Amancio, el embrujo del Bernabéu

Un articulo de: Marcos Jesús Barroso

Que pasen mil años de las gestas de algunos de los nuestros no debe ser excusa para dejar de tenerles presentes. Don Amancio Amaro debe aparecer en la memoria colectiva del madridismo en letras de oro y en mayúsculas. El que suscribe este artículo tiene que reconocer que jamás le vio en directo, pero las palabras de mi padre, más madridista que nadie y con 77 años (casualidades de la vida, nació el mismo día pero un año después que el genio que nos ocupa hoy) me valen. Y me valen porque cuando mi padre se dejaba la piel de las rodillas en campos de tierra tenía como ídolo a un gallego que jamás vio por la tele o internet, de eso no había. Es cuando menos elogiable la labor radiofónica de esos días, tan detallada, tan florida y tan poco interesada. Nada que ver con las de hoy.

Las palabras de mi padre dan la medida de lo que el brujo fue, era y será siempre: “Si Luis Molowny puso a Canarias en el mapa del madridismo, Amancio puso a Galicia”.


Inicios

Don Amancio Amaro Varela llegó a este mundo tal que un 17 de octubre de 1939 en La Coruña. Cuatro años jugó en el Victoria Club de Fútbol tras incorporarse a sus juveniles, y destacaba de tal manera que el equipo más representativo de su ciudad (Un tal Deportivo de la Coruña) se fijó en él. Cuatro años jugó en él y su progresión en juego y goles año a año se tradujo en una mejora del equipo, que vio como pasaba de equipo de baja-media tabla en segunda a subir a la máxima categoría del fútbol español.

Estas actuaciones no pasaron desapercibidas para los grandes clubes de España, entre ellos el Oviedo o el Barcelona, con el que llegó a reunirse. Pero una oferta del Real Madrid si llevaba el sello de Don Santiago Bernabeu, y quería tenerte en su equipo a toda costa a pesar del montante económico, no se podía rechazar.

Y en esa tesitura se vio el brujo, recién fichado por un equipo que veía como las estrellas que hace pocos años le daban lustre, ahora necesitaba renovarse.


La gloria de Chamartín

No era tarea fácil llegar al Real Madrid en esa época. El equipo venía de una época gloriosa, pero sus principales valedores se marchitaban. El equipo quería reeditar viejos laureles a nivel nacional y europeo, y se reforzó con jugadores capaces de hacer la transición del “Madrid de las 5 Copas de Europa de Di Stéfano” a un equipo nuevo. Junto a él llegaron Zoco, Lucien Müller o Daucik.

Fue Amancio Amaro un imprescindible, de esos jugadores necesarios en la historia del equipo más grande de todos los tiempos, uno de esos jugadores que dan un paso adelante cuando pintan bastos. Un jugador vital que enlazó al Madrid de las cinco Copas de Europa con el Madrid de los “ye-yes”.

Nos podemos perder en su palmarés (9 ligas, 3 Copas del Rey, 1 Copa de Europa,1 Eurocopa),  14 años en Chamartín dan para escribir mil páginas. Os podría contar mil batallas que el brujo vivió de blanco, como la vez que fue convocado por la selección de la FIFA para jugar contra Brasil en el décimo aniversario de la consecución de su primer mundial, el papel primordial que jugó en la quinta del buitre, la Eurocopa, o el episodio negro de Granada. Salió vivo de milagro de una entrada miserable a la altura del muslo de Fernández, uno de los integrantes de aquel Granada que aterrorizaba al fútbol.

Pero no vamos a hablar de eso hoy, sólo quiero contaros como 50 años después a mi padre se le han caído dos lágrimas. Las casualidades de la vida me han hecho enamorarme de la mejor madrileña que existe. Esta madrileña es abogada y conoce a un procurador de apellido Amaro. Ese procurador resulta que se llama Amancio igual que su bendito padre, y hace unos días le consiguió un autógrafo dedicado a mi padre del suyo.

El madridismo para mí se cimenta en mi padre, y verle emocionado por un autógrafo de su ídolo 50 años después no está pagado con dinero. El Real Madrid ha forjado su leyenda en jugadores como Amancio Amaro y en aficionados como mi padre.