Un articulo de: @perifollogarcia
Cardiff, 3 de junio de 2017.
Hay pocas cosas comparables a la primera vez, a tener esa sensación de saber qué haces algo que puede marcarte toda la vida. Para mí la primera vez fue en Cardiff (País de Gales).
Llevo 50 años sintiendo al Real Madrid correr por las venas. Más de medio siglo de alegrías y tristezas, de lágrimas de felicidad y de angustia, de momentos únicos, de historias que contar y de amigos que disfrutar.
Pero he aquí que, en todos estos años, después de innumerables Copas de Europa, de decenas de finales de todo tipo y competición, yo nunca me había sentido parte activa de ello. Es decir, no había vivido en directo ninguna final, por una mezcla de miedo y de ver que eso era para los elegidos. Hasta que llego la Final de la Champions del 2017 en Cardiff.
Llegué a este día del 3 de junio de 2017 casi de casualidad, por un capricho del destino (y del que entonces era el CEO de la empresa donde yo trabajaba con mucho empeño). El jueves 1 de junio a eso de las cinco de la tarde una llamada telefónica me ponía en guardia y me advertía para que preparase mi maleta, porque salíamos en avión al día siguiente, rumbo Londres, rumbo a una experiencia increíble y casi imposible para mí y mis recursos.
Imagen: @perifollogarcia
¿Qué lleva un madridista en su maleta para ir a una final de Champions?. Mis mejores galas: la camiseta del Real, la bufanda de la suerte, varias mudas, camisetas de reserva con el escudo que te representa… y kilos de ilusión, de nervios y de ganas de gritar de alegría.
El día de la final fue TODO.
Arrancas casi sin dormir, con ganas de que sea la hora del partido, pero con ganas de exprimir cada minuto de ese día. Cada cántico, cada Hala Madrid, cada momento en el que te das cuenta de que estas allí, de que no es un sueño, de que eres parte de lo más grande que puedes vivir siendo de un club de futbol Universal. Te das cuenta de que el Real Madrid va más allá de fronteras, de idiomas, del color de la piel. Te comunicas con los desconocidos que visten el escudo más grande del mundo sin necesidad de palabras, solo sonríes, brindas, cantas, eres feliz y lo sabes.
Luego, en las calles de una ciudad como Cardiff, lejana, te encuentras como en casa y vas coincidiendo con tu otra familia, con esa gran familia madridista. Tus amigos de tantas y tantas previas. Gente que se convirtió en especial en lugares como Marceliano, como el Rincón de Toñín, como El Viejo Chamartín, como José Luís… bares que lugares.
Abrazos, besos, risas, banderas, himnos de madridismo, sentimientos de corazón y cerveza, ¡¡Mucha cerveza!!.
Imagen: realmadrid.com
Pero no, no te olvidas del partido, a eso hemos venido, y conforme se acerca la hora tu corazón se acelera, te entran las dudas. ¿Y si hemos hecho miles de kilómetros para no campeonar?. Hasta que piensas que eres del Real Madrid, nosotros no jugamos finales… las ganamos.
Te vienes arriba y aprietas tu entrada como si fuese un salvoconducto al paraíso. Entras en el Cardiff City Stadium, y entonces sí, te preparas para los 90 minutos de tu vida, el partido que puede hacerte la persona más feliz del Universo.
Que mas os puedo contar de lo que allí ocurrió en los 90 minutos siguientes al pitido inicial del árbitro. Un partido digno de una final. Todos lo recordáis con una sonrisa en los labios. Un adversario al que le habían marcado menos goles en todas las fases previas que en esta fiesta madridista.
La Juve llegaba como favorita para muchos eruditos del Mundo Futbol, pero no se acordaban de que se debían jugar la orejona con el equipo mas laureado de la historia. El Real Madrid es la Champions.
Imagen: elespañol.com
El Real Madrid de Zidane compuso una sinfonía en la que cada músico era parte imprescindible, en la que todos tocaban a un ritmo diabólico e inalcanzable para el campeón italiano.
El Real realizó la segunda parte mas perfecta y arrolladora que se haya visto en una final de Copa de Europa nunca. Y si, yo estuve allí.
Cuando todo acabó sobre el césped me mantuve casi 30 minutos sentado en mi localidad, llorando sin consuelo, recordando a todos los que no tuvieron la fortuna que yo tenía, pensando en mis seres queridos, en los que ya no estaban, en todos los madridistas que estaban cantando y gozando de otra noche histórica.
Allí, en el Cardiff City Stadium, casi en silencio, volví a dar gracias a Dios por haberme permitido ser parte de un día histórico, le di gracias por ser del mejor equipo del mundo, le di gracias por saber que la sangre madridista sigue corriendo por las venas de mi hija.
¡¡¡Somos mucho más que un equipo de futbol, somos una familia… somos EL PUTO REAL MADRID!!!.