcanzar los objetivos. Porque, por mucho que pueda molestar, la filosofía táctica de Zidane es el pragmatismo aplicado al terreno de juego: alinea a quien mejor le sirve para ganar, haciendo secundario el sistema o la táctica. Los laterales llegan al área como aviones, mientras el medio centro defensivo se incrusta entre los centrales, y los interiores, en función de su perfil, caen más a ayudar en banda, o mantienen la posición en el medio, aprovechando que el delantero centro tan pronto está en el área para cazar un remate como ha salido treinta metros a dar fluidez a la circulación de balón. O no. Una especie de refundación del caos ordenado, o del orden caótico, que llevó al Madrid a imponer su hegemonía en Europa durante dos años y medio. La cuestión es que a Zidane lo que le vale es ganar: antes, marcando un gol más que el contrario, y ahora, encajando un gol menos, muy en el estilo de su maestro Lippi. Y es que un técnico cuya principal meta es ganar no es otra cosa que madridismo puro y duro. Que Zidane se identifique como inequívocamente madridista no es casualidad.

 

EL FUTURO (INMEDIATO)

A estas alturas, quedan dos partidos de Liga en el horizonte más cercano, y en la lejanía asoma la vuelta de la eliminatoria contra el Manchester City. Si las cosas se dieran de acuerdo con lo que he ido desgranando en el artículo, el equipo se tomaría el partido contra el Villarreal como una auténtica final, y el de Manchester también, añadiendo a este último una dosis de desesperación que en el pasado reciente a este equipo le hacía multiplicar sus prestaciones. De la temporada que viene ya hablaremos más adelante, ahora toca acabar esta. Y, aunque no sabemos si finalmente el entrenador francés consigue uno de esos títulos, o los dos o ninguno, lo que parece incuestionable es que ha rehabilitado para la causa a muchos jugadores de la “vieja guardia”, ha incorporado a jóvenes que poco a poco van mostrando su pedigrí para defender ese escudo, y ha recuperado la casta y el orgullo que supone vestir la camiseta blanca, compitiendo por títulos sin perder la cara a los partidos. Ha devuelto al Real Madrid una parte de su identidad, el ansia de ganar, y ha sido haciendo buena la vieja frase de Don Alfredo Di Stefano, que probablemente era el punto de partida necesario para sobrevivir a la marcha de un jugador tan determinante como Cristiano Ronaldo: “Ningún jugador es tan bueno como todo el equipo junto”.