CRÓNICA | Descontrol sin castigo: Real Madrid 3 – 2 Huesca

Una crónica de: @MiedoEscenico2

Es inevitable que se te quede cara de tonto cuando sales al campo y, apenas pasados dos minutos de partido, te marcan un gol. En el caso del Real Madrid, este tipo de accidentes son tan frecuentes que uno ya no sabe bien si es que la cara de tonto va con el kit de bandera, trompeta y bufanda del equipo, o es que el equipo no sale a algunos partidos como debería.

El caso es que Luca Zidane, debutando el el Bernabéu, no pudo hacer nada para evitar que el remate del Cucho Hernández, a pase de Chimy Ávila, tras uno de esos aquelarres habituales en la defensa del Madrid, acabara en la red, poniendo el 0-1 en el marcador. Además del joven Zidane, que mostró un juego con los pies bastante decente –no sabemos cómo para, porque apenas intervino con las manos-, el viejo Zidane decidió alinear a Odriozola, Nacho, Ramos, Marcelo, Llorente, Ceballos, Isco, Bale, Benzema y, también como novedad, el joven Brahim.

No se puede decir que el Huesca hiciera mal partido. Teniendo en cuenta su situación en la tabla clasificatoria, la plantilla que tiene, y sus problemas para mantener la categoría, el equipo azulgrana hizo un partido razonablemente digno. El que hizo un partido bastante malo, al menos en muchas rachas de los noventa minutos, fue el Madrid. Especialmente, la zona defensiva estuvo como en esos días en que sólo te falta que te caiga encima un piano de cola desde un séptimo piso para certificar que era mejor no haber salido de la cama.

Odriozola sigue siendo un colibrí, veloz pero liviano; Nacho no se parece ni por asomo a ese jugador rápido y contundente de temporadas pasadas; Ramos fluctúa entre momentos de verdadera actitud imperial y otros de desconexión neuronal; y, por último, Marcelo, en un partido terrible, volvió a rellenar la instancia por triplicado para irse un año de intercambio a Guatemala o algo así. Ni la decimocuarta secuela de una película de terror da más miedo que el estado de la defensa del Real Madrid en días como éste. El problema se iba replicando según se avanzaban líneas. Llorente fue, en la primera parte, el único que ayudó a tapar vías de agua atrás, con coberturas verdaderamente soberbias a la defensa, y sacó el balón en conducción con velocidad y elegancia en más de una ocasión. Pero Ceballos, durante buena parte del partido, volvió a ser ese jugador que no para quieto –y, con ello, se descoloca- y tampoco mostró ese instinto recuperador de balones de otras veces.

Isco requiere capítulo aparte. Decíamos en la crónica del partido anterior que “apareció en el área pequeña Isco, ese Isco lento y pesado, ese Isco que perdió balones y apenas ganó otros en los duelos, para anticiparse al defensa en la posición de ariete, y empujar el balón a la red”. Pues volvió a cumplirlo, palabra por palabra. Aquí no tuvo ni que anticiparse para marcar el primer gol del Madrid en el minuto 24, llegó al sitio justo en el momento adecuado para aprovechar la asistencia del pequeño Brahim. Pero el problema es todo lo demás: lento, pesado, perdió balones y apenas ganó alguno en los duelos. Nadie puede dudar de su exquisito trato del balón, pero físicamente no parece estar ni para 30 minutos. Ralentizó el juego del equipo, estuvo blando en los balones divididos, impreciso en el pase, y tuvo una cuota de responsabilidad bastante amplia en la avería que el equipo blanco mostraba en su sala de máquinas.

En la zona de arriba, poner al pequeño Brahim en la izquierda tenía la ventaja de generar cierto peligro en esa zona, pero la enorme desventaja de tener a Bale en la derecha bastante perdido e inoperante. Benzema, en esa primera parte horrenda, volvía a pelearse con sus fantasmas personales, que le tenían metido en todas las jugadas de peligro, pero sin que convirtiera en gol ni la más mísera oportunidad. Porque el Madrid tuvo oportunidades: varias de Benzema, alguna de Ceballos, intentos de Bale… aunque ninguna con una claridad meridiana que le diera algo más que el gol del empate. El problema es que la ausencia de control del juego también suponía oportunidades del Huesca: la delantera del equipo azulgrana, compuesta hoy por Chumy y Cucho –parece que la presidenta fuera Charito Muchamarcha, con estos nombres-, generó también peligro y oportunidades, aunque acabaron fuera o abortadas por la defensa madridista, cuando les daba por volver del parón de selecciones. Es decir, a ratos.

