Carlos Alonso, el puma Santillana

Un articulo de: Marcos Jesús Barroso 

¿Recordáis cuando el AS regalaba esos coleccionables en tapa dura que te hacían correr al kiosko como un loco todos los días? Hace poco desempolvaba en la casa de mis padres uno de ellos, motivado por el regalo que mi amigo Dani me hizo hace unos meses en una visita a Madrid. Me cedió parte de una colección maravillosa que está a buen recaudo, y me vino a la memoria que por ahí andaba otro coleccionable que se llamaba “Historia gráfica del Real Madrid”. Todavía recuerdo llegar a casa y pegar con cuidado extremo las láminas que el diario ex-madridista regalaba todos los días para completar la colección.

Era 1997 y entre tantas imágenes una me llamó poderosamente la atención sobre el resto: Santillana remataba de cabeza prácticamente apoyando las rodillas sobre los hombros de un defensa del Rijeka, al que nos enfrentamos durante la Copa de la UEFA 84/85. Esa imagen ha devenido en una de las más míticas del madridismo, y dejaba a la luz la seña de identidad más característica (que no la única) en el puma, como le apodaba Héctor del Mar. La jugada ni siquiera acabó en gol, pero es una de las estampas más bellas y espectaculares que recuerda el Bernabéu.

Si hoy en día preguntas a los que fueron niños madridistas en los 70 y los 80 quién era su ídolo, probablemente te digan Santillana. Y es que 17 años en la casa blanca dan para mucho, sobre todo para dejar boquiabiertos a grandes y pequeños con saltos imposibles y remates inverosímiles. La época en que se decía que el Real Madrid había ganado por dos corners a cero tiene su origen en uno de los nueves más míticos y queridos por la afición, Don Carlos Alonso González, más conocido por Santillana, nombre que adquirió por nacer en la localidad cántabra de Santillana del Mar. Toda una vida volando sobre el resto de jugadores pese a medir sólo 1´75.


Inicios

Santillana quería jugar al fútbol. Tenía 14 años y no había campo en su pueblo natal, por lo que debía hacerlo en el Satélite, equipo de la cercana población de Barreda. Como él mismo relata tenían que bajar al pueblo en el camión de la leche él y otro compañero todos los días a entrenar, y volver a casa cuando este ya había acabado el reparto… A las 9 de la noche. Amor por el fútbol no le faltaba. Eran muchos los chicos que bajaban de diferentes pueblos a Barreda, por lo que el entrenador se hacía un lío con los nombres. No se acordaba de los nombres pero sí de donde venían. “¿Ha venido hoy el de Santillana?” “¿Santillana dónde se ha metido?”. Y de esta manera le sobrevino el nombre por el que fue conocido toda su trayectoria, a pesar del enfado inicial de su padre por no llevar su apellido.

Con 16 años ya destacaba entre sus compañeros y el Deportivo de la Coruña le hizo una prueba, pero no le consideraron un jugador aprovechable. Esos errores que a tiro pasado uno no llega a comprender, pero de los que está la historia llena.

Un poco más tarde haría otra prueba con el F.C. Barcelona. Incluso llegó a jugar un partido con el equipo suplente en Badalona. Los catalanes si mostraron interés en Carlos, ofreciéndole pagar los estudios, la pensión y una cesión al Condal para que se fuera haciendo, pero rechazó la oferta. Pudo más la morriña de su tierra y echar de menos a sus padres, por lo que desechó el ofrecimiento y regresó a su casa.

El Racing de Santander si parecía una opción mejor y más cercana para un chico de 17 años que se sentía mejor en su tierra. Recién ascendido a segunda división era el equipo perfecto para que fuera desarrollando sus virtudes. A todas estas no estamos hablando todavía del Santillana delantero: Jugaba con el 8 en el centro del campo y se incorporaba al ataque como esa suerte de llegador de segunda línea. Fernández Mora, su entrenador en el Racing, lo reconvirtió en delantero aprovechando que en el equipo tenía a un extremo que las ponía de lujo, Ico Aguilar, y que posteriormente se incorporaría al Madrid junto con él y Pedro Corral. No debía hacerlo mal de delantero porque el único año que jugó en segunda fue el pichichi de la competición.

¿Y quién le dice que no a Don Santiago Bernabéu? El Real Madrid vino a por él, Aguilar y Corral, un traspaso en conjunto por la cantidad de 23 millones de pesetas (15 por Aguilar)  que evitaron la desaparición del club cántabro.


Un extraño descubrimiento

El fichaje del cántabro atendió a una exigencia del presidente madridista, que ordenó su incorporación tras verle jugar con el Racing en un partido disputado en Alicante. No fueron fáciles sus primeros años en la casa blanca, incluso se llegó a pensar en su cesión para que fuera haciéndose a la máxima categoría del fútbol español. Siempre se mostró agradecido a Miguel Muñoz, que le mantuvo en el primer equipo mientras iba trabajando sus aptitudes. Era un niño que se encontraba en un equipo que contaba con jugadores de la talla de Amancio, Pirri, Velázquez, Zoco, Grosso…. Este último solía ejercer de nueve siendo centrocampista y Santillana empezó a ocupar esta demarcación a su llegada.

17 temporadas y 16 títulos son su bagaje en Madrid, pero estuvo a punto de ver truncada su carrera deportiva en la tercera temporada en Chamartín; Visitaba el equipo Sarriá en un duelo directo por el campeonato, ya que el Español y el Madrid contaban con 39 puntos, a uno de Barcelona y Atlético de Madrid que tenían 40. Sólo restaban cinco jornadas para el final y se cayó 1 a 0. Pero ese día perdimos algo más.

El equipo catalán contaba con dos leyendas madridistas entre sus filas, José Emilio Santamaría entrenaba a los pericos y De Felipe era el jefe de la zaga de los blanquiazules. A mitad del primer tiempo, Santillana hace una pared con Amancio y en la devolución se encuentra con un golpe fortísimo de De Felipe que deja al delantero madridista tendido en el césped. El propio central y Amancio ayudan a Santillana a abandonar el campo para ser atendido pero no se recupera y tiene que ser sustituido. Al llegar a la ducha orina sangre y se asusta, pero no va al médico. “Pasé una noche muy mala en el hotel. No fuimos a ninguna clínica. Ahora veo lo de ahora, recuerdo lo de aquel tiempo y no me explico cómo no pasaban más cosas. Una vez en Vigo tuve una conmoción de media hora y a la noche me quedé como todos, en el hotel, sin vigilancia médica”. Otros tiempos. Este episodio puso de muy mal humor a Santiago Bernabéu, que cargó contra el central y el entrenador españolista por la dureza vista en el campo, aunque tuviera a bien visitar al delantero en el hospital.

En su periodo de inactividad se realizaron numerosas pruebas, hasta que las indagaciones médicas revelaron que Santillana sólo tenía un riñón funcional, un poco más grande de lo normal y situado en la derecha. Una anomalía con la que había vivido siempre y que los reconocimientos médicos rutinarios de aquellos años no habían detectado. Con tratamiento y reposo podría volver a recuperar la normalidad, pero los servicios médicos le desaconsejaron volver a la práctica del fútbol ya que otro golpe podría resultar mortal.

El tema trascendió inmediatamente en los medios, que se convirtió en objeto de debate nacional, y el fútbol español veía como una de sus estrellas emergentes podía apagarse. Y aquí jugó un papel fundamental Saporta: el mandatario madridista concertó una cena con Samaranch en Barcelona y con un invitado en particular: Antonio Puigvert, el mejor urólogo del país. Tras dos exámenes el médico dio su visto bueno y consideraba remota la posibilidad de un golpe mortal. Santillana dudaba pero reconoce que las palabras de Puigvert le tranquilizaron: “Tienes una cabeza, un corazón, un páncreas, un hígado, un estómago, un riñón. Si te cae una teja en la cabeza no tienes otra, y no vas a dejar de salir a la calle por ello. No te preocupes, naciste así, has vivido feliz así. Si no hubiera ocurrido esto ni lo sabrías”.

Con la feliz noticia de su regreso volvía a los terrenos de juego. Pero a la cabeza no la puedes engañar, y el delantero jugaba con miedo. Añádele a esto una prensa que se cebaba con él y tienes a un jugador desmoralizado. Fue su año de menor producción goleadora en el Real Madrid, pero a final de temporada un partido le iba a relanzar y dejaría disipada las dudas: Ganábamos al Barcelona 4-0 en la final de la Copa del Rey y marcaba. El impulso necesario para seguir en el equipo 14 años más.


Un legado extraordinario

Como decíamos 17 años dan para mucho: 9 Ligas (sólo superado por las 12 de Gento, las 10 de Pirri y empatado con Amancio), 4 Copas del Rey y dos Copas de la UEFA que permanecen en el recuerdo de todos los aficionados.

Y es que las noches de remontada en Europa tienen a Juan Gómez como mito imperecedero, pero Santillana tiene mucha parte de culpa en que se llevaran a cabo con sus remates imposibles y sus goles. Formaba una pareja letal con el de Fuengirola que cada minuto 7 tras rendir pleitesía al de Fuengirola retumba en el Santiago Bernabéu: “arriba, arriba con ese balón, que Juanito la prepara y Santillana mete el gol”. Más de 30 años después se sigue homenajeando a dos genios que eran todo garra y pundonor, y que formaban una pareja que va a permanecer en la memoria colectiva para siempre.

Muchos títulos adornan la carrera deportiva de Carlos Santillana, pero le quedó la espina clavada que también arrastra la Quinta del Buitre: La Copa de Europa. Tuvo la oportunidad de ganarla al Liverpool en 1981, pero no pudo ser. Tres años más tarde París volvería a ser la ciudad maldita cuando perdió la final de la Eurocopa contra Francia de nuevo en el Parque de los Príncipes. Pero no considera la final contra los ingleses como la mejor de las oportunidades perdidas: la más sentida por el delantero fue un año antes, cuando jugaban las semifinales contra el Hamburgo. 2-0 en la ida y 5-1 en la vuelta, lo que impidió al conjunto blanco disputar la final en el Bernabéu.

Con la selección Santillana formó parte de aquel mítico 12-1 a Malta que ha marcado a toda una generación. Quizás se haya sido algo injusto con él en ese partido: En la memoria colectiva está el gol de Señor, en la única vez que José Ángel de la Casa gritó (gallo mítico incluido). El mismo narrador que narraba la volea de Zidane en la novena con un “qué difícil y qué golazo” como si estuviera recién levantado de la siesta. Ese día el puma hizo 4 goles al igual que el Poli Rincón, logrando una hazaña sin precedentes en el fútbol español.

Santillana es un mito en vida del madridismo. Quizás carecía del carácter de algunas leyendas de nuestro equipo o la calidad técnica de otras, pero es innegable que el simple hecho de recordarle te trae a la memoria momentos claves de nuestra historia. Un luchador, un goleador, a pesar de no ganar nunca el pichichi en primera, básicamente porque no tiraba penaltis ni ganando tres a cero, ya que según sus propias palabras los tiraba rematadamente mal. Documentos gráficos como la foto en la que apoya las rodillas sobre el defensa del Rijeka, o la que remata paralelo al suelo a la altura de la cabeza del jugador del Levski Spartak siguen dejando boquiabiertos desde a mi padre (76 años) a mi sobrino (14) pasando por mí.

Se considera un delantero de los antes, rematadores, de los que no se piensan mucho lo que tienen que hacer, y se ve reflejado en otro de los grandes que tuvimos por aquí, que a pesar de no estar mucho tiempo dejó un recuerdo imborrable: Ruud Van Nistelrooy.

Tuvo una despedida digna de alguien de su talla: Un Bernabéu a rebosar vio marcar al puma uno de sus goles más bonitos al Real Valladolid. Se despedía un genio, el mejor rematador de cabeza de nuestra historia, alguien que supo aceptar su rol cuando unos muchachos que comandaba un rubio de pelo rizado derribaban la puerta de la titularidad viniendo del Castilla. Alguien tan grande que unió la generación de Amancio y compañía con la Quinta del Buitre. Creo que no soy el único que alguna vez dijo de pequeño “Papá, yo de mayor quiero ser Santillana”.