Antonio Betancort, el siete manos

Un articulo de: Marcos Jesús Barroso

1426439354_591314_1426444637_album_grandeHace poco más de un año el madridismo despedía a uno de sus referentes bajo los palos. Podemos asegurar sin temor a equivocarnos que estamos ante el mejor guardameta canario de todos los tiempos, parte fundamental de la historia del madridismo. Para un seguidor acérrimo del Real Madrid y de Las Palmas como mi padre, es inevitable que se le refleje en los ojos la emoción y la nostalgia al recordar a “uno de los de su época” como llama él a todo el que merece el distintivo de leyenda. Era “uno de los nuestros” me dice, y no puede evitar indignarse cuando, por juventud y desconocimiento, intento compararle con algún portero que ha defendido nuestra meta en los últimos años.

Betancort era uno de esos guardametas de la vieja escuela: Sobrio, a mano descubierta,  con su elegante y habitual indumentaria negra. La agilidad y seguridad fueron la base en la que asentó sus cimientos como profesional. Cualidades estas que provocaron la confianza ciega de Miguel Muñoz en el arquero canario para ser el dueño de la portería de aquel Madrid yé-yé. Aún ostenta el récord de menos goles encajados en una temporada (15), que comparte con Pesudo, aunque por humildad siempre quiso dejar claro que en esa época se jugaban menos partidos. Su buen hacer bajo los palos le valieron dos trofeos Zamora, en las temporadas 64-65 y 66-67, que completan un extraordinario palmarés de 6 Ligas, 2 Copas y una Copa de Europa.


Inicios

El 3 de febrero de 1957 hacía su debut en Liga Antonio Betancort de la mano del mítico entrenador amarillo Satur Grech, en un partido contra el Español que acabaría 2-2. En sus primeras temporadas como guardameta de la Unión Deportiva Las Palmas estuvo relegado al banquillo, ya que el dueño de la portería del equipo insular era un extraordinario Pepín Casas que aportaba veteranía, y que fue traspasado con posterioridad al Real Betis.

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Tuvo que esperar a la salida del meta valenciano para asentarse como titular en la temporada 60-61, que disputaría en Segunda División. Pero sus cualidades y el buen año que realizó no pasaron desapercibidos para el conjunto blanco, que oía maravillas de un chico canario, y esto  desembocaría en su fichaje para disputarle la portería a los no menos grandes José Araquistáin y Vicente Traín, el grapas. 6 zamoras repartidos entre los tres dan a ver el nivel que exigía ser portero de esta institución en esos años.


Periodo madridista

Tampoco lo tuvo fácil a su llegada a Chamartín. El argentino Rogelio Domínguez y Traín le cerraban el paso a la titularidad, por lo que el primer año lo pasó sin apenas disputar partidos y familiarizándose con los entresijos de la institución madridista. Con este panorama, se acordó su cesión al Deportivo de la Coruña, a modo de compensación por el fichaje de Amancio Amaro por los blancos. Allí permaneció un año para regresar a Madrid en la temporada 63-64, pero ocupar la portería seguía siendo una ardua tarea y sólo disputa un encuentro. Tuvo que esperar a la siguiente campaña para por fin desplazar a Araquistáin y hacerse un fijo en los onces de Miguel Muñoz, que depositó en él y sus virtudes la confianza necesaria para guardar la portería del equipo.

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Estamos en plenos años 60 y el Madrid “yé-yé” enamora con su juego, gracias a jugadores de la talla de Pachín, De Felipe, Sanchís, Pirri, Zoco, Serena, Grosso o Manuel Vázquez. Todos ellos comandados por Paco Gento y con Betancort en la portería. Un equipo plagado de españoles y jóvenes que devolvería la Copa de Europa a las vitrinas del club.


Partidos inolvidables

Tuvo esta Copa de Europa un sabor agridulce para el canario. Titular indiscutible toda la temporada, el Madrid se enfrenta en semifinales contra el todopoderoso y vigente campeón Inter de Milán, que estaba a rebosar de estrellas de la talla de Luis Suárez, Peiró, Corso, Mazzola o Sarti,  y dirigidos por Helenio Herrera, que como era costumbre caldeó el partido en los días anteriores. Las crónicas de la época no daban margen a la sorpresa y todo apuntaba a que el equipo transalpino iba a pasar por encima de los nuestros. Pero son estos partidos los que forjan leyendas, en este caso la del arquero canario. En el minuto 15 de la segunda parte y ante un arbitraje nefasto, Betancort cae lesionado. Hay que recordar que en esta época no se permitían todavía los cambios, por lo que el portero tuvo que aguantar los envites de los italianos durante media hora, logrando dejar su portería a cero y haciendo bueno el solitario tanto de Pirri.

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Esa temporada disputó todos los partidos, pero siempre tuvo el pesar de haberse perdido la final que ganamos contra el Partizán de Belgrado por esa desafortunada lesión. Araquistáin ocupó su puesto en la final, pero a la historia pasará como parte fundamental de la consecución del título. Esa tarde se forjó la leyenda del meta canario, una de esas historias que mi padre me ha contado 100 veces y que no te cansas de oír, la del portero de Las Palmas “con un salto portentoso”,  en sus palabras. Relatos como el de una actuación al alcance de pocos que realizó ante el mítico Manchester United de Bobby Charlton y George Best.

Concluida su etapa madridista decide regresar a su tierra para defender los colores de la Unión Deportiva Las Palmas dos temporadas más, integrando aquel equipo de partidos inolvidables como el del 4-0 al Torino, o el de Bilbao que supuso su despedida. No pudo terminar el partido por lesión y al ser sustituido todo San Mamés incluído Iríbar (que le cerraría el paso en la Selección) rompía en aplausos para despedir a un grande, que en 1973 pasaba a ejercer tareas internas en el club amarillo.

EL EX-PORTERO DEL REAL MADRID EN LA DECADA DE LOS 60,ANTONIO BETANCORT POSA EN SU DOMICILIO CON DOS BALONES DE LA EPOCA Y TROFEOS CONQUISTADOS CON EL EQUIPO MADRIDISTA DE LIGA,COPA DE EUROPA,ZAMORA

Un hombre de club, que salió de Gran Canaria para alcanzar la gloria en Chamartín y que se abrió un hueco en la grandeza de este equipo. El 15 de Marzo de 2015 nos dejó huérfanos a los madridistas ese niño que empezó a dar patadas a una pelota de trapo en La Isleta, pero su recuerdo permanecerá eternamente imborrable en la memoria. Di Stéfano, Juanito y Puskas andan cabreados porque un ángel vestido elegantemente de negro no les deja meter goles.