La semilla

Un articulo de: @Mrsambo92

La semilla plantada por la prensa deportiva y el antimadridismo, germina varios años después en parte de la afición que dice vilipendiarlos.

Sí, es la insana contradicción de parte de nuestra afición. Siempre me ha sorprendido como los más radicales opositores de la prensa deportiva o el antimadridismo, que son casi sinónimos, luego, pasados los años (a veces los días), acaban adoptando y asumiendo todos aquellos postulados.

¿Son en realidad genios esos periodistas que años atrás condenaban a aquel jugador, exponían sus defectos o los perjuicios que causaban al equipo, manteniendo sus argumentos con el paso del tiempo y de los hechos que los refutaban? Quizá lo sean, porque años después, muchos de los que los criticaban y critican, acaban diciendo lo mismo, y cuando digo lo mismo es exactamente lo mismo. No se confunden de defecto ni de jugador, no adjudican un problema distinto a aquel que resaltaban con ese u otro pelotero, sino que la coincidencia es plena.

Argumentaréis algunos, con razón, que las cosas cambian, que todo evoluciona, y lo que hoy es de una forma puede transformarse en otra con el paso de los años o lo meses. Es cierto, es así, y por suerte eso nos permite rectificar, pero es sumamente extraño que esa evolución siempre vaya en la dirección predicha por aquellos geniales periodistas y con las mismas constantes, las mismas palabras, las mismas intenciones y los mismos argumentos, que se refieran exactamente a los mismos jugadores o presidentes y señalando exactamente los mismos supuestos defectos. Eso es algo más que una mera evolución.

La prensa deportiva, a la que tildamos con todo tipo de improperios despreciativos, sabe muy bien lo que hace, y de tontos no tienen un pelo. Su misión es lograr audiencia. Crean debates e introducen ideas que posteriormente resultarán rentables cuando surja esta o aquella cosa, que proporcionarán más pinchazos, compras o visionados. Lo de la información y el bien público hace mucho tiempo que dejó de ser primordial, pasando a ser secundario, lapidado en un mar de escombros de opinión y prostitución intelectual.

Y la gente lo compra en su mayoría, aunque no quiera o aunque niegue la mayor. Porque hay cierta impostura en los críticos, que en realidad se regodean y satisfacen. Encuentran uno de sus grandes placeres en indagar y rebuscar en esos medios que critican porque le son rentables también en cierto sentido. Sirven para rellenar miles de tuits, miles de páginas y artículos de opinión en webs, miles de horas en podcast, para intentar convertirse en tuitstar… para pasar las horas de esparcimiento…

Despierta la sonrisa, aunque resulte desesperante, comprobar cómo todos ellos repiten como papagayos lo que decían esos medios. Cómo critican a Ronaldo por no regatear así o asá, por jugar de esta u otra manera, por no jugar en ese lugar o en aquel otro. Cómo denigran a Bale, que era poco menos que el referente en el que sustentar el Madrid futuro, en cuanto ha tenido un par de lesiones. Cómo machacan a Marcelo, a Navas, cómo consideran a Isco o a cualquier español o canterano imprescindible por el hecho de serlo, lo mal que nos va con la BBC y lo bien que estaría Benzema lejos de aquí, el desastre que es Marcelo cuando perdemos, lo afortunado y floreado que es Zidane, lo mal que rota Ancelotti, el mal trato que daba Mou, los males que trae la presidencia de Florentino… y así hasta el infinito.

No fueron debatidas las rotaciones el primer año de Ancelotti, una de las mejores temporadas históricas del club, pero sí el segundo, cuando decidió la prensa. No era afortunado Zidane el primer año, pero sí ahora, cuando este equipo lo pelea hasta el último segundo en cada partido (como ha hecho históricamente toda su historia), porque la prensa patentó el slogan de “la flor”. Mourinho machacaba a los jugadores… el tercer año, no antes, cuando lo predicaba la prensa, argumento recogido cuando perdimos… Y así hasta el infinito de nuevo.