El descanso, con el 1-1 en el marcador, fue de las mejores noticias del partido. La segunda parte empezó con algo más de dominio del Madrid, y un disparo raso de Karim Benzema, que el portero Santamaría tuvo que esforzarse para detener. Una falta lanzada por Gareth Bale que casi mata a un espectador del primer anfiteatro fue seguida de un par de ataques del Huesca con cierto peligro, pero Nacho y Odriozola se encargaron de neutralizarlo. Para ese momento, Brahim ya estaba desaparecido en combate, Isco veía pasar el balón de un lado a otro sin coger una, y Ceballos seguía haciendo su particular maratón, ora hacia arriba, ora hacia abajo. Eso sí, sentido, ninguno.

Fue a la hora de juego cuando pasó algo verdaderamente diferente. Gareth Bale, cansado de jugar a pierna cambiada, inició una jugada que, tras ir de derecha a izquierda y al revés, acabó volviéndole… en el perfil derecho. Resignado a su suerte, centró con el exterior al segundo palo, donde surgió la cabeza de Benzema para mandar el balón hacia el poste contrario, y por allí apareció Ceballos como un tráiler para empujar el balón a la red. El 2-1 clarificaba que el equipo era capaz de remontar, a base de chispazos de genialidad, más que de juego. Zidane hacía poco después el primer cambio, entrando Lucas Vázquez en lugar de Brahim, con lo que el galés Bale pasaba a ocupar la banda izquierda. Y en el margen de cinco minutos se pasó de tocar el cielo a notar el calor del infierno en las posaderas. Un pase profundo de Lucas a Odriozola era puesto en el área pequeña por el donostiarra y el remate en boca de gol de Gareth Bale volvía a tener como destinatario al mismo señor del primer anfiteatro. No habían pasado ni cinco minutos cuando un centro desde la banda izquierda del equipo oscense llegaba al área y era impactada con el ojo –sí, han leído bien: con el ojo- por el capitán azulgrana, Etxeita, en un remate picado que llegaba a la portería del pequeño Zidane.

El 2-2, en el minuto 73, tampoco vio llegar una reacción épica del Madrid, ni un asedio, ni nada parecido. El juego siguió algo disperso, incluso después de la entrada de Valverde por Isco, cuya salida del campo fue regalada con una pitada, probablemente llevada a cabo por los mismos que coreaban su nombre hace apenas tres semanas, en esta suerte de esquizofrenia que parte del público del Bernabéu padece. El uruguayo, al menos, aportó potencia y presencia, y fue un tren expreso a la hora de ir al corte, a diferencia del malagueño. Un remate alto de Bale antecedió al último cambio de Zidane, que decidió introducir a Mariano por Llorente y quemar sus naves. El asunto es que el Huesca seguía generando jugadas de peligro, aunque sin grandes problemas para la defensa o el portero madridista. En el minuto 84, Lucas decidió hacer algo diferente y largó un trallazo de media distancia que Santamaría tuvo que desviar porque no podía pararlo. El Huesca agotó sus cambios, y se llegaba a los últimos estertores del partido con el empate en el marcador.

Faltando un minuto para el final del tiempo reglamentario, Bale centró desde la banda izquierda, Ramos trató de controlar con el pecho dentro del área, pero cayó y perdió el balón dejándolo de cara para Marcelo. Éste encontró su conexión con Karim Benzema y le dio el balón, mientras iniciaba una de sus excursiones brasileñas hacia el corazón del área. El francés recibió, se giró y, tan nervioso como siempre, lanzó un disparo con efecto, elevado, y al lado contrario, que entró en la portería oscense sin que Santamaría pudiera hacer nada por evitarlo. Con el 3-2, apenas dio tiempo a mucho más, y el Madrid se quedó con los tres puntos en un partido caótico en que solamente los destellos fueron lo que le sirvió para ganar.

Tras el buen final de partido frente al Celta, lo cierto es que este encuentro frente al Huesca ha anulado bastante del poso positivo que entonces quedó. Difícil tiene Zidane la tarea de llevar hasta el final de la Liga al equipo con éxito, si se suceden partidos tan erráticos como el de hoy. El miércoles espera el Valencia, un equipo en línea ascendente, más sólido, que creará bastante más problemas al equipo blanco, y ante el que no podrá salir con el nivel de concentración y (des)orden de esta noche. Al menos, si quiere perseguir el objetivo de ganar todos los partidos que quedan para acabar esta temporada.


Imagenes: realmadrid.com