OPINIÓN | El aullido del Gjallarhorn

Un articulo de: @MiedoEscenico2

Llegará pronto la madrugada del 20 al 21 de julio y, esa noche, a las dos de la mañana, hora española, dará comienzo el primer combate de pretemporada de este nuevo/viejo Real Madrid. Este primer enfrentamiento de la International Champions Cup, un invento de la globalización para trincar pasta, verá al equipo blanco debutar frente a las huestes germanas del Bayern Munich.

Llegamos a este reinicio después de un año de pausa, en que muchos y diversos factores se conjugaron para que la hegemonía europea que las hordas vikingas habían mostrado durante una era se acabara frenando. Tras tres años consecutivos de conquistas en Britania, Germania, Roma, los Alpes, la Galia, y cualquier otro lugar que pudiera imaginarse, nuestros vikingos sucumbieron de manera atroz en muchos de sus combates. Esos factores a los que antes aludía acabaron con una sensación inevitable de invulnerabilidad y, por lo que puede suponer de aprendizaje para las próximas campañas, será bueno analizarlos.

 

Sin almirante ni capitán

El primer factor que dinamitó la hegemonía llegó desde dentro. La salida de Zidane, de forma voluntaria, sumió al madridismo en un mar de dudas, y puso al club en situación de emergencia: había que buscar un relevo de garantías, que permitiera dar continuidad a la saga. Se ha especulado mucho sobre los motivos de Zidane para dejar el cargo allá por junio del año pasado, y mi hipótesis es muy simple, pero muy evidente: estaba marre, jusqu’aux balles. De la prensa, de los aficionados, de la falta de fichajes por parte de club y de algunos jugadores. El caso es que su ida privó a la flota vikinga del tipo que había dado las órdenes necesarias para conquistar, uno por uno, los puertos enemigos en Europa. A eso le sumamos que Cristiano Ronaldo pidió salir, dado lo desasosegante que le parecía su situación fiscal, y ante una buena oferta desde las tropas de los Alpes italianos. Así, se perdía también el capitán con más capacidad ofensiva, cuyo drakar seguía estando entre los mejores del continente en cuanto a capacidad goleadora. La tropa vikinga se quedó desangelada, sin rumbo ni alma.

 

La teoría del hartazgo

Ha prosperado entre algunos aficionados la idea de que los jugadores no compiten porque tienen las barrigas llenas, saciados de títulos y logros. Y que lo ocurrido la temporada pasada se debe a eso. A mí esa teoría me parece una soberana soplapollez, la verdad. Sin acritud. Otra cosa es el hartazgo en términos mentales de fútbol y alta competición. Me explico brevemente. El campeón de Europa tiene el castigo asociado, por serlo, de jugar el último partido de una temporada y el primero de la siguiente, la Supercopa de Europa. Eso supone que las posibilidades de descanso (sobre todo, psicológico) de sus jugadores están asociadas a una auténtica desconexión de lo que supone este mundillo durante un tiempo breve, porque se adapta la pretemporada a la competición, y son los primeros que tienen que estar listos para volver. Aquello de acabar el último y empezar el primero. El verano pasado se sumó a esta circunstancia el Mundial, que contó con la participación de la mayoría de los jugadores de la primera plantilla del Madrid. Incluso algunos que no habían participado por lo general en la selección, como Nacho, Asensio o Lucas Vázquez, jugaron este Mundial.

Así, la frescura necesaria para afrontar una temporada tan larga como solían ser últimamente las del Madrid estaba muy limitada. Para analizar la influencia o no del Mundial en la sobrecarga competitiva del equipo, basta con escuchar a uno de los protagonistas, el central Raphael Varane, que dijo, casi al final de esta temporada, que no había sido un problema de correr ni de esfuerzo, que habían corrido incluso más que otros años: el tema era mental, básicamente. No podían. El hecho definitivo es que lo mejor del año madridista fueron Benzema, Vinicius, Llorente y Reguilón (estos tres últimos, cuando jugaron). Justo los futbolistas que no fueron a la cita mundialista de Rusia y andaban competitivamente más frescos.