Como en “Inception” (Christopher Nolan, 2010), la prensa siembra y espera el tiempo que haga falta, a veces una semana, otras varios años, a que germine y haga mella su idea. Mientras, van recibiendo sus pinchazos logrando el régimen perfecto: hacer creer a los abducidos que no lo son mientras recitan sus mismas consignas.

Causa de esto es la inmediatez. El aficionado al fútbol vive al día en su inmensa mayoría. La perspectiva, el recuerdo, el análisis, los matices, las circunstancias, desaparecen en el eclipse de la inmediatez. La falta de análisis, la esencia pasional del fútbol, nos llevan a valoraciones extremas de un día para otro, que incluso llegan a ser antagónicas, opuestas, sin que nos suba un atisbo de vergüenza. Incluso en medio de un partido podemos defenestrar a cada uno de los once jugadores con breves pausas para celebrar los goles que nos llevan a una conclusión final que nos encumbre a los cielos… Con eso juegan ellos.

Me dirán ustedes que les niego la salsa del aficionado, el poder debatir y ejercer de entrenador, de quejarse, protestar y elucubrar con lo que no fue pero “hubiera sido si…”. No me entiendan mal. Jamás negaría algo así a nadie, ni a mí mismo, que lo disfruto como cualquiera de ustedes.

El debate sano, el debate reflexivo, vehemente, vacilón, divertido, donde todos sabemos más que el resto, es inherente al ser humano, de hecho estoy convencido de que surgió poco después de nuestra aparición como especie. Ahora lo llaman “cuñadismo”, y algo de eso hay, pero seguro que cuando nuestros ancestros empezaron a cazar, siempre habría alguno que cuestionaría al resto sus formas, tácticas y ejecuciones. Ley de vida. Nuestra naturaleza.

Aliento el criterio libre, desaliento la impostura. En nuestro ámbito privado gozamos de una mayor libertad que en el público, y debemos ser conscientes de ello. El buscador de followers, el que se cree tótem y referente, el adalid de la impostura que da réditos… esos son el gran problema… y los que se dejan llevar.

Sus continuas críticas y quejas no buscan nada más que un beneficio propio, y resulta profundamente irresponsable su uso en vehículos públicos, como son las redes sociales o los medios de comunicación. El pinchazo, el visionado, el seguidor que pretende cazarse con estas mañas son su único objetivo.

Y de ahí pasamos al insulto, el desprecio, la crítica desmesurada, constante, enfermiza, hasta transformarla en campañas y persecuciones, donde jugadores, entrenadores o presidentes son estigmatizados y señalados, en comportamientos camorristas que se exhiben a golpe de tecla y tuit contra los que pertenecen al que dicen es su equipo. El insulto pretendidamente ingenioso que se rebusca para que se haga viral y luego vanagloriarse de su creación… Esos son los materiales en los que se forjan los sueños de esa prensa y esos tuiteros.

Nos quejamos por todo y de todos. Es la época. Nos han puesto un altavoz y ahora todo es malo, todo nos ofende, nos frustra, nos enfada, por lo que debemos dejar constancia pública de cualquier manera, sin filtro, para que nos lea u oiga todo el mundo, sin mirar quién lo hace, porque nosotros nunca tenemos responsabilidad, eso siempre corresponde a otro…

Nos vamos a equivocar en nuestras valoraciones acerca de nuestro equipo casi siempre, es lo normal, especialmente los agoreros contra el Madrid, porque es irremediable. No pasa nada, no es problema. Lo que debería sonrojarnos es, seamos periodistas o un grupo de amigos que se reúne en un podcast, que cualquier oyente despistado que pase por allí nos oiga insultar, falta el respeto o decir sandeces sin filtro ni control, especialmente si buscan lo que buscan.

Cuando salimos de nuestras casas, de nuestros bares, de nuestros grupos de whatsapp, y decidimos intervenir en público para cualquier desconocido, tenemos una responsabilidad, especialmente cuando vamos a ejercer la crítica. No sé cuando se perdió ese pudor, pero sería muy conveniente recobrarlo, porque será desde ahí desde donde nuestros análisis serán mejores, más profundos y, quizá, merezcan ser tenidos en cuenta por otros.

Imitar lo que se critica no habla nada bien de nosotros.