Un articulo de: @danipuerto6
“Jamás un hombre es demasiado viejo para recomenzar su vida y no debe buscar que lo que fue le impida ser lo que es… O lo que será”
Miguel de Unamuno.
Parece que hace un siglo que debutó con el Madrid, una eternidad donde Rodolfo Fernández Farrés (Mallorca, 32 años) ha sido ángel y demonio para el siempre exigente aficionado madridista. Lejos queda ya aquel jugador diferente, aquel portento físico, cachorro criado por la Penya, que debutase en ACB allá por el 2003 y que incluso logró abrazar el sueño americano de la NBA. Lejos quedan los ecos de aquel niño que corría la cancha de arriba abajo dejando la sensación de inagotable, sensación de que podía empatar dos o tres partidos y rendir al máximo en cada uno de ellos, ese Rudy queda tan lejos que sólo se escucha el eco, tan lejano que casi ya ni recordamos una etapa anterior a la del Madrid.
Con Rudy empezó todo, sí, tal cual. Su llegada fue el pistoletazo de salida a toda esta puesta en escena del denominado “Laso Team”, fue el alfa que relanzó la sección y la ubicó de nuevo entre los más grandes de Europa, sitio de donde jamás debió caer. Reyes, Llull y Sergio Rodríguez ya estaban cuando Rodolfo aterrizó en Madrid, jugadores infrautilizados en la época Messina y que con Laso alcanzaron la cima de sus carreras, extraño, en manos de tan mal entrenador (activado el modo ironía). Con el balear encontró Laso esa cuarta pata donde sustentar su idea, donde apoyar el proyecto que tenía en mente, uno donde aumentar el ritmo, acortar las posesiones y subir la línea defensiva hasta ahogar a los rivales, un proyecto donde Rudy encajó a la perfección.
Pero han pasado los años donde las luces han vencido a las sombras y aquel Rudy primigenio de 26 años hoy ya tiene casi 33. Como diría Juanes en una de sus canciones, “pesan más los daños que los mismos años” y en el caso del alero es literal. Dichosa espalda esa que nos ha robado a un Rudy más completo, dichosa espalda que le ha lastrado e impedido retomar su mejor versión, tanto que el quirófano se hizo inevitable, meses y meses de recuperación forzosa para volver a sentirse jugador de baloncesto, para volver a ser útil para el equipo.
Sin la velocidad que le caracterizaba, sin la potencia de salto que le definía, pero con la misma cabeza, las mismas ganas de liderar y la fuerza de voluntad que da el haberse perdido y vuelto a encontrar, el haber renacido cuando todos le daban por muerto, ese es el Rudy que tenemos ahora, más frío y mejor defensor. Toda esta retahíla de problemas de espalda, esas tres operaciones y tantos meses de recuperación han sido un calvario inimaginable para quien ha vivido de su físico, tanto es así que con su última intervención quirúrgica perdió hasta la manera de mecanizar su tiro. Esa opción de fusilar desde la larga distancia acabó con parte de sus opciones ofensivas. El peor Rudy de cara al aro se convirtió en el rey de la defensa y los intangibles, porque ahora anticipa y no persigue, porque ahora lee cada situación y transforma el quinteto, le dota de un sacrificio atrás que pocos son capaces de aportar, porque lo hace desde la inteligencia y no los pulmones, porque convierte por sí sólo en lado débil en fuerte.
Pero Fernández, inconformista por naturaleza no se podía conformar con esa versión reducida de sí mismo y con su última temporada por contrato en vista, tuvo que decidir y esa decisión le llevó lejos de la selección nacional. Decidió renunciar y prepararse en verano, decidió recuperar una versión más reconocible de sí mismo y meses después parece haberse salido con la suya. El Rudy actual mantiene esa cabeza fría, esas opciones defensivas, pero a todo ese arsenal de media cancha para atrás suma ahora armas ofensivas. El trabajo estival logró lo deseado, no sólo disminuir los achaques lumbares, no sólo permitirle jugar sin dolor y a pleno rendimiento dentro de sus condiciones actuales, le permitió recuperar a su viejo amigo, el tiro de tres. Los mejores porcentajes en tiros lejanos de su carrera han llegado en esta nueva versión, pasando del jugador penetrador que terminaba cerca del aro a uno que todo lo resuelve desde el tiro lejano, tanto es así que se ha pasado hasta dos partidos sin lanzar de dos. Con este crecimiento personal Laso cuenta con un arma más, no se nos puede escapar que Rudy ha sido vital en este renacer madridista tras todas las lesiones sufridas, un jugador con una fe tremenda en sí mismo que ha contagiado al resto.
Ahora llega el momento de decidir qué hacer. Rudy acaba contrato y el Madrid no puede renovarle al mismo coste, 33 años y un largo historial de lesiones avala la decisión de ofrecerle un contrato muy por debajo del que tiene ahora. Es posible que todo ese trabajo veraniego vaya orientado a pedir otro contrato parecido en sueldo aunque por menos años, ya que será su último contrato y al jugador le ampara mirar por sus intereses. Lo ideal sería que ambas partes lleguen a un entendimiento para que Rodolfo se mantenga al menos un año más en la plantilla, porque contar con el jugador que es hoy puede decidir si el Madrid puede volver a reinar en Europa… O no.