 

Tácticas, cojones y reventones

La llegada de Lopetegui, con todo el lío que montó la prensa para torpedearla y ensuciarla, hizo que algunos aficionados se ilusionaran. Llegaba un técnico con capacidad para hacer crecer a los jóvenes y ponerlos a participar, y con ideas tácticas que –según esos “expertos”- mejorarían mucho el funcionamiento del equipo. Tras una pretemporada donde los jóvenes habían tenido una participación bastante frecuente, en la Supercopa de Europa frente al Atlético de Madrid, el entrenador vasco optó por poner a las vacas sagradas, aunque acabaran de llegar de sus vacaciones prácticamente. Del hundimiento del equipo en aquel partido a partir del minuto 70 y lo que supuso la lesión de Casemiro para el centro del campo no merece la pena hablar mucho. Lo cierto es que la idea táctica de Lopetegui funcionó el primer mes: pero no había que ser muy listo para darse cuenta de que, en cuanto empezó el ritmo domingo-miércoles-domingo, o cambiaba la idea táctica, o se metían muchas rotaciones, porque no hay cuerpo ni mente cansada que aguantara aquello. Y no fue así. Lopetegui no fue lo flexible que necesitaba la situación, se mantuvo en su idea y encadenó partidos en que el equipo, saturado, no encontró puerta con derrotas frente a rivales inferiores, teniendo como colofón esta era Lopetegui la goleada en el Nou Camp que certificó su destitución.

Llegó Solari con dos planteamientos: uno, cambiar completamente la táctica (adiós a tres meses de trabajo) y otro, que había que echarle cojones. Con él, el equipo alternó partidos serios atrás con otros verbeneros (el de Eibar). Eso sí, todos corrieron mucho, (otra cosa es hacia adónde) con el retorno de Pintus a los mandos de la preparación física. Y nadie puede negar el esfuerzo. Se ganó el Mundial de Clubes y, a mediados de febrero, el Madrid ganaba en el Wanda 1-3, estaba a seis puntos del liderato (con el Clásico del Bernabéu pendiente), y con buenos resultados tanto en semifinales de Copa (1-1 en el Nou Camp) como en octavos de Champions (1-2 en Amsterdam). Pero ahí implosionó todo. Una derrota en casa contra el Girona que señaló a Odriozola, Marcelo y Ceballos como culpables del desastre. Una alineación fija, casi sin cambios, en los tres partidos en que el Madrid se jugaba la temporada, además del previo a ellos. Y un equipo reventado física y mentalmente, que cayó en esos tres pasos del Rubicón, poniendo un amargo punto y final a una etapa gloriosa. Un reventón brutal, apenas tres semanas después de haber rozado la gloria con la yema de los dedos.

 

Grandes expectativas

Sin entrar a valorar el rendimiento de cada uno de los jugadores, lo cierto es que la temporada pasada fue inusual en muchos de ellos. Se habla de los goles que se echaban en falta de Cristiano Ronaldo, pero, siendo realistas, la mayor parte de ellos los aportó Karim Benzema (en cuanto a cantidad, no a momentos, está claro). El principal problema es que se depositaron grandes expectativas en jugadores que estaban esperando su oportunidad. Como Bale, de liderar el proyecto como estrella, o de Asensio, como elemento decisivo. Y no fue así. Bale es un jugador que da un alto rendimiento cuando juega un partido a la semana, y que lo baja drásticamente, además de entrar en riesgo de lesionarse, cuando lo juega todo. Asensio ha mostrado las debilidades que se le intuían, y no ha confirmado en absoluto el potencial que se le adivinaba. Pero el problema no es ya que no mejoraran sus prestaciones ante la ida de Ronaldo. El problema es que ellos, además de Isco, Lucas, o Kroos bajaron su rendimiento ofensivo también. Todos ellos marcaron unos 25 goles menos en comparación con la temporada anterior, que no había sido especialmente buena en Liga ni Copa. Eso da idea del embarrancamiento absoluto de la flota vikinga el año pasado.

 

Parálisis permanente (ya no)

Otro factor de influencia, el último que analizaré, es la dinámica del club. Si soy sincero, a mí me parecía que la plantilla con la que el Madrid iniciaba la pasada temporada, a poco que mantuviera su nivel de años anteriores, y jugando a otra cosa (ya no estaba Ronaldo), podría haber conseguido buenos resultados, al menos sobre el papel. Los factores de los que ya he hablado hicieron que fuera casi misión imposible, pero esto no era algo que pudiera comprobarse hasta que el equipo estaba inmerso en competición.

A la vista del bajo rendimiento de bastantes jugadores (especialmente, los mundialistas), creo que el club debería haber movido ficha en el mercado de invierno para traer a dos o tres jugadores que revitalizaran al equipo, lleno de vikingos agotados y con los drakar algo averiados, y que pudieran dar opciones de rotación y descanso. Y no lo hizo, confiando la recuperación de la confianza y el terreno perdido a la victoria en el Mundial de Clubes, la explosión de Llorente y la previsible irrupción estelar de Vinicius Jr. Un error evidente.

Afortunadamente, de cara a esta temporada que empieza, se han producido incorporaciones que invitan a pensar que la parálisis de la cúpula del club no era permanente. Esperemos que aporten lo que el equipo necesita para esta nueva campaña.

 

Lo que hemos aprendido

Nada asegura el éxito en la alta competición, y menos en algunas en que ciertos factores de influencia pueden dejarte sin un jugador a falta de media hora o dejar de pitarte dos penaltis a favor en tu campo. Pero, al menos, podemos sacar algunas conclusiones de cara a esta temporada que empieza.

En primer lugar, la vuelta de Zidane garantiza un perfil de entrenador que prioriza que el sistema se adapte al equipo y no al revés. No parece ser demasiado contumaz en el error, y es probable que vaya adaptando sus ideas a la dinámica que se vaya generando, rectificando lo necesario.

En segundo lugar, para jugar con garantías los 60 partidos que puede tener una temporada exitosa, hace falta no sólo un equipo titular, sino casi dos equipos titulares, que se dosifiquen con rotaciones frecuentes, que puedan sobrevivir a las plagas de lesiones y que permitan mantener un nivel sobresaliente de juego. Los fichajes que ha hecho el club parecen ir en esa dirección, puesto que ha ido incorporando jugadores que pueden asumir un rol de titular en caso de lesión.

Por otro lado, es importante que se mantenga una cierta idea de lo que se quiere para el equipo. Con Zidane, el Madrid se mantuvo más de una temporada marcando gol en todos los partidos, un record difícil de igualar. Si se defiende más, se ataca menos. Si se ataca más, se defiende menos. Yo, personalmente, soy más partidario de ganar 5-4 que de ganar 1-0, porque el infarto no nos lo va a quitar nadie. Un Madrid ofensivo me parece más fiel a su historia que otro de corte más conservador. Y, si hubiera algún cambio de entrenador, por el motivo que fuera, sería deseable que siguiera una línea parecida al anterior, en vez de vivir en esta esquizofrenia continua del pasado año.

Además, contamos con un material humano excepcional: la mayor parte de esta plantilla, con los refuerzos que han llegado, tiene capacidad para revalidar los éxitos de temporadas anteriores, y no habiendo competición en verano y planificando la temporada de una manera más adecuada, está obligada a mejorar enormemente el rendimiento del año anterior. Caerse está permitido, pero levantarse es obligatorio. Y esa es la exigencia para este año, no hay excusas.

Por último, cada temporada como la anterior suele servir para dividir y enfrentar a los diferentes sectores del madridismo. Isco insultó a la grada, la grada pitó a Bale, Solari apartó a Isco, Florentino cesó a Solari, y así hasta el infinito. Recuperar una cierta unión entre club, entrenador, equipo y afición es crucial para afrontar lo que viene. Sabemos a quiénes tenemos enfrente: grupos de poder, que van desde la federación y los arbitrajes, hasta la Liga y sus horarios, pasando por los rivales engordados con una financiación sospechosa y halagados hasta la náusea por un periodismo partidista y vendido al poder. A nadie se le ocurriría que los vikingos se dieran de hostias entre ellos en mitad de una batalla.

Así, sólo queda escuchar en la madrugada del 21 de julio el aullido del Gjallarhorn, el viejo cuerno que Heimdall tenía que hacer sonar para anunciar el Ragnarok, y que todas las huestes vikingas nos aprestemos a reconquistar Europa y el mundo, con la grandeza que nos caracteriza, con fútbol, carácter, personalidad, pelea y ese gen que nos obliga a ir hasta el final en pos de cada victoria. Estrenamos campaña y tenemos ganas. Avisados están.