Una chica de L´Eixample

Un articulo de: DIEZENEL93

Publicado en masquemadridista.com

Animada por alguno de vosotros, en un día donde en mi ciudad se prepara un estrambote ridículo por parte de las élites que llevan gobernando Cataluña desde hace décadas, me ha parecido buena idea compartir con vosotros el sentimiento de una madridista, barcelonesa y española.  

Pertenezco a esa gran parte de catalanes, mayoritariamente residentes en las  grandes áreas urbanas, que hemos crecido acosados por la imposición de un catalanismo agresivo, desconcertados ante un gobierno de España que solo venía a Barcelona a hacerse la foto con el President de turno (Pujol, Maragall, Montilla o Mas), y que luego volvía a la meseta olvidándose de lo que ocurría en esta tierra. Eso no significa que nosotros no tengamos culpa de lo que ocurre, pues en gran parte es responsabilidad nuestra el haber consentido llegar hasta aquí, pero cuando en frente de ti tienes la inmensa presión mediática, social y cultural que utiliza el independentismo, ayuda muy poco ver cómo indocumentados como el ministro Margallo, ayer, volvió a dar la razón a los independentistas cuando estos presumen de que “Madrid se rendirá a cambio de que les votemos los presupuestos.  

Además, el independentismo ha obtenido una enorme victoria en la imagen al conseguir trasladar al resto de España una imagen de los catalanes que no se corresponde con la realidad. Como en cualquier otro sitio de nuestra España, somos de muchas formas, algunas buenas y otras menos interesantes. Por ejemplo, los de mi generación, nacidos a partir de 1980, fuimos bombardeados por TV3 y canales similares con aquellas series en las que el charnego hablaba catalán normalizado (mal, pero lo hablaba) o era representado en los programas de supuesto humor como una “cani” hablando en castellano. El mensaje, dirigido esencialmente a nuestros padres y hermanos mayores, era claro: os acogemos con indulgencia si habláis catalán o seréis unos parias si seguís empeñados en hablar en castellano. Imaginad a esas familias de emigrantes castellano parlantes cuyos hijos eran instruidos en el catalán obligatorio, tratando en muchos casos de “adaptarse” a esa nueva realidad para que “els nens” pudieran integrarse en la nueva realidad.   

En casa hablábamos castellano porque fue el idioma en el que se enamoraron mis padres, pues si bien mi madre es de Gerona (diría Girona si escribiese en catalán), mi padre era de Murcia (y solo hablaba castellano). Con mi madre hablamos catalán, pero ella nos enseñó que esta lengua que es tan mía como el castellano; no era un arma de diferenciación u ofensa, sino un privilegio del que debíamos estar orgullosos. No tuvieron tanta suerte otros miles de niñas y niños, adoctrinados en el catalán obligatorio, hijos de padres que no lo hablaban y que, por este hecho, en muchos casos se avergonzaban de ellos (sobre todo en esa etapa tan dura de la adolescencia).  

De esto poco se habla mas allá del Ebro. Y pese a ser tan madridista, también me ha dolido la incomprensión que ha existido en Madrid. No me gustaban aquellos cánticos en el Bernabeu en el que se nos insultaba solo por ser catalanes, y no ha sido la primera vez que a algún supuesto “español de pro” le he tenido que recordar que tanto o más que él o ella somos los de mi tierra. 

Por eso, cuando anoche volví a BCN y escuché las últimas tonterías de Piqué, me di cuenta que estaba retrotrayéndome a hace 10 años cuando salía con mis amigas de marcha y tenías la desgracia de que algún idiota, con mas ego que cerebro, te decía aquello de “nena, a mi me ponen las tías que van de duras”, después de que amablemente le hubieras quitado la mano del trasero en varias ocasiones. Forma parte de esa calaña de listos y listas que, aprovechando la ruptura social en mi tierra, justifican cualquier patochada enrollándose en la senyera. Lo mejor que se puede hacer con estos personajes es no hacerlos caso. Ignorarlos es el mayor castigo. Lamentablemente, no será así y tras oír al Presidente del Real Madrid hablar de él,  no me hago ilusiones. 

Una abraçada per tothom